martes, 1 de mayo de 2018

Sobre sitios, estancias, ganado mayor y ganado menor

   Es normal [creo], cuando comenzamos a adentrarnos en el mundo de la Nueva España y su organización, que aparezcan las dudas en torno a las medidas de tierra, más allá de leguas y varas, en las medidas de las tierras adquiridas: sitios, estancias, ganado mayor, ganado menor, suerte, caballería... solo por mencionar algunas. Para entenderlo bien, recomiendo ir a la mejor fuente que hay respecto al tema, la señora von Wobeser y claro, su maestro, Florescano:

   El ganado se introdujo en la Nueva España con la llegada de los españoles. Durante el siglo XVI proliferó notablemente a causa de los pastos vírgenes de América y porque su explotación era relativamente fácil: requería de pocos cuidados y de una infraestructura mínima.

  Las variedades de ganado menor, ovejas y cabras, encontraron una pronta aceptación por parte de la población indígena, que los integró a sus modos vivendi al igual que las aves de corral, traídas de Europa, y los puercos. Los rebaños de ovejas y de cabras, así como los corrales de cerdos, empezaron a constituir uno de los elementos característicos del paisaje rural novohispano.

  Mientras los indios criaban sus animales a un nivel de pequeña economía casera, los españoles practicaron la cría de ganado menor y mayor con miras comerciales. Hubo muchos de ellos que poseyeron inmensos hatos que pastaban sobre grandes extensiones de tierra. Durante los inicios de la vida colonial, los pastos (y dentro de éstos se incluían todos los baldíos) fueron de uso común tal como era costumbre en España. Se consideraba que la yerba y las plantas silvestres se desarrollaban naturalmente y, por lo tanto su explotación correspondía a todos. También los rastrojos podían ser utilizados por el ganado, sin que el dueño del terreno lo pudiera impedir.

  Tenemos escasas noticias sobre la utilización de los pastos durante estos primeros años, sin embargo, todo indica que muy pronto empezaron los conflictos. Las amargas quejas de los indios acerca de la invasión de sus tierras por el ganado son reiterativas, y el uso compartido de los pastos suscitó frecuentes contradicciones entre los diferentes ganaderos españoles de una zona.

  El uso común de las tierras de pastoreo tuvo como consecuencia que los más poderosos se apoderaran de ellas en perjuicio de la mayoría. Esto fue posible gracias al poder político y económico que ciertos individuos ejercían en determinada región. Chevallier afirma que algunos de estos hombres lograron concentrar en sus manos extensiones considerables. Más adelante veremos que muchas de estas tierras llegaron a legalizarse posteriormente.

  Para poder controlar este fenómeno, las autoridades virreinales tuvieron que modificar la noción de pacto común restringiendo su validez y empezando a hacer concesiones sobre el uso y la propiedad del suelo a los criadores de ganado. Esta medida preparó el camino para la repartición de amplios territorios a los ganaderos.

  El primer paso en este sentido se dio, hacia 1530, cuando el cabildo de la ciudad e México empezó a autorizar a los criadores de ganado un derecho de uso sobre los pastos llamado “sitio” o “asiento” que no implicaba la posesión de la tierra. Estas cesiones de “sitios” o “asientos” garantizaban que ningún otro ganadero pudiera asentarse en la zona; pero no excluía la posibilidad de que algunas de las tierras fueran utilizadas para la agricultura, siempre y cuando los labradores se comprometieran a cercarlas. Se prohibía específicamente que se edificaran construcciones de piedra. (Una de las condiciones para obtener tierra de labor era la contraria). Es decir, como apunta Chevallier las reglas no daban más que un derecho negativo sobre los pastos. 

  En estas primeras cesiones de  derechos sobre las tierras de pastoreo, el área solo estaba delimitada de una manera muy imprecisa. Hubo casos en donde las especificaciones del terreno eran tan vagas, que sus límites llegaban “hasta donde la vista alcance” o “a la distancia de un tiro de escopeta”. Aun cuando los linderos se precisaban, esto sucedía únicamente sobre el papel y no en la práctica.

  Para delimitar las mercedes de estancias de ganado, se partía de un esquema teórico que prescribía 1500 pasos geométricos para la estancia de ganado mayor y 1000 para la de ganado menor, midiendo a partir de un centro hacia todas las direcciones.

  Como las mercedes de estancias de ganado casi siempre se concedían en parajes baldíos la falta de puntos de referencia dificultaba su ubicación exacta. Además, existían impedimentos naturales, tales como ríos, barrancas, montes, etcétera, u obstáculos de índole legal (cuando la tierra ya pertenecía a un tercero) que imposibilitaban la aplicación rigurosa del esquema. Cuando había tales impedimentos la medición se extendía hacia otro rumbo. Es la razón por la cual cuando se regularizó la tierra mediante las “composiciones”, durante la primera mitad del siglo XVII, la división de los terrenos en muchas zonas fue irregular y no obedeció a los esquemas originales. 

  La falta de precisión en los límites propició innumerables irregularidades como, por ejemplo, la sobrexposición de mercedes, la transgresión de  de los derechos de los pueblos indígenas, la apropiación legal de las tierras, etcétera. Un gran número de litigios por tierras y aguas se debieron a la vaguedad de estas primeras mercedes.

  La forma usual que tuvieron las estancias fue cuadrada, pero durante los primeros años también las hubo circulares. Chevallier señaló la existencia de este tipo de estancias y Nickel comprobó su existencia en el valle de Ozumba (Puebla). Nosotros hemos encontrado solo un mapa en donde aparecen estancias circulares, de la zona de Tecamachalco (Puebla).

  La división de la tierra en predios circulares sin duda traía consigo muchos inconvenientes porque entre círculo y círculo quedaban tierras realengas sin repartir que eran codiciadas por los colindantes. Tanto en Ozumba como en Tlalmanalco estaban en disputa estos “huecos realengos”. Nosotros creemos que, debido a que las estancias circulares tuvieron su origen en la época en que las mercedes para la ganadería todavía no implicaban propiedad de la tierra, fueron más bien el resultado de los términos en los cuales se formulaba la merced –tantos pasos o varas a partir de un centro-, que de una planificación intencionada.

  A partir de la segunda mitad del siglo XVI no hemos encontrado vestigios de estancias circulares en los mapas, ni en la documentación. Únicamente existe un escrito firmado por el medidor del reino, Juan Cersillo, con fecha de 1675 (se trata de una copia de un plano de 1589), que le asigna la forma circular a las estancias.

  Parece extraño que en una época tan tardía el medidor del reino todavía propugnara por las estancias circulares.

   Hacia 1540 el gobierno virreinal empezó a otorgar mercedes de sitio de ganado que sí implicaban la posesión de la tierra. Las primeras concesiones que se conocen datan de 1542, 1543 y 1544 y, muy frecuentemente, se refieren a tierras que ya estaban ocupadas por aquél que las solicitaba desde hacía ocho, doce, quince y dieciséis años atrás. Mediante estas mercedes se trataba de legalizar una situación que ya existía de antemano, como a menudo sucedió en el nuevo mundo. Aunque durante algunos años las estancias de ganado no fueron reconocidos por la Corona española, la toma de posesión del suelo novohispano siguió su marcha a paso acelerado.

  A partir de la segunda mitad del siglo XVI los sitios de ganado fueron cuadrados. A los sitios de ganado mayor se les asignaron 5000 varas por lado (3000 pasos geométricos) y a los de ganado menor 3333 varas una tercia (2000 pasos geométricos). También se efectuaba la medición partiendo del centro y lo que antes equivalía al diámetro del círculo de la estancia, ahora correspondía al largo de cada uno de los lados del cuadrado. Este es el motivo por el cual en muchos mapas se señala el centro.

  Los lados se orientaban hacia los puntos cardinales, es decir, 2 lados corrían de norte a sur y 2 de oriente a poniente.

  Las estancias tuvieron una importancia vital dentro de la economía novohispana, donde la ganadería era uno de sus recursos fundamentales. El ganado se expandió por todo el país, imprimiendo su sello característico al paisaje de la provincia mexicana. (1)

  Será bueno recordar que todavía en la primera década del siglo XX a muchos sitios se les seguía midiendo en base a caballerías de tierra.

                                                                                                                          (2)
Fuente:

1.- Von Wobeser, Gisela. La formación de la hacienda en la época colonial. El uso de la tierra y el agua. UNAM. México. 1983. pp. 27-30

2.- sizes.com 

1 comentario:

  1. Muchísimas gracias por su blog tan informativo e interesante. Lo leo desde acá en Los Ángeles. He estado investigando mis raíces genealógicas que provienen principalmente desde la Hacienda de La Sandia cerca de León, Guanajuato. No he encontrado detalles en su sitio, pero ¿me pudiera Ud. dar una idea dónde puedo encontrar información acerca de sus orígenes? Llevo ya más de 15 años buscando descendientes que provienen desde esa área. He llegado hasta fines de 1780 hasta la etapa de la Revolucion Mexicana. Tengo a casi 5,500 personas que tienen cierto parentesco. Si a alguien le interesaría saber a cerca de mis investigaciones me pueden contactar. Al parecer, La Sandia es un lugar pequeño, pero han salido tantas personas de allí.
    Lo felicito una vez más por su sitio y gracias.
    Pedro Godinez

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