La intención que tenía era de dejar grabadas varias entradas para irlas publicando en estos días pero me faltó tiempo para poderlas redactar y colocarle las acostumbradas fotografías. El caso es que tiempo no hubo, me vine a Jilotepec, Estado de México, desde donde te saludo en estos momentos. Como recordarás ya he venido aquí varias veces, la gente que he ido conociendo en esta zona está interesada en la historia, las costumbres y todas esas temáticas que hemos ido desarrollando aquí, en El Bable.
De entrada te cuento que poco después de entrar en lo que es el Estado de México, por el rumbo de Polotitlán, de pronto el paisaje se comienza a iluminar de amarillo y un tono rosado que dan miles y miles de girasoles y de otras flores que son algo así como amapolas, sin ser amapolas, de un color rosa bastante particular, llega el momento que todas las laderas de los cerros están coloreadas con estas flores, ha llovido mucho por acá y eso provoca una abundancia de vegetación, pero de un modo tal, que bien te puedo asegurar que Van Gogh se hubiera cortado la otra oreja al pintar estos panoramas que ahora abundan en la región según lo he ido comprobando. Las fotos te las compartiré una vez que esté de vuelta en Salamanca.
Conocí una hacienda que fue de los grandes latifundios que se crearon en el virreinato, este, entre otros dueños, tal vez el más conocido de todos es Pedro Romero de Terreros, conde de Regla, el mismo que fundó el Monte de Piedad y que tuvo la propiedad de la hacienda de San Miguel Regla, con esto te podrás dar una idea de la clase de material que llevo, en el libro que me regalaron con la historia completa de estas haciendas, la de Santa Lucía del Molino y La Goleta, solo que, la primera en el total abandono, pero rescatable aún lo que es propiamente el molino y la otra, que ha tenido una serie de propietarios que, luego del paso del tiempo no tienen el interés y creo tampoco los recursos para rescatar la hacienda de La Goleta pues es enorme, lo que se puede apreciar es que fue una hacienda muy rica pero que corrió con la misma suerte de todas las haciendas luego de la revolución y la consabida Reforma Agraria. Cuando veas las fotos del Molino lo único que querrás es conocerlo, te lo puedo asegurar desde ahora.
Hoy tuve una experiencia en verdad extraordinaria pues pude conocer el Monasterio Ortodoxo de San Antonio el Grande. Este se localiza en las inmediaciones de Jilotepec, me habían comentado de un lugar de la Iglesia Ortodoxa instalado por estos rumbos, pero hoy que me dijeron exactamente cuál es el lugar y pude llegar a él fue, en verdad, uno de esos encuentros que se te quedan grabados para toda la vida pues el abad del monasterio nos recibió. El viene de Siria, habla perfectamente español y a medida que íbamos conversando, me iba inundando de su paz, en ningún momento fue una plática dogmatizadora ni nada que se le pueda aproximar, simplemente le hice preguntas en torno al rito ortodoxo y él con su sabiduría me las fue respondiendo hasta dejarme un panorama claro de lo que es la diferencia entre la Iglesia ortodoxa la Romana, o Latina, que es la que nosotros conocemos, luego de la muy amena charla pasamos a conocer el templo y solo te puedo decir que me quedé casi sin palabras pues está todo decorado al modo, evidentemente, Ortodoxo, pero del siglo XVI, según nos explicó, pues la Iglesia Ortodoxa así lo tiene establecido. Bien sabemos que los Iconos, ahora tan de moda en nuestra sociedad, no es otra cosa que una imagen y en la Iglesia Ortodoxa es donde se desarrolla toda una maravilla de íconos que en verdad nos transportan. Tengo largas horas para conversar contigo, vía este espacio, para transmitirte este breve pero substancioso encuentro con la ortodoxia.
Y mira, las sorpresas siguieron, luego nos fuimos rumbo a Villa del Carbón, pero nos fuimos por los caminos vecinales, pasamos junto a las ruinas de una hacienda, si bien no de grandes dimensiones, si muy emblemática del rumbo por donde andábamos, Docnay se llamaba, entramos luego a las comunidades otomíes que siguen viviendo sus antiguas tradiciones y alcanzamos a llegar a Villa del Carbón a ver un ejemplar vivo y frondoso del “Arbol de las manitas”, solo que éste florece en la primavera y ahora solo tenía hojas, ni una flor. Esa fue la razón por la cual quería volver a Villa del Carbón, para ver esas flores, pues la especie está en vías de extinción, como quiera, te presentaré esas fotos dentro de poco, te aseguro que no acabo de cansarme de ver todas, todas las maravillas con que éste país fue bendecido, las cuales, muchos no quieren ver, pero allí están… tiempo me falta, tiempo me falta…
De entrada te cuento que poco después de entrar en lo que es el Estado de México, por el rumbo de Polotitlán, de pronto el paisaje se comienza a iluminar de amarillo y un tono rosado que dan miles y miles de girasoles y de otras flores que son algo así como amapolas, sin ser amapolas, de un color rosa bastante particular, llega el momento que todas las laderas de los cerros están coloreadas con estas flores, ha llovido mucho por acá y eso provoca una abundancia de vegetación, pero de un modo tal, que bien te puedo asegurar que Van Gogh se hubiera cortado la otra oreja al pintar estos panoramas que ahora abundan en la región según lo he ido comprobando. Las fotos te las compartiré una vez que esté de vuelta en Salamanca.
Conocí una hacienda que fue de los grandes latifundios que se crearon en el virreinato, este, entre otros dueños, tal vez el más conocido de todos es Pedro Romero de Terreros, conde de Regla, el mismo que fundó el Monte de Piedad y que tuvo la propiedad de la hacienda de San Miguel Regla, con esto te podrás dar una idea de la clase de material que llevo, en el libro que me regalaron con la historia completa de estas haciendas, la de Santa Lucía del Molino y La Goleta, solo que, la primera en el total abandono, pero rescatable aún lo que es propiamente el molino y la otra, que ha tenido una serie de propietarios que, luego del paso del tiempo no tienen el interés y creo tampoco los recursos para rescatar la hacienda de La Goleta pues es enorme, lo que se puede apreciar es que fue una hacienda muy rica pero que corrió con la misma suerte de todas las haciendas luego de la revolución y la consabida Reforma Agraria. Cuando veas las fotos del Molino lo único que querrás es conocerlo, te lo puedo asegurar desde ahora.
Hoy tuve una experiencia en verdad extraordinaria pues pude conocer el Monasterio Ortodoxo de San Antonio el Grande. Este se localiza en las inmediaciones de Jilotepec, me habían comentado de un lugar de la Iglesia Ortodoxa instalado por estos rumbos, pero hoy que me dijeron exactamente cuál es el lugar y pude llegar a él fue, en verdad, uno de esos encuentros que se te quedan grabados para toda la vida pues el abad del monasterio nos recibió. El viene de Siria, habla perfectamente español y a medida que íbamos conversando, me iba inundando de su paz, en ningún momento fue una plática dogmatizadora ni nada que se le pueda aproximar, simplemente le hice preguntas en torno al rito ortodoxo y él con su sabiduría me las fue respondiendo hasta dejarme un panorama claro de lo que es la diferencia entre la Iglesia ortodoxa la Romana, o Latina, que es la que nosotros conocemos, luego de la muy amena charla pasamos a conocer el templo y solo te puedo decir que me quedé casi sin palabras pues está todo decorado al modo, evidentemente, Ortodoxo, pero del siglo XVI, según nos explicó, pues la Iglesia Ortodoxa así lo tiene establecido. Bien sabemos que los Iconos, ahora tan de moda en nuestra sociedad, no es otra cosa que una imagen y en la Iglesia Ortodoxa es donde se desarrolla toda una maravilla de íconos que en verdad nos transportan. Tengo largas horas para conversar contigo, vía este espacio, para transmitirte este breve pero substancioso encuentro con la ortodoxia.
Y mira, las sorpresas siguieron, luego nos fuimos rumbo a Villa del Carbón, pero nos fuimos por los caminos vecinales, pasamos junto a las ruinas de una hacienda, si bien no de grandes dimensiones, si muy emblemática del rumbo por donde andábamos, Docnay se llamaba, entramos luego a las comunidades otomíes que siguen viviendo sus antiguas tradiciones y alcanzamos a llegar a Villa del Carbón a ver un ejemplar vivo y frondoso del “Arbol de las manitas”, solo que éste florece en la primavera y ahora solo tenía hojas, ni una flor. Esa fue la razón por la cual quería volver a Villa del Carbón, para ver esas flores, pues la especie está en vías de extinción, como quiera, te presentaré esas fotos dentro de poco, te aseguro que no acabo de cansarme de ver todas, todas las maravillas con que éste país fue bendecido, las cuales, muchos no quieren ver, pero allí están… tiempo me falta, tiempo me falta…
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