Una moderna Cotita de la Encarnación. La fotografía fue tomada del libro, -dato pendiente-
Hace muchos años, cuando la televisión se transmitía en blanco y negro había un programa en donde un extraño personaje aparecía, hablaba mucho, movía continuamente las manos, en ellas enormes anillos se veían. Su peluquín era por demás notorio, la ceja se veía finamente depilada y la bufanda o gazné llamaba la atención, en resumen, toda su imagen era llamativa. En efecto, se trataba de Salvador Novo. Escritor, ensayista, poeta, crítico que supo vivir su diversidad mucho antes que el término se hubiera implementado.
Es gracias a él que muchas de las historias que nos hablan de la vida cotidiana, de las liviandades, de los deseos y calenturas de muchas gentes en épocas anteriores se fueron rescatando y si no rescatando si difundiendo para darnos cuenta de que, como reza el dicho “nada es nuevo bajo el sol”. Una vez, cuando comenzaba a implementarse el correo electrónico en México, un amigo me hizo llegar un texto por demás particular salido de la pluma de Novo: “Las locas y la inquisición”. Allí leí por segunda ocasión la palabra somético, esa que los franciscanos utilizaron para definir la sodomía, es decir, la relación sexual de hombre con hombre, eso que ahora incluso ya está aprobado y legislado.
Hace muchos años, cuando la televisión se transmitía en blanco y negro había un programa en donde un extraño personaje aparecía, hablaba mucho, movía continuamente las manos, en ellas enormes anillos se veían. Su peluquín era por demás notorio, la ceja se veía finamente depilada y la bufanda o gazné llamaba la atención, en resumen, toda su imagen era llamativa. En efecto, se trataba de Salvador Novo. Escritor, ensayista, poeta, crítico que supo vivir su diversidad mucho antes que el término se hubiera implementado.
Es gracias a él que muchas de las historias que nos hablan de la vida cotidiana, de las liviandades, de los deseos y calenturas de muchas gentes en épocas anteriores se fueron rescatando y si no rescatando si difundiendo para darnos cuenta de que, como reza el dicho “nada es nuevo bajo el sol”. Una vez, cuando comenzaba a implementarse el correo electrónico en México, un amigo me hizo llegar un texto por demás particular salido de la pluma de Novo: “Las locas y la inquisición”. Allí leí por segunda ocasión la palabra somético, esa que los franciscanos utilizaron para definir la sodomía, es decir, la relación sexual de hombre con hombre, eso que ahora incluso ya está aprobado y legislado.
En el Códice Ramírez (creo) es donde aparece esta escena, que si bien no es una práctica somética, sino una lavativa, bien nos da una idea relacionada al tema de este artículo. Foto tomada de Arqueología Mexicana.
Leí en ese documento la historia de Cotita de la Encarnación, cosa sucedida en 1658; un 6 de noviembre para ser más precisos, es decir, hace tres siglos y medio; para ser más puntuales. Cotita terminaría su vida entre gritos, insultos y siendo parte de un auténtico espectáculo, ese que, lamentablemente, se convirtió en cosa de diversión y entretenimiento para los novohispanos: las ejecuciones públicas, en este caso la quema de catorce personas cuyo pecado, el pecado nefando, había sido comprobado. Habían confesado todos ellos ser sométicos y practicar la sodomía.
“La mañana de aquél día –narra el cronista– la población entera de la ciudad se concentra en la ruta que lleva al “brasero de San Lázaro”. Atestigua burlona y soez el paso de la cuerda compuesta por 12 aterrorizados mocetones –indios y mulatos– y dos adultos –un español magro de piel blanquísima y un mulato sobrado de carnes–, ensogados todos ellos por el cuello y los tobillos. El mulato gordo encabeza la procesión quizás por ser el “alcahuete mayor”. Sus pupilos lo llaman “la Señora Grande” mientras que para su numerosa clientela es simplemente Cotita. Cotita de la Encarnación. Era Cotita –describe el cronista– el más aseado y limpio del grupo, representaba unos cuarenta años y acostumbraba vestir como indio. La “Señora Grande” ofrecía la “mercancía”, la contrataba y concertaba el encuentro de las parejas en sitios previamente establecidos. Aseguraba discreción y pulcritud. Camino a una muerte crudelísima, los 14 sométicos (contracción esdrujulizada de “sodomitas”) marchaban como autómatas detrás de la guardia a caballo de la Inquisición. Vestían sambenitos (sacos de paño amarillo con cruces encarnadas adelante y atrás) llevando en la mano un enorme cirio verde apagado. Durante el trayecto eran objeto de la befa y el escarnio del populacho”. (1)
Salvador Novo en su juventud, foto tomada, seguramente a finales de los años veinte del pasado siglo.
Partiendo de las ideas que dominaban en la España salida un siglo antes del oscurantismo de la Edad Media, el perfil que todo hombre debería tener era el de valiente, virtuoso, humilde, caritativo, piadoso, capaz de soportar el sufrimiento y dispuesto a dar la vida por su rey. En cambio la mujer debería ser virtuosa, devota y sumisa. Consecuentemente la diversidad ni siquiera estaba pensada, mucho menos contemplada. A casi un siglo de instalada la Inquisición en México, cosa que sucedió en noviembre de 1571, fue el 27 de septiembre de 1657 cuando recibió noticia del que sería el caso más sonado pues “Juana Herrera lavaba ropas junto a un muro, fuera de la ciudad en la vecindad de San Lázaro, dos muchachos con gran prisa la llamaron e insistieron en que “fuera a ver a varios hombres jugando como perros”. Juana se levantó y caminó cierta distancia desde donde estaba lavando sus ropas que llegó a un grupo de sauces. Bajo uno de ellos Juana vio a dos hombres, ambos sin pantalones, uno encima del otro, cometiendo el pecado nefando”. (2)
Leí en ese documento la historia de Cotita de la Encarnación, cosa sucedida en 1658; un 6 de noviembre para ser más precisos, es decir, hace tres siglos y medio; para ser más puntuales. Cotita terminaría su vida entre gritos, insultos y siendo parte de un auténtico espectáculo, ese que, lamentablemente, se convirtió en cosa de diversión y entretenimiento para los novohispanos: las ejecuciones públicas, en este caso la quema de catorce personas cuyo pecado, el pecado nefando, había sido comprobado. Habían confesado todos ellos ser sométicos y practicar la sodomía.
“La mañana de aquél día –narra el cronista– la población entera de la ciudad se concentra en la ruta que lleva al “brasero de San Lázaro”. Atestigua burlona y soez el paso de la cuerda compuesta por 12 aterrorizados mocetones –indios y mulatos– y dos adultos –un español magro de piel blanquísima y un mulato sobrado de carnes–, ensogados todos ellos por el cuello y los tobillos. El mulato gordo encabeza la procesión quizás por ser el “alcahuete mayor”. Sus pupilos lo llaman “la Señora Grande” mientras que para su numerosa clientela es simplemente Cotita. Cotita de la Encarnación. Era Cotita –describe el cronista– el más aseado y limpio del grupo, representaba unos cuarenta años y acostumbraba vestir como indio. La “Señora Grande” ofrecía la “mercancía”, la contrataba y concertaba el encuentro de las parejas en sitios previamente establecidos. Aseguraba discreción y pulcritud. Camino a una muerte crudelísima, los 14 sométicos (contracción esdrujulizada de “sodomitas”) marchaban como autómatas detrás de la guardia a caballo de la Inquisición. Vestían sambenitos (sacos de paño amarillo con cruces encarnadas adelante y atrás) llevando en la mano un enorme cirio verde apagado. Durante el trayecto eran objeto de la befa y el escarnio del populacho”. (1)
Salvador Novo en su juventud, foto tomada, seguramente a finales de los años veinte del pasado siglo.
Partiendo de las ideas que dominaban en la España salida un siglo antes del oscurantismo de la Edad Media, el perfil que todo hombre debería tener era el de valiente, virtuoso, humilde, caritativo, piadoso, capaz de soportar el sufrimiento y dispuesto a dar la vida por su rey. En cambio la mujer debería ser virtuosa, devota y sumisa. Consecuentemente la diversidad ni siquiera estaba pensada, mucho menos contemplada. A casi un siglo de instalada la Inquisición en México, cosa que sucedió en noviembre de 1571, fue el 27 de septiembre de 1657 cuando recibió noticia del que sería el caso más sonado pues “Juana Herrera lavaba ropas junto a un muro, fuera de la ciudad en la vecindad de San Lázaro, dos muchachos con gran prisa la llamaron e insistieron en que “fuera a ver a varios hombres jugando como perros”. Juana se levantó y caminó cierta distancia desde donde estaba lavando sus ropas que llegó a un grupo de sauces. Bajo uno de ellos Juana vio a dos hombres, ambos sin pantalones, uno encima del otro, cometiendo el pecado nefando”. (2)
Escudo de la Santa Inquisición, foto tomada en el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán, Estado de México.
Oro puro era entregar a los investigadores, jueces e inquisidores del Tribunal del Santo Oficio una denuncia de eso que se consideraba “contra natura, contra Dios y contra el Rey”… esto me remite al origen de la palabra fuck, la cual, bien sabemos que en la actualidad se hace uso y abuso –de la palabra- especialmente en el cine norteamericano, pues el origen de la misma va relacionado a cundo el rey mismo autorizaba a sus vasallos a tener relaciones sexuales, así pues, Fornication Under Consent of the King (fornicación bajo el consentimiento del rey). Volviendo al caso de Cotita de la Encarnación encontramos que: “Uno de los inquilinos de la casa, un indígena llamado Tomás de Santiago, describió a Cotita como un hombre afeminado que cuando caminaba movía sus caderas de un lado a otro, que llevaba en la frente un melindre, un pañuelo que se ponían las mujeres en la cintura, que llevaba muchas cintas de colores que caían de las aberturas de las mangas de su chaqueta blanca, que no solo se sentaba en el suelo con ademán mujeril, sino que podía preparar tortillas, guisar, lavar ropa, además cuando algunos jóvenes la visitaban los saludaba individualmente como mi alma, mi vida o mi amor”. (3)
Oro puro era entregar a los investigadores, jueces e inquisidores del Tribunal del Santo Oficio una denuncia de eso que se consideraba “contra natura, contra Dios y contra el Rey”… esto me remite al origen de la palabra fuck, la cual, bien sabemos que en la actualidad se hace uso y abuso –de la palabra- especialmente en el cine norteamericano, pues el origen de la misma va relacionado a cundo el rey mismo autorizaba a sus vasallos a tener relaciones sexuales, así pues, Fornication Under Consent of the King (fornicación bajo el consentimiento del rey). Volviendo al caso de Cotita de la Encarnación encontramos que: “Uno de los inquilinos de la casa, un indígena llamado Tomás de Santiago, describió a Cotita como un hombre afeminado que cuando caminaba movía sus caderas de un lado a otro, que llevaba en la frente un melindre, un pañuelo que se ponían las mujeres en la cintura, que llevaba muchas cintas de colores que caían de las aberturas de las mangas de su chaqueta blanca, que no solo se sentaba en el suelo con ademán mujeril, sino que podía preparar tortillas, guisar, lavar ropa, además cuando algunos jóvenes la visitaban los saludaba individualmente como mi alma, mi vida o mi amor”. (3)
Un señorito en el Guanajuato de finales del siglo XIX, estupenda fotografía de un personaje desconocido, captada por la lente de Romualdo García, tomada del libro que relata su vida de Ediciones La Rana.
Un largo año duró el proceso que Cotita y demás personas tuvieron que enfrentar, seguramente fue enfocado a él todo tipo de tormentos y de excesos, bien sabemos que los que practicaban los tormentos eran personas no precisamente sanas mentalmente. “Poco más de un año duró el proceso contra los diez y nueve detenidos quienes confesaron sin necesidad de ser torturados, catorce de ellos fueron sentenciados a ser quemados y otro, Lucas Matheo, mestizo de quince años de edad, fue condenado a doscientos azotes y vendido por seis años. Se revisaron sus cuerpos por cirujanos y se confiscaron sus bienes”. (4) Los nombres de ellos quedaron consignados en las actas inquisitoriales:
Juan Galindo de la Vega, Cotita de la Encarnación; Miguel Gerónimo, La Zangarrina; Juan Martín, indígena, La Martina de los Cielos; Alonso, mestizo, La Conchita; Bernabé, sastre español, La Luna; Sebastián Pérez, español, La Rosas; Un negro, llamado La Morossa; Miguel de Urbina; Joseph Durán; Simón de Chaves; Nicolás de Pisa; Cristóbal de Vitoria; Gerónimo Calbo; Benito de Cuebas; Domingo de la Cruz; Matheo Gaspar; Juan de Ycita.
Un largo año duró el proceso que Cotita y demás personas tuvieron que enfrentar, seguramente fue enfocado a él todo tipo de tormentos y de excesos, bien sabemos que los que practicaban los tormentos eran personas no precisamente sanas mentalmente. “Poco más de un año duró el proceso contra los diez y nueve detenidos quienes confesaron sin necesidad de ser torturados, catorce de ellos fueron sentenciados a ser quemados y otro, Lucas Matheo, mestizo de quince años de edad, fue condenado a doscientos azotes y vendido por seis años. Se revisaron sus cuerpos por cirujanos y se confiscaron sus bienes”. (4) Los nombres de ellos quedaron consignados en las actas inquisitoriales:
Juan Galindo de la Vega, Cotita de la Encarnación; Miguel Gerónimo, La Zangarrina; Juan Martín, indígena, La Martina de los Cielos; Alonso, mestizo, La Conchita; Bernabé, sastre español, La Luna; Sebastián Pérez, español, La Rosas; Un negro, llamado La Morossa; Miguel de Urbina; Joseph Durán; Simón de Chaves; Nicolás de Pisa; Cristóbal de Vitoria; Gerónimo Calbo; Benito de Cuebas; Domingo de la Cruz; Matheo Gaspar; Juan de Ycita.
Escultura de Adonis del más puro neoclasicismo, tomada en el Museo de San Carlos. En España al acto somético se le denomina “griego”… pura asociación de ideas.
Así, en el Diario de Guijo, se puede leer la siguiente nota: “Justicia de 14 personas por el pecado de la sodomía. Martes 6 de noviembre de 1658, a las once horas del día, sacaron de la Real Cárcel desta Corte a quince hombres, los catorce para que muriesen quemados y el uno, por ser muchacho, le dieron doscientos azotes, y vendido a un mortero por seis años; todos por haber cometido unos contra otros el pecado de sodomía, muchos años, así residiendo en esta ciudad donde tenían casas con todo aliño donde recibían y se llamaban por los nombres que usan las mujeres públicas, así de rengue como de aire…” (5)
“La cuerda de sométicos sigue por la calle del Reloj (hoy Argentina) pasa luego frente a la casa de la marquesa de Villamayor y toma vía recta hasta la albarrada de San Lázaro. Cotita fue el primero en pasar y enseguida uno a uno sus pupilos, “hasta que acabaron con todos a eso de las 8 de la noche”. Los alguaciles del Santo Oficio se encargaron de atizar los fogones hasta el amanecer, en medio de un alegre jolgorio popular. La muerte de “Cotita tuvo cola por sus revelaciones. Para lograrlas había sido obligada a presenciar los tormentos aplicados a sus “niñas”. Agua en la nariz, estiramiento del cuerpo hasta la dislocación de las extremidades y sentadillas sobre braseros al rojo vivo. Cotita hablará hasta por los codos. Dictará los nombres de por lo menos medio centenar de clientes de la más alta jerarquía novohispana. Cuentan las lenguas de doble filo que figuraban en tal relación personajes de la corte virreinal e incluso uno que otro bizarro general del Rey. Los legajos del proceso correrán la misma suerte que los sométicos, para quienes el sapientísimo Fray Bernardino de Sahagún reservaba adjetivos como abominables, nefandos y detestables”. (6)
Así, en el Diario de Guijo, se puede leer la siguiente nota: “Justicia de 14 personas por el pecado de la sodomía. Martes 6 de noviembre de 1658, a las once horas del día, sacaron de la Real Cárcel desta Corte a quince hombres, los catorce para que muriesen quemados y el uno, por ser muchacho, le dieron doscientos azotes, y vendido a un mortero por seis años; todos por haber cometido unos contra otros el pecado de sodomía, muchos años, así residiendo en esta ciudad donde tenían casas con todo aliño donde recibían y se llamaban por los nombres que usan las mujeres públicas, así de rengue como de aire…” (5)
“La cuerda de sométicos sigue por la calle del Reloj (hoy Argentina) pasa luego frente a la casa de la marquesa de Villamayor y toma vía recta hasta la albarrada de San Lázaro. Cotita fue el primero en pasar y enseguida uno a uno sus pupilos, “hasta que acabaron con todos a eso de las 8 de la noche”. Los alguaciles del Santo Oficio se encargaron de atizar los fogones hasta el amanecer, en medio de un alegre jolgorio popular. La muerte de “Cotita tuvo cola por sus revelaciones. Para lograrlas había sido obligada a presenciar los tormentos aplicados a sus “niñas”. Agua en la nariz, estiramiento del cuerpo hasta la dislocación de las extremidades y sentadillas sobre braseros al rojo vivo. Cotita hablará hasta por los codos. Dictará los nombres de por lo menos medio centenar de clientes de la más alta jerarquía novohispana. Cuentan las lenguas de doble filo que figuraban en tal relación personajes de la corte virreinal e incluso uno que otro bizarro general del Rey. Los legajos del proceso correrán la misma suerte que los sométicos, para quienes el sapientísimo Fray Bernardino de Sahagún reservaba adjetivos como abominables, nefandos y detestables”. (6)
En la Inglaterra del siglo XVII no eran quemados, sino ahorcados aquellos que practicaban el “vicio nefando”.
Fuentes:
1.- Rebolledo Ayerdi, Antiuy. Noticias del Pasado III. El Sur Acapulco. Diario electrónico. 28 de abril, 3005.
2.- Garza Carvajal, Federico. Quemando mariposas. Laertes, España. 2002. Citado por Luis Morales González en Sodomía en la Nueva España: el proceso de 1657-1658.
3.- Morales González, Luis. Sodomía en la Nueva España: el proceso de 1657-1658.
4.- Morales González, Luis. Sodomía…
5.- Guijo, Gregorio. Diario 1648-1664. Editorial Porrúa, México, 1952.
6.- Rebolledo Ayerdi, Antiuy. Noticias del Pasado…
Fuentes:
1.- Rebolledo Ayerdi, Antiuy. Noticias del Pasado III. El Sur Acapulco. Diario electrónico. 28 de abril, 3005.
2.- Garza Carvajal, Federico. Quemando mariposas. Laertes, España. 2002. Citado por Luis Morales González en Sodomía en la Nueva España: el proceso de 1657-1658.
3.- Morales González, Luis. Sodomía en la Nueva España: el proceso de 1657-1658.
4.- Morales González, Luis. Sodomía…
5.- Guijo, Gregorio. Diario 1648-1664. Editorial Porrúa, México, 1952.
6.- Rebolledo Ayerdi, Antiuy. Noticias del Pasado…
Muy interesante. Una de las tantas INJUSRICIAS de la Iglesia Católica.
ResponderEliminarCreen que por decir ¨lo siento¨ya serán perdonados.