Con este son ya cuatro artículos que, apoyándonos con el texto de Haciendas, publicado en la Enciclopedia de México, los que hemos publicado (y los que faltan). El tema, creo, es apasionante, eso me lo dice los muchos comentarios que he recibido, no ahora, sino a lo largo de cinco años de El Bable, cuando tocamos el tema, sea de una Hacienda en específico que del tema en general. Hasta el momento hemos visto, en el primero de esta serie del Desarrollo de las haciendas en México, vimos lo que es una Hacienda, es decir, lo que debemos entender en la palabra y como fueron creadas en nuestro país. En el segundo lo que vimos fue esa introducción de burocracia, corrupción y tráfico de influencias que los españoles tuvieron a mal sembrar en México. Si no te adentras en los términos propios del tema, como fanega, estancia de ganado, mayorazgo, etc., te será complicado entender cabalmente el desarrollo de las haciendas en nuestro país. En el tercer artículo lo que vimos fue el paso que dio la Nueva España a la mamonería de crear una "nobleza mexicana" que iba de la mano con las Haciendas. Hoy lo que veremos es la irrupción de la Santa Iglesia Católica, que de santa tiene poco, cuando se apoderó de toda la parte fiduciaria del virreino, es decir, la Iglesia entonces fungía como Banco...
"En 1535, cuando la Corona autorizó al primer virrey a conceder mercedes de tierras, había prohibido enajenar en favor de iglesias, monasterios o personas eclesiásticas. Sin embargo, esta disposición fue violada. En 1550, por ejemplo, se dieron estancias a las monjas "de la Madre de Dios" y al Colegio de la Santa Cruz, ambos en la Ciudad de México, y por esos años los agustinos y dominicos empezaron a recibir donaciones de terrenos de parte de los indios. En 1560 se confirmó aquella prohibición, pero entonces se hicieron las mercedes a las comunidades indígenas para que destinaran sus productos al mantenimiento del culto católico.
"Dos años más tarde nueva cédula obligó a las órdenes a deshacerse de todos los bienes que poseyeran en los pueblos aborígenes, pero a cambio se les autorizó a recibir legados en las villas de los españoles. Nuevas prohibiciones reales expedidas en la octava década del siglo XVI revelan que no era posible detener el proceso de acumulación de propiedades territoriales en manos de la Iglesia, pues ello era producto de las cesiones y legados de piadosos donantes. A fines del siglo volvieron a otorgarse mercedes a las órdenes, cuando ya se habían establecido los jesuitas en 1572; se les eximió del diezmo y se confirmó (1597) la legitimidad de toda suerte de donaciones pías. Muy a pesar de las protestas y advertencias de algunos funcionarios escrupulosos, siguió adelante el acaparamiento por parte de los dos cleros y las composiciones de 1640 consagraron la situación en definitiva.
"Los franciscanos fueron los únicos que no adquirieron propiedades agrarias. Los dominicos sí las tuvieron, particularmente en la región de Cuautla-Amilpas, donde manejaron un ingenio de azúcar con esclavos negros. Los agustinos establecieron trapiches, molinos, ingenios, plantíos y criaderos en el Valle de México, Puebla, Oaxaca, las Huastecas y Michoacán. La sola hacienda de San Nicolás, junto a Yuriria, llegó a producir a principios del siglo XVII, 10 mil fanegas de trigo, previa la construcción de una presa. Pero fueron los jesuitas quienes mayor actividad desplegaron en el campo, cuyos productos destinaron al sostenimiento de sus colegios. En gratitud por haber formado en ellos a sus hijos, o porque los padres siempre tuvieron habilidad para ganarse el favor de los más ricos, grandes señores de la tierra cedieron cuantiosos bienes a la Compañía, por ejemplo Alonso de Villaseca y Melchor de Covarrubias, en el siglo XVI...
"Pedro Ruiz de Ahumada, alvaro de Lorenzana y Martín Ruiz de Zavala, en el XVII, aparte muchísimos otros. Hacia fines de esa centuria, las tierras del Colegio de San Pedro y San Pablo en México iban desde el Lago de Tezcoco hasta Pachuca, con el nombre común de Santa Lucía, y aun tenía propiedades en Colima, cerca de Sombrerete y en otros sitios de la Nueva Galicia, según el azar de los donativos; y tres ingenios de azúcar, en Malinalco (Jalmolonga), Cuautla (Chiconcelo) y Suchimancas (Yautepec). El Colegio Santa Ana tenía a su vez un ingenio en Tiripatío, el de Oaxaca, el de Santa Inés y el tapiche de Nexapa; y los otros siete establecimientos jesuitas principales de la Nueva España, las más diversas explotaciones, sobre todo crías de ganado menor y obrajes para labrar paños. Hacia mediados del siglo XVIII se redactó la Instrucción que han de guardar los hermanos administradores de haciendas de campo. Las otras órdenes religiosas eran también propietarias, aunque en menor mediad, de haciendas rurales, o por lo menos de censos y rentas territoriales.
"En 1767, al ser expulsados los jesuitas, se formó la Junta de Temporalidades, encargada de enajenar los antiguos bienes de la compañía. En 1776, el primer Conde de Regla, Pedro Romero de Terreros, compró todas las haciendas y fincas que habían sido del Noviciado de Tepotzotlán y del Colegio de San Pedro y San Pablo, entre ellas las de Xalpa, Santa Inés, Casa Blanca, Temoaya, La Gavia y Portales, con las cuales fundó el mayorazgo anexo al marquesado de San Cristóbal; y la de Santa Lucía, próxima a Zumpango, que incorporó al mayorazgo anexo al condado de Regla. Lo propio ocurrió aunque con otras personas, con el resto de los bienes acumulados por los jesuitas. La parte más productiva de los terrenos de la Iglesia pasó de ese modo a manos de particulares". (1)
Nota: Las primeras fotografías corresponden a la Hacienda ganadera de La Punta en Aguascalientes; las siguientes son de la Ex Hacienda Casas Balncas en Encarnación de Díaz, Jalisco; las últimas corresponden a la Ex hacienda de Mariquitas, también en La Chona, Jalisco.
Fuente:
1.- Haciendas de México. Tomo VI. México, 1977. pp. 352-353
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