A las Fiestas Patrias las podemos ver desde muchos ángulos. Siendo niños nos causa una cierta emoción lo que sucede en estos días, especialmente el 16, cuando se tiene que participar en el desfile, lo del Grito es cosa de más adultos pues eso implica la cena y la consecuente fiesta impregnada de alcohol, de tequilas que no son de los mejores y que cada quien adquiere según su gusto y su bolsillo. Las ciudades, pueblos y ranchos se tiñen de verde, blanco y colorado, la comercialización de la parafernalia propia de la fiesta cada vez es mayor, eso nos induce a usarla en todos lados. La imagen urbana (o rural) se modifica un poco. Ya desde la tarde del 16 comienza la cruda (resaca) de la fiesta, de los gastos y de la realidad que significa volver al ritmo cotidiano, las fiestas acaban y nos enfilamos ya a la que sigue: Navidad, pero haciendo escala en el Día de Muertos, al final México es siempre fiel, fiel a sus fiestas.
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