domingo, 2 de agosto de 2015

De cu, cues y rituales del maíz. Y con algo, dicen, que del Diablo

   Si has andado por las zonas rurales del Bajío, habrás notado la repetición del nombre de un rancho, no ese de San Antonio o San Juan o San José, que es cosa habitual tanto en el Bajío como en todo el centro de México, y no únicamente de esos santos sino de varios más. Al nombre que me refiero es al del Cuicillo, incluso hay por ahí una banda llamada Cuizillos, no dudo que a ellos se deba que la palabra se ha difundido aún más. Sabemos bien que en el español hay manera de identificar algo pequeño más allá del diminutivo “ito” (chiquito, tantito, ratito), y se hace también con el “illo”; un amigo por ahí solía despedirse diciendo “ratillo” en lugar de “al rato”. Chiquillo quizá sea la palabra más usual con esta declinación.

   Hay una antigua palabra, usada comúnmente en el siglo XVI, cuando los españoles hicieron aparición por lo que hoy es México, refiriéndose a esa enorme cantidad de adoratorios que encontraban, especialmente en los cerros, como “Cues”, refiriéndose a varios, y cuando era a uno en específico entonces decían de un “Cu”, en ocasiones lo acentuaban como “Cú”; Bernal Díaz del Castillo en su relato lo usa continuamente; de allí que, cuando se referían a un adoratorio más bien pequeño, y agregando el despectivo, le decían “Cuecillo”. Al paso del tiempo la palabra se deformó en Coecillo, Cusillo, Cuezillo, entre otras.

   El Cuicillo era cosa habitual de construir en sitios cercanos a las milpas, formaban parte del ritual de las siembras del maíz, planta esencial que proveía de mantenimientos a nuestros antiguos pobladores. En la región del Bajío hay una buena cantidad de referencias que encontramos de esos cués, Efraín Cárdenas García (1) nos ayuda a identificarlos: Cuicillo Cuate, Cuicillo de San Antonio, Cuicillo Ramos, Cuicilco, El Cuicillo de la Cantera, El Cuicillo de la Canterita, El Cuicillo de la Loma, El Cuicillo de la Majada, El Cuicillo de San Ignacio, El Cuicillo del Conejo, El Cuicillo de San Vicente, Los Coecillos, Los Cuicillos, Los Cuicillos de Apaseo el Grande, Los Cuicillos de la Josefa, Los Cuicillos de Ojo Zarco, Los Cuicillos del Tecolote… son muchos, y varios más aún sin identificar, por ejemplo, en las tres fotografías que acabas de ver aparece un cuicillo por el rumbo de Barrón, en Salamanca, Guanajuato.

   De los rituales del maíz hemos visto ya varios ejemplos en los artículos anteriores, esos ejemplos están matizados de un añejo mestizaje, de una fusión de ideas que ha podido sobrevivir casi cinco siglos luego del inicio de la evangelización; pero, esta vez, nos apoyamos en un antiguo libro que describe lo que seguía pasando en México aun con la presencia de los peninsulares, la presentación que hace del mismo Fernando Benítez es uno de esos escritos que se clasifican como deliciosos: “En el siglo XVII, la Iglesia, asaltada de sospechas, reflexionó: ¿Hemos llevado la luz del Evangelio a las tinieblas que reinaban en el corazón de los indios? […] La Iglesia alistó su cruzada. En toda la Nueva España, curas y frailes debían inquirir, hacer confesar, sacar lo oculto, descubrir las tretas del Diablo y conjurarlas, erradicar el veneno, ahuyentar para siempre al Demonio. Y se dio la voz de alarma. Debía emprenderse una nueva evangelización, la que dejaron trunca sus antepasados: recomenzar la evangelización conociendo la verdad. El resultado fue asombroso. La revelación los dejó fulminados: los indios seguían en poder del Diablo. Fingían adorar a Cristo, a la Virgen, a los santos, pero adoraban al Demonio. Los ídolos estaban dentro de los altares, todas las imágenes encubrían a los diablos. El Demonio los había derrotado”. (2)

   El siguiente texto corresponde a Don Pedro Ponce, beneficiado que fue del partido de Tzumpahuacán. “Al tiempo y cuando han de barbechar sus tierras primero hacen su oración a la tierra diciéndole que es su madre y que la quieren abrir y ponerle el arado o coa, a las espaldas a este punto piden favor a Quetzalcóatl para que les dé esfuerzo para poder labrar la tierra. Hechos los barbechos y llegado el tiempo en que se han de sembrar van a los barbechos y allí primero invocan a ciertos espíritus que llaman tlaloques o tlamancazque suplicándoles tengan cuidado de la cementera guardándola de los animalejos como tejones, ardillas y ratas para que no les hagan, daño luego la siembran. A los siete u ocho días que ya el maíz ha salido llevan a la cementera una candela de cera y copal en honor de estos espíritus y encienden y queman el copal en medio de la cementera y vuelven a pedir les libren sus cementeras de los dichos animalejos.

   Estando ya el maíz para el primer deshierbe vuelven a llevar una candela de cera y una gallina para sacrificar al bordo de la cementera poniendo la candela encendida en medio de la cementera luego aderezan al ave que fue sacrificada, con tamales la llevan a donde está la candela en el medio y allí la ofrecen a la diosa Chicomecóatl, diosa de los panes que dicen habita en la sierra de Tlaxcala y le hacen su oración y petición y habiendo estado allí un rato la quitan y la comen con lo demás y luego queman copal. Antes de empezar el deshierbe invocan a Quetzalcóatl pidiéndole su favor y esfuerzo con ciertas palabras que usan a ese tiempo.

   Los que son curiosos entre los naturales no permiten se quite al maíz hoja ninguna hasta que los jilotes apunten a salir y habiendo ya salido toma de las hojas del maíz y primeros jilotes con las primeras flores y primer miahuatl y las primeras cosas que la tierra da en aquel tiempo y las llevan a ofrecer delante de las trojes con un ave, tamales, copal y una candela de cera y pulque para derramar la parte que baste delante de las trojes. A los primeros elotes que las cementeras dan hacen otro ofertorio a lo que ellos dicen tlaxquiztli que teniendo aparejadas las cosas necesarias para este sacrificio que son hule, papel que dicen texamatl y unas como camisillas de manta que llaman xicoli, copal, pulque, una candela de cera y una gallina para sacrificar.

   Toman los primeros elotes y vanse a los cerrillos a donde tienen sus cuecillos que llaman teteli que son como altares es mandato que a estos cuecillos no vayan los niños para que no descubran lo que se hace y llegados allá hacen fuego al pie del cuecillo o en medio en honra del dios Xiuhtecutli y el más sabio toma un tiesto de este fuego y échale copal e inciensa todo el lugar del sacrificio y luego enciende la candela de cera y la pone en medio del cuecillo y hecho esto toma la ofrenda que es el huli, copal, pulque y las camisillas y jícaras papel y los ofrece ante el cuecillo y fuego. Acabado esto ponen los elotes a asar y toman del pulque ofrecido, derraman de él delante del cuecillo y fuego y rocían los elotes con el pulque algunos se sangran de las orejas y rocían los elotes y lugar con la sangre.

   Luego toma la gallina que se llevó para el sacrificio y la degüellan ante el fuego y cuecillo mandan aderezar esta ave y con tamales la ofrecen ante el fuego y cu y las camisillas las visten algunas piedras que allí ponen lo cual acabado comen los elotes y lo demás ofrecido bebiéndose el pulque y de esta manera pagan las primicias de los nuevos frutos.

   Ya que el maíz está para coger en la cementera donde hay caña que lleva dos o tres mazorcas que llaman Xolotl luego el dueño da aviso al que es maestro de las ceremonias que suele ser un viejo y le dice como ha habido buen temporal en su cementera viene el maestro y viste la caña con las dos o tres mazorcas manda se hagan dos géneros de tamales para otro día tamales blancos y texquitamales y viendo va a la cementera y arranca aquella caña de dos mazorcas él y el dueño de la cementera, toman los tamales hechos y la caña y se van fuera del poblado a algún lugar en donde se dividan dos caminos, uno va para una parte y el otro, para otra, y allí el maestro ofrece los dos géneros de tamales y la caña con las dos mazorcas puestas las puntas de la mazorca hacia la sierra de Tlaxcala al oriente que es donde habita la diosa Chicomecóatl, diosa de los panes, haciendo un razonamiento y enviando embajada con las mazorcas diciendo yn tixolotl ximohicatiuh maxicmonahuatiltiti in iztaccihuatl ca in mochihua motequipanoa in quimonequiltia y estos tamales ofrecidos no los puede tomar sino fuere algún pobre que pase y cuando no pasa los vuelven a dar a alguno de los pobres del pueblo esto dicen que es el alforja del Xólotl que va con la embajada por mensajero. 

  Al tiempo de coger la cementera primero hacen invocación a la diosa Chicomecóatl y dicen chicomemecoatle caonihualla ya titequetzal ya titecencozqui ca onic in noteocuitlachiquh in noteocuitlamacpal. Cogido el maíz ya que lo han echado en la tierra lo saludan y dicen tlaxihualaauh tlaltechtli nican mopan nocontema in chicomecoatl amo ce tocon elehuiz.” (3)

   Ay México, México, que grande eres. Dicen que te queremos, pero más bien, no te respetamos… Eres grande, no hay duda.


  Esta foto correspone a uno que creo es un Cue, en El Calabozo, Salamanca, Guanajuato.


  Se dice que ese promontorio que se ve sobre el Cerro Gordo de Salamanca es un cú.

Fuentes:

1.- Cárdenas García, Efraín. El Bajío en el clásico. El Colegio de Michoacán, Zamora, 1999

2.- Benítez, Fernando. Presentación a: El alma encantada. Anales del Museo Nacional de México. Instituto Nacional Indigenista. FCE. México. 1987, p.VII.

3.- Ponce, Pedro. Breve relación de los dioses y ritos de la gentilidad. En Tratado de idolatría. Anales del Museo Nacional. Tomo VI. Edición facsimilar, FCE, México, 1987, pp. 7-8


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