sábado, 11 de enero de 2020

El antiguo Palacio de Comunicaciones.

  Fue el primer edificio construido para ser sede de una Secretaría de Estado en México. Esta circunstancia explica la importancia que se concedió a este edificio, patente en la monumentalidad de su arquitectura y la notable decoración de sus interiores. El edificio de correos resulta menos lujoso en comparación con el de comunicaciones, lo que nos recuerda que el Palacio Postal no alojaba, después de todo, sino unas dependencias de la Secretaria de Comunicaciones y Obras Públicas. Por ello, no resultaba lógico que la secretaría a cargo de estas obras permaneciesen alojada en el vetusto oficio de la vetusto edifico de la antigua aduana, en la plaza de Santo Domingo de la Ciudad de México.

Adicionalmente, para enfatizar la imagen que se quería imprimir a la nueva sede de la Secretaría en el terreno de las comunicaciones de tomó la decisión de vincular a la misma oficina de telégrafos, ya que este medio de comunicación era la imagen más elocuente de los cambios que la tecnología estaba produciendo en ese sector.

La complejidad arquitectónica y constructiva de un edificio como este planteaba al mismo tipo de problemas –sin precedentes- que el gobierno de Porfirio Díaz enfrentaba en los casos casi simultáneos en los edificios de Correos, Palacio Legislativo y el nuevo Teatro Nacional: formación –y experiencia, sobre todo- de los arquitectos de México no permitía reclutar entre sus filas a los profesionales que pudiesen abordar proyectos cuya complejidad y tecnología constructiva eran muy poco habituales en nuestro país.

No solo era considerable el reto que significaban las nuevas tecnologías que proyectos de esta magnitud exigían aplicar. Incluso la ejecución de los trabajos de cantería, labrado de mármol, yesería, herrería decorativa, bronce, candiles y ebanistería, sin olvidar desde luego las delicadas partes de la decoración, como la escultura y la pintura alegórica de un inmueble de esta categoría, planteaban un reto que los artesanos mexicanos no estaban acostumbrados a enfrentar, tanto por la calidad que estas obras exigían como por la corrección estilística y formal que eran necesario alcanzar.

Así pues, no es extraño que se encomendase a un italiano, Silvio Contri, el proyecto del nuevo edificio para la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. Contri, a su vez, como Boari en los proyectos que desarrolló, se dirigiría a Europa a contratar una cantidad muy importante de proveedores, que se encargarían del suministro de materiales de todo tipo y de la ejecución de los trabajos más delicados.

Es evidente que la tecnología empleada en la construcción del Palacio de Comunicaciones constituye uno de los más fuertes argumentos para hablar de la modernidad de este edificio: la estructura de metal –de la empresa newyorkina Millken Brothers, misma que, como ya señalamos, suministró las de correos, el Teatro nacional y el Palacio Legislativo, las instalaciones hidráulicas y eléctrica, la telefonía y los ascensores no dejan duda al respecto. Pero incluso en otros ángulos menos evidentes para quienes vemos este edificio desde las postrimerías del siglo XX, el Palacio de Comunicaciones era, en todos los aspectos, parte de un proyecto de carácter decididamente modernizador. 

Nos referimos al hecho de que sus formas parecen remitirse de manera inequívoca al pasado: pero esto, en el contexto de la cultura universal de la época –y muy particularmente en el caso mexicano- no significa que esta arquitectura fuese percibida por sus contemporáneos como algo perteneciente al ayer: el lenguaje decorativo de carácter historicista era un recurso ornamental que no impedía que estos edificios fuesen vistos como obras inequívocamente modernas.

Dentro de los edificios antiguos levantados en suelo mexicano no había muchos que mereciesen el respecto de los hombres del liberalismo decimonónico, a excepción de las pocas muestras del clasicismo de los años finales del régimen colonial, como el palacio de minería y algunos otros.

 No es por ello accidental que el Palacio de Comunicaciones se ubicase frente al Palacio de Minería, dejando además una amplia plaza entre ambos para realzar las vistas de los dos: solo un edificios de formas más europeas que coloniales, como esta obra de Tolsá era digno de permanecer frente al nuevo Palacio de Comunicaciones. En la actualidad, al ver esta plaza desde el oriente, con Minería a la izquierda y Comunicaciones a la derecha, el edificio “Garantías” –de 1908- al fondo, el Correo en el ángulo de la izquierda y el Palacio de Bellas Artes atrás de éste, se tenderá una perspectiva urbana de las más europeas que puedan encontrarse en la capital. No debe sorprender, por la misma razón, que se considerase demoler el hospital de San Andrés, de origen colonial, para edificar allí la obra de Contri.

 Luego de un análisis, advertimos que Silvio Contri adoptó algunas de las soluciones del Palacio de Minería; sin embargo, no se trata de una imitación de las formas del edificio de Tolsá por parte de Contri, pues muchos edificios más que habrían podido servir de modelo, se trata de estrategias compositivas dictadas por el entorno, un aspecto que no puede dejar de lado un arquitecto. Ahora bien, a diferencia del Palacio Postal, cuyos cuatro niveles son de altura muy semejante, es muy notoria la diferencia en las alturas de los pisos del Palacio de Comunicaciones: el sótano apenas sobrepasa el nivel de la calle; la planta baja es de altura normal y luego viene –de manera similar al de minería- un piso de baja altura, con ventanas casi cuadradas, vinculado a la parte inferior con pilastras almohadilladas hasta integrar un gigantesco basamento

 Por último, el piso principal, de gran altura y único articulado con los órdenes arquitectónicos, queda casi suspendido en la parte superior del palacio y su monumentalidad es minimizada por la mayor dimensión vertical del basamento, que alcanza tres niveles. Esto fue criticado por arquitectos como Vicente Mendiola. Pero cabe una observación: si Contri hubiese ubicado el piso principal no en el segundo piso, donde quedó, sino en el primero, como era usual, la escalera necesitaría un cincuenta por ciento más de escalones para alcanzar el segundo piso. Contri hizo compensaciones para resolver su gran escalera: a fin de que el vestíbulo adquiriese monumentalidad suprimió el sótano en este sector, tuvo que agregar dos rampas laterales previas para subir al nivel de arranque de la escalera principal, cuya altura es la necesaria para llegar al primer piso. Pero al reducir la altura de éste piso debió eliminar escalones en el segundo y último tramo recto de la escalera, que desembarca así en una especie de descanso previo al corredor. Todas estas correcciones son apenas perceptibles, y tampoco advertimos que la altura del piso principal representara un problema para el diseño de la monumental escalera. 

 Y es posible, si vemos del esquema de las tres rampas de la escalera de Contri, advertir aquí una coincidencia más con Tolsá: tanto en Minería como en Comunicaciones encontramos escaleras del tipo llamado Imperial, con tres rampas, solo que en la mayoría de los casos, el ascenso se inicia por la rampa central y concluye, después del descanso, con dos laterales. La escalera de Minería, en cambio, arranca con las dos rampas laterales para concluir con la central, igual que en el Palacio de Comunicaciones. Esta no es una solución usual, puede ser una casualidad, pero los esquema de ambas escalinatas, rampas curvas o rectas, son idénticos.

 Además de las anteriores consideraciones, merecen algún comentario otras soluciones del Palacio de Comunicaciones. En el vestíbulo de acceso Contri hace un hábil manejo de las alturas desiguales de las plantes de su edificio, como ya se ha mencionado. Las columnas que enmarcan las perspectivas contribuyen a la monumentalidad de este salón de acceso y las rampas de la escalera se convierten en el foco natural de atención de quienes ingresan a este espacio.

 En cuanto al patio, que suele recibir críticas de los arquitectos, es precio recordar que Contri pensó originalmente cubrirlo con un techo de metal y vidrio; si así se hubiese ejecutado podríamos ver hoy este lugar menos como un patio y más como un gran hall como los que Boari concibió para el edificio de Correos y el Teatro Nacional, con la escalera como elemento central de la composición. Si imaginamos esta escalera y algunos corredores sin la cancelería de hierro y cristal que ahora tienen –de manera absurda en algunos casos, ya que el sector de los balaustres en la escalera queda abierto al exterior, podremos apreciar la diferencia entre los actuales límites del patio y la mayor comunicación visual con los corredores y las rampas de la escalera que debió concebir Contri originalmente. 

 Se puede decir que Contri hizo un patio con las proporciones del hall moderno, del patio tradicional sobrevive el tratamiento ornamental, con pilastras y columnas de presencia monumental, pero las cerradas perspectivas occidentales le niegan este carácter. Del hall son en cambio las proporciones verticales y la relativa estreches de su extensión, que dejarían de ser características desfavorables si una cubierta de cristal redujera su altura y permitiese que este espacio fuese percibido como un recinto limitado; en este momento, lo percibiríamos como un gran espacio cerrado, y no como uno pequeño y abierto, que es lo que ahora ocurre.

 La severidad del gris oscuro de la piedra de Xaltocan de sus muros dentro y fuera convenía a un edificio que representaba la dignidad del estado. La riqueza de los interiores, con el colorido de la ebanistería, los dorados y las pinturas, contrasta con el severo exterior y comunica al espectador un sentimiento de exaltación y orgullo por lo que aquel estado representa. Es esta una de las misiones más sutiles y delicadas que compete cumplir a la arquitectura, y podemos afirmar que Silvio Contri y su equipo conocían a la perfección los medios para logar esta clase de efectos, toda la tradición italiana los ponía en sus manos.

Se puede decir que el Palacio de Comunicaciones fue el último edificio representativo del porfiriato, ya que si bien su conclusión fue posterior al término de aquel régimen, no se alteró lo previsto en el proyecto original de Silvio Contri. El Palacio Legislativo, en cambio, debió abandonarse para ser transformado, irónicamente, en el símbolo de lo opuesto a Porfirio Díaz. En cuanto al Teatro Nacional su muy tardía terminación –al inicio de la década de 1930- impuso modificaciones de gran importancia a la concepción original de Boari, que sin embargo no son desafortunadas. Al lado del edificio de Correo, el Palacio de Comunicaciones quedaría como uno de los testimonios más elocuentes de la modernización del país en la etapa que correspondió al gobierno porfirista.

 A lo largo de las décadas el Palacio de Comunicaciones ha mantenido la dignidad de su realización original. Los diversos usos que ha recibido no han causado en él daños irreversibles, y solo se puede mencionar el desplome ya antiguo que acusa hacia el norte como uno de los problemas que padece. Pero dada la naturaleza del subsuelo de la ciudad de México y lo ligero de esta inclinación no es un problema de mayor importancia.































Fuente:

Patrimonio Artístico de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Gobierno de la República. México, 2018. pp. 48-59

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