Hay una historia que nos cuenta sobre los tlaloques, esos seres que acompañaban a Tláloc, la deidad de la lluvia entre los antiguos mexicanos y la asociación de ideas con la frase "llover a cantarazos", otra más nos da la idea del arcángel San Miguel asociada con los cerros, si juntamos un concepto con en otro, entendemos que San Miguel, celebrado el 29 de septiembre, en plena temporada de lluvias, y Tláloc, que se pensaba moraba en los cerros forman un sincretismo que se manifiesta con claridad en una población de Tlaxcala, próxima a Cacaxtla en donde -se dice- ocurrió una milagrosa aparición:
En el lugar de San Bernabé, Colonia del Curato de Santa María Nativitas, haciendo en una procesión un indio… que se llamaba Diego Lázaro de San Francisco, se le apareció el Soberano Arcángel San Miguel... dice en su narración el Padre Florencia, S. J. Esta aparición ocurrió el año de 1631, dando origen a un santuario llamado de San Miguel del Milagro en el hoy Estado de Tlaxcala.
El Lic. don Pedro Salmerón fue el primero en registrar la noticia del prodigio, así como el culto que suscitó y los primeros intentos de construir el santuario, en un relato de la aparición cuya copia existe en el Archivo General de la Nación, entre los papeles de don Lorenzo Boturini. Más tarde, el Padre Nieremberg comentó de nuevo el milagro y, finalmente, hacia 1692 se imprimió en Sevilla la "Narración de la Maravillosa aparición que hizo el Arcángel San Miguel", escrita por el Padre Florencia S. J. por orden del Illmo. señor Fenández de Santa Cruz, y que es el mejor de los tres relatos sobre la tradición y santuario de San Miguel del Milagro. Posteriormente han tratado el mismo asunto diversos autores, como lo hace don Genaro García en su biografía de don Juan de Patafox y. por último, en el número 51 de la revista "Hoy", en febrero de 1938, Eduardo Enrique Ríos publicó, sobre dicho tema, un artículo acompañarlo de varias fotografías del santuario.
Todos los cronistas refieren, con mayor o menor amplitud, cómo el año de 1631 se apareció el Arcángel San Miguel al indio Diego Lázaro, revelándole que en un sitio próximo, en el fondo de una quebrada del cerro, se encontraba una fuente de agua santa o milagrosa que tenía virtud de sanar a los enfermos. Diego I.ázaro hizo tal revelación del conocimiento de las autoridades civiles y eclesiásticas y, tras de algunos tropiezos y contrariedades, el Illmo. señor don Gutierre Bernardo de Quirós, entonces obispo de Puebla, ordenó se iniciaran las averiguaciones correspondientes.
La primera fue diligenciada por don Alonso Herrera, Canónigo de Puebla, el mismo año de la aparición. Después, el Illmo. señor don Juan de Palafox y Mendoza se interesó mucho por el prodigio ocurrido en su Diócesis y ordenó una segunda información el año de 1643, con mayor cuidado y detenimiento que la anterior y abundantes declaraciones y testigos de todas calidades. Una tercera información fue encargada por el Cabildo Sede Vacante, hacia 1675, presidida por el Juez Vicario del Obispado y dos Canónigos del mismo y llevada a efecto por el doctor don José Salazar Varona, quien era entonces Racionero de la Catedral de Puebla.
Desde los primeros días que sucedieron al milagro, la fuente descubierta fue muy visitada y se empezó a rendir culto allí a San Miguel, mas no fue posible construir desde luego templo alguno, tanto porque lo quebrado del terreno aumentaba mucho el costo de cualquier construcción, como porque aun sin tales dificultades, los pobres recursos de los vecinos no alcanzaban para obras de tanta importancia. Por ello, en un principio, no pudo hacerse más que poner una imagen de San Miguel "en un hueco hecho a mano en la misma quebrada"; poco después se hizo en 10 alto de la barranca una pequeña ermita con techumbre de paja y más tarde esa ermita se reconstruyó con mayor solidez, poniéndole su techo de vigas y terrado, pero ya no en lo alto sino en el fondo de la propia barranca, en el mismo lugar del manantial.
Por entonces tampoco el pozo del agua santa había sido arreglado y se –encontraba casi en su estado primitivo, sólo que cada vez aumentaba su diámetro por la tierra que constantemente le extraían y la cual, junto con la propia agua, era aplicada a los enfermos, Cuando la ermita se reconstruyó abajo del cerro, quedó la fuente dentro de ella "arrimada al altar del Santo -dice Salmerón-, cubierta con una como puerta levadiza, de suerte que el sacerdote que celebraba estaba sobre la fuente..."
El IlImo. señor don Gntierre Bernardo de Quirós había muerto desde 1638 y, para substituirlo, fue designado don Juan de Palafox y Mendoza, quien, a pesar de que llegó a México en 1640, no pudo hacerse cargo de su Diócesis sino tres años más tarde cuando dejó sus puestos de Virrey y Arzobispo de México.
En ese año de 1643 visitó el señor Palafox la ermita de San Miguel y allí dijo misa. Para esclarecer debidamente lo que la tradición del lugar refería, ordenó hacer otra información, como antes dije, y luego, tomando gran afición por la ermita y por la devoción que el milagro le inspiraba, dispuso la construcción de un templo y el arreglo del lugar, cual convenía a sitio tan favorecido y visitado.
Parece que en el primer proyecto del templo el pozo quedaba dentro de la iglesia, como ya lo estaba en la segunda ermita, pero ese proyecto fue rechazado y se determinó, con mejor sentido, que el pozo quedara fuera y al frente del nuevo templo.
Nada despreciables deben de haber sido los gastos que la nueva construcción ocasionó, pues para realizarla fueron menester obras extraordinarias como rebajar el cerro y terraplenar parte de la barranca; para todo ayudó Palafox ampliamente, ya con dinero de su peculio particular en muy buena parte, y luego con los donativos de algunos eclesiásticos y el producto de la colecta pública que se hizo con autorización del señor don Juan de Mañozca, Arzobispo de México, y del Virrey Conde de Salvatierra. Cuando el templo quedó concluido, el Illmo. señor Palafox lo consagró, celebrando la primera misa que allí se dijo.
Desde un principio la afluencia de peregrinos hizo sentir la necesidad de una hospedería o sitio en que encontrasen abrigo los visitantes y especialmente los enfermos que en gran número acudían. En los primeros años, cuando la ermita estaba en el cerro, los devotos se guarecían en unas cuevas que hicieron en las paredes de la barranca; esas oquedades en el tepetate del cerro eran alojamiento demasiado primitivo e insuficiente y, por ello, cuando se construyó la iglesia, se hicieron también algunas casas de adobe.
Según el relato del Padre Florencia, la construcción de la hospedería corresponde al celo y esfuerzo del Illmo. doctor don Manuel Fernández de Santa Cruz, quien se hizo cargo del Obispado de Puebla en 1687: sin embargo, Florencia reconoce que otras construcciones importantes se hicieron antes del gobierno del señor Santa Cruz y así cuenta que, durante el episcopado del señor don Diego Osorio de Escobar, se construyó "la escalera de piedra de cantería que baja al patio de la Iglesia", gracias a la munificencia del general don Diego Orejón, prominente vecino de la ciudad de Puebla.
En realidad, bien puede afirmarse que la narración del Padre Florencia, S.J., trata un poco superficialmente la obra del señor Palafox en San Miguel del Milagro y, al mismo tiempo, tiende a resaltar lo que hizo el Obispo Santa Cruz, a quien el autor dedica encomiásticamente su libro; así, Florencia no dice que Palafox tuviera en San Miguel un lugar de retiro a donde iba con frecuencia en busca de aislamiento y paz espiritual; siendo así que la preferencia demostrada por Palafox al agreste y devoto sitio de la aparición fue y es bien conocida. Don Genaro García habló de ella diciendo: "Objeto especial de la piedad religiosa de Palafox fue una humilde ermita dedicada al Arcángel San Miguel en el pueblo de San Bernabé, de la jurisdicción de Santa María Nativitas". Aún se conserva la tradición viva y allí se encuentra una mediana pieza que, hasta hoy, es llamada "el cuarto del Venerable", donde guardan como reliquias diversos objetos que fueron del señor Obispo Palafox.
El silencio que sobre esto guarda Florencia parece intencionado y sugiere la sospecha de que tal vez se debió al resentimiento que la Compañía de Jesús conservó, durante mucho tiempo, en contra del santo Obispo que tan enérgicamente luchó para reducir a orden y autoridad a los ensoberbecidos jesuitas de Puebla en el siglo XVII.
Finalmente, y para completar este breve resumen histórico, es preciso mencionar la construcción del aljibe y su correspondiente pila. Muy penosa y molesta resultaba la carencia de agua para uso corriente que se padecía en la hospedería y en las casas que se hicieron a un lado de la iglesia, en el fondo de la cañada, pues no había allí más agua que la del pozo milagroso, la que, naturalmente, no estaba para ser utilizada en los diversos menesteres de la vida diaria. Para remediar este grave inconveniente se construyó un aljibe que recibía el agua de lluvia escurrida de las vertientes próximas; pero, estando este depósito muy arriba del cerro, se adicionó de "un conducto subterráneo con su llave" que terminaba en una pila de piedra labrada, que al decir de Florencia tuvo un costo de mil pesos, y que fue regalada por el señor don Miguel Raboso de la Piaza, de quien no he podido tener más datos que el haber sido Alguacil Mayor de Puebla y haber fallecido el año de 1680 en esa ciudad.
En la actualidad el santuario de San Miguel del Milagro, que sigue siendo visitado por gran número de peregrinos, comprende distintas construcciones de varias épocas y de muy diverso valor artístico.
Fuente:
Rojas Garcidueñas, José. Anales. IIE-UNAM, México, 1939
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