En estos días, que se recomienda quedarse en casa, de seguro tendrás tiempo suficiente para entretenerte con la lectura de un documento que, habiéndose publicado en 1712, mantiene la ortografía propia de la época, esto va más allá del uso de la B y la V, de la C, la S y la Z pues, eran tiempos en que la Z se escribía como Ç, es decir la ce con vírgula fonéticamente era lo que hoy pronunciamos como Z, teniendo en cuenta que acá en México no hacemos diferencia al pronunciarla, otra "curiosidad" que encontrarás en el documento es la manera de escribir la S, regularmente la confundimos con la F, por ejemplo, veremos ahí "fea offado" lo cual se debe leer como "sea osado". Y para ampliar este ejercicio, te dejo el documento que se emitió diez años después, en 1722 como consecuencia a la ordenanza. Como es manuscrito se complica aún más su interpretación, especialmente si tu educación primaria fue ya con letra de molde, pues la caligrafía de aquellos años te será, quizá, confusa. Veamos:
jueves, 26 de marzo de 2020
sábado, 21 de marzo de 2020
Los otros títulos que llegaron a ostentar los virreyes de Nueva España
De las órdenes militares que hubo en Nueva España hemos hablado ya, eran cuatro, la de Santiago, Alcántara, Calatrava y Montesa. También hablamos ya sobre los títulos nobiliarios que comenzaban como Señores y continuaban como Condes, Marqueses y Duques para luego seguir con Infantes y Príncipes y llegar a los más elevados niveles de Reyes y Emperadores. Lo que hoy veremos son los demás títulos que iban acumulando ciertos personajes, teniendo como ejemplo alguno de los sesenta y tantos virreyes que hubo en lo que entonces era México. Quizá has visto la retahíla de cargos que se ponían en los documentos oficiales, eran tantos que mejor escribían el consabido &a. es decir, etcétera, veamos:
La Insigne y Real Orden de San Jenaro es una orden militar de la Real Casa de Borbón de las Dos Sicilias. Lleva el nombre del santo homónimo, patrono de Nápoles; fue fundada por Carlos VII de Nàpoles de Borbón, Rey de Nápoles y Sicilia, posteriormente Carlos III como rey de España, el 3 de julio de 1738 para celebrar su boda con la Princesa María Amalia Walburga de Polonia y Sajonia. (La medalla de San Jenaro en la imagen de abajo.)
La Insigne Orden del Toisón de Oro es una orden de caballería fundada en 1429 por el duque de Borgoña y conde de Flandes, Felipe III de Borgoña. Es una de las órdenes de caballería más prestigiosas y antiguas de Europa, y está muy ligada a la dinastía de los Habsburgo y a las coronas de Austria y España.
Consejo de su majestad. Instituido inicialmente por Fernando I, Juan I lo estableció definitivamente en las cortes de Valladolid de 1385. También asesoraba a los reyes en esa época.
Mayordomo mayor. El advenimiento al trono de España del rey Felipe el Hermoso casado con Juana I de Castilla, hija de los Reyes Católicos, hizo que éste trajera la llamada etiqueta borgoñona de la Corte de su abuelo Maximiliano I de Habsburgo y, por tanto, se instituyera el cargo de mayordomo mayor del rey de España con funciones semejantes a las que antes había desempeñado el mayordomo mayor del rey de Castilla. (En la imagen de abajo aparece el duque de Alba, mayordomo mayor de Carlos V y Felipe II.)
Comendador. El régimen de encomienda español tiene orígenes que se remontan a la Reconquista (722 - 1492). Cada vez que un territorio era conquistado a los musulmanes, quedaba encomendado de por vida a su liberador, el príncipe o caballero que lo recuperaba usando su tropa, quien a partir de la encomienda pasaba a llamarse comendador. La tropa, compuesta por soldados que solían ser miembros de la servidumbre personal, leva o mercenarios, adquirían el derecho a una porción de la tierra recuperada (para ocuparla y en carácter de usufructo vitalicio) dentro de la jurisdicción encomendada por el Rey de Castilla. El Rey conservaba la propiedad de la tierra. A su vez, todos eran vasallos del pontificado de Roma. En el esquema tributario, todos pagaban tributo al comendador, a la Iglesia y al Rey de Castilla.
Capitán general. Un capitán general es un rango, grado o empleo del ejército, como lo son teniente general, coronel, alférez o sargento; de hecho es el grado supremo. Pero también era el mando, función, destino o cargo que se ostentaba, como el más alto de una región militar (también llamada capitanía general).
El empleo de capitán general apareció en España durante el siglo XVI, poseyendo funciones tanto militares como de gobierno. En la América dominada por la corona española este cargo solía corresponder a los virreyes, aunque debido a la extensión de los virreinatos fue necesario nombrar como capitanes generales a los gobernadores, que actuaban en determinadas áreas de menor extensión; en lo militar y gubernativo, sus funciones eran muy similares a las del virrey. (Hasta aquí todas las descripciones las he tomado de Wikipedia.)
Gentilhombre de cámara del rey. Existían otras distinciones honoríficas a las que se hicieron merecedores algunos novohispanos. Entre ellas destaca el cargo honorífico de Gentilhombre de cámara del rey, el cual implicaba que los agraciados, generalmente miembros de la nobleza, tenían llave de entrada a la recámara del rey, pudiendo entrar en cualquier momento y en particular cuando el monarca despertaba. Una llave de oro prendida en la casaca simbolizaba el distinguido oficio.
En Nueva España recibieron tal distinción seis nobles, el marqués de San Miguel de Aguayo, el IV conde de Contramina, los condes de Santiago Calimaya VIII, X y XI y el segundo conde de Regla. Este último notificó “a la nobilísima ciudad” en 1897 que le había concedido la gracia y que había hecho el juramento correspondiente ante el Arzobispo. Asimismo imprimió una tarjeta de visita informando que había recibido tal dignidad. (1)
Ahora, con todos estos datos, podemos entender cuál era la importancia que cada uno tenía, no se trataba de llenar toda una página con títulos, sino que era la forma de mostrar en dónde, dentro de la complicada estructura social venida de España, se ubicaba y, por tanto, el alcance que sus decisiones tenían. La lista incluye apenas seis de los 66 virreyes que hubo en la Nueva España.
Don Joseph Sarmiento Valladares, caballero del orden de Santiago, conde de Moctezuma y de Tula, visconde de Ylucan, señor de Monterrosano de la Peza, del consejo de su majestad, su virrey y lugarteniente, gobernador y capitán general de esta Nueva España y presidente de la real audiencia de ella, etc.
Don Francisco Fernández de la Cueva Enríquez, duque de Alburquerque, marqués de Cuéllar, conde de Ledesma y de Huelma, señor de las villas de Monbeltrán, la Codossera, Lanzahita, Mijares, Pedro Bernardo, aldea de Ávila, san Esteban Villarejo y las Cuevas, comendador de Guadalcanal, en la orden Santiago y de Benfayan en la de Alcántara, gentilhombre de la cámara de su majestad, su virrey lugarteniente, gobernador capitán y general de esta Nueva España y presidente de la real audiencia de ella, etc.
Don Juan de Acuña, marqués de Casa-Fuerte, caballero del orden de Santiago, comendador de Adelfa en la de Alcántara, del consejo de su majestad en el supremo de guerra, capitán general de los ejércitos, virrey, gobernador y capitán general de esta Nueva España y presidente de la real audiencia y chancillería que en ella reside, etc.
Don Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta, arzobispo de la santa iglesia metropolitana de México, del consejo de su majestad, virrey, gobernador, capitán general de esta Nueva España y presidente de la real audiencia y chancillería que en ella reside, etc.
Don Pedro de Castro Figueroa y Salazar, duque de la conquista y marqués de gracia real, caballero de las órdenes de Santiago y real de San Genaro, comendador de Castilseras en la de Calatrava, capitán general de los ejércitos de su majestad y de su consejo supremo de guerra, teniente coronel de sus reales guardias de infantería española, gentil hombre de la cámara con entrada de su majestad y de su supremo consejo de guerra, virrey, gobernador y capitán general de esta Nueva España y presidente de la real audiencia de ella, etc.
Don Pedro Cebrián y Agustín, conde de Fuenclara, grande de España de primera clase, caballero del insigne orden del toisón de oro, del real de San Genaro, comendador de las pueblas en el de Alcántara, mayordomo mayor del serenísimo señor infante don Phelipe, señor de las varonías de Lucernic, Boquiñén y Maleján, Ribas, de la Villa de Albesa y Pardiña de Alcamin, virrey, gobernador y capitán general de esta Nueva España y presidente de la real audiencia de ella, etc.
Fuente:
1.- Zárate Toscano, Verónica. Los nobles ante la muerte en México. El Colegio de México, 2005, p.90
viernes, 20 de marzo de 2020
Un balance de la feria de San Juan de los Lagos en 1857
Uno de los archivos históricos que tengo pendiente de consultar es el de San Juan de los Lagos pues, una vez, en el de Salamanca, encontré un documento de la compra de algunos objetos litúrgicos justo en la afamada feria, la que era la más grande que se realizaba en Nueva España, aunque, claro es, ese poblado se localizaba en la Nueva Galicia, como quiera, ya para la época que nos ocupa, la Reforma, México llevaba 36 años de vida independiente. El documento que refiero, el de la compra, es de 1860 y este que ahora comparto de 1857. Me parece interesante lo que ahí aparece, por un lado el tipo de mercancías que se expendían en la feria, por el otro los centros de producción o, en todo caso, las rutas de transporte, en este caso de arrieros, que llevaban la mercancía que no fue vendida, de regreso a sus lugares de origen. Si el tema te interesa, te recuerdo que tengo un artículo que habla de esta feria en 1797. Un reportaje gráfico que hice de San Juan de los Lagos está aquí.
“Al aproximarse la época en que tiene lugar anualmente la feria do San Juan de los Lagos, creí conveniente que los impuestos que allí debían pagarlas mercancías nacionales y extranjeras, se sujetasen al decreto de 4 de Octubre de 1855, que al efecto se sirvió V. E. declarar vigente: y para evitar los fraudes que suelen cometerse en el pago del derecho de contra registro, respecto de muchas de las mercancías que vienen á aquel punto, se previno por circular que se exigiese dicho impuesto en los lugares de donde se dirigieran dichas mercancías á la feria.
Dé conformidad con lo practicado anteriormente, Se nombró un comisionado por el ministerio para que concurriera a vigilar los intereses del erario, según las instrucciones que al efecto se le dieron. Dicho comisionado, que lo fue el Sr. D. José Antonio Morales, cumplió satisfactoriamente su encargo, presentando á su regreso el informe y estado que acompaño á esta Memoria, marcados con los números 184 y 185 por los cuales puede ver V.E. el movimiento general de valores que hubo en la repetida feria, y , lo que por diversos impuestos se recaudó en ella.
Del movimiento mercantil que hubo en la Feria de San Juan de los Lagos, perteneciente al Estado de Jalisco, con expresión del número de bultos nacionales y extranjeros que fueron introducidos de las aduanas terrestres de cada uno de los Estados de la República, así como de las marítimas y fronterizas, los consumidos, los devueltos por invendibles, lugares donde fueron conducidos, la clase de ellos, su valor y derechos que causaron; cuya noticia la da el interventor de la propia Feria, que suscribe, en cumplimiento de lo prevenido por el Supremo Gobierno en la parte cuarta de las instrucciones que se le dieron para el desempeño de su comisión.
Fuente:
Lerdo de Tejada, Manuel. Memoria del Ministro de la Hacienda Pública. Imp. García Torres, México, 1857. pp. 18-19
jueves, 19 de marzo de 2020
La real Maestranza y las corridas de toros en la Nueva España.
En España existían otras formas de asociación que también implicaban prestigio: las Maestranzas de Caballería. En sus orígenes tenían como objetivo la capacitación de los nobles en la equitación a fin de que pudieran formar un cuerpo de caballeros que defendieran al reino. Sin embargo, con el paso del tiempo, las habilidades ecuestres fueron utilizadas únicamente para demostrar su estatus en festejos públicos, particularmente en corridas de toros y rejoneos.
Los miembros de la Maestranza tenían privilegios y también deberes, y derechos que representaban la integración de la comunidad. Les permitían desarrollar el sentido corporativo del grupo en una especie de comunión intensa y, a la vez, exponer el prestigio hacia el exterior. Entre sus obligaciones estaban la asistencia colectiva a los entierros de sus miembros y, cuando uno de ellos estaba agonizando, debían suspender las actividades de la corporación y asistir a su lado. Además podían usar uniforme, similar al de la guardia real, en los actos públicos.
En 1790, 31 [fueron 30] distinguidos miembros de la sociedad novohispana a nombre del Cuerpo de Hijosdalgo americanos y europeos que formaban la nobleza de la Nueva España solicitaron el establecimiento de una “maestranza de este lado de la mar océano”. La iniciativa representaba las aspiraciones de la nobleza novohispana de imitar a sus hermanos peninsulares, “dar a la noble juventud americana aquel ilustre ejercicio que les es propio. Y, al mismo tiempo, extender y afirmar la buena raza y cría de caballos”. Aunque la petición fue apoyada, por el virrey Revillagigedo, el Consejo de Indias no consideró prudente aprobarla. El deseo de construir esta maestranza está vinculado con la participación elitista en los juegos de cañas, simulacro de combate medieval que se realizaba en el México colonial. Pero el temor de la burocracia real por fomentar posibles dificultades políticas y fricciones hizo que la propuesta fuera denegada. Una vez conocida esta negativa, los novohispanos fueron admitidos en la Maestranza de Ronda. La razón de esta preferencia obedecía al hecho de que esta corporación buscaba reunir la mayor cantidad de fondos posibles para construir su monumental plaza de toros y las cuotas de los miembros eran una contribución importante. En el caso de la de Sevilla, no había tal urgencia de fondos y simplemente era cuestión de preferencias personales o relaciones familiares (1).
Había otras asociaciones, todas asociadas a la Iglesia, las Cofradías eran unas de ellas. Las más antiguas eran las órdenes religiosas de caballería: del Temple, de San Juan, la Teutónica, de Malta, del Santo Sepulcro. Además estaban las ordenes de caballería que igual denotaban un estatus social alto, estas eran las de Santiago, Montesa, Alcántara y Calatrava. Una orden más fue creada en 1771, la de Carlos III. Es interesante saber cuáles personajes en Nueva España ostentaron algunas de ellas. El listado lo veremos en otra ocasión.
Cualquier hidalgo auténtico español era ya de por sí caballero en cuanto a que era función de su nobleza acudir con la caballería en defensa de su patria y de su rey (2).
Recordando que en la entrada anterior vimos una lista de 30 importantes personajes que firmaron la solicitud para la creación de la Maestranza de México, carta que fue enviada en 1790, veinte años después, en 1810 al ver la composición del Cabildo de la Ciudad de México, notamos que muchos de los personajes referidos siguen teniendo importantes cargos:
REGIDORES PROPIETARIOS:
Antonio Méndez Prieto y Fernández
Antonio Rodríguez de Velasco
Ignacio Iglesias Pablo
Ignacio José de la Peza y Casas
Manuel de Cuevas Monroy Guerrero y Luyando
Manuel de Acevedo y Cosío (marqués de Uluapa)
León Ignacio Pico
Manuel Gamboa
Agustín del Rivero
Joaquín Caballero de los Olivos
REGIDORES HONORARIOS:
Juan Cervantes y Padilla
José María Echave
Francisco Cortina González
Francisco Maniau y Torquemada
José Ignacio Vélez.
ALCALDES DE MESTA. Los alcaldes ordinarios Fernando Hermosa y Francisco Arcipestre entregaron las insignias de justicia y fueron nombrados alcaldes de mesta.
REGIDORES HONORARIOS. Se dio posesión y prestaron juramento como regidores honorarios: Francisco Maniau, Francisco Cortina González y José Ignacio Vélez como síndico procurador general del común. Se vio un oficio del virrey, en el que aprueba las susodichas elecciones.
ALCALDES ORDINARIOS. Se vio un oficio del virrey, en el que responde a la Ciudad que aprueba la lista de los sujetos propuestos para ocupar el empleo de alcaldes ordinarios.
ALCALDES ORDINARIOS. Se nombró alcalde ordinario de primer voto a Francisco Arcipreste, reelecto por aclamación, y a Manuel del Cerro de segundo voto. Se acordó que el decano reciba la vara del alcalde ordinario de primer voto, mientras se restablece de su enfermedad el señor Arcipreste.
ALCALDE ORDINARIO. Se dio posesión y prestó juramento como alcalde ordinario de segundo voto Manuel Cerro. Se acordó llevar a presentar al virrey al alcalde ordinario y a los regidores bienales. (3)
1.- Zárate Toscano, Verónica. Los nobles ante la muerte en México. El Colegio de México, 2005, pp. 88-90
2.- Ibid
3.- Guía de las Actas de Cabildo de la Ciudad de México. Universidad Iberoamericana. Página web.
miércoles, 18 de marzo de 2020
La élite Novohispana, el caso de la Real Maestranza
Las imágenes que incluyo distan mucho en tiempo y más aún en posiciones sociales y económicas, son meramente (como lo he dicho varias veces) para “ambientar” la entrada. Retomando el tema de la nobleza novohispana, ahora nos referiremos a los que eran considerados hijodalgo, [HIJODALGO. s. m. Lo mismo que Hidalgo.] es decir, aquellos que probaban su pureza de sangre y que se constituían en las más refinadas asociaciones. Así como en el porfiriato existió el Jockey Club, el mismo que tenía su sede en la mansión del Conde de Orizaba, la mismo que hoy conocemos como la Casa de los Azulejos, en la segunda mitad del siglo XVIII se buscó crear la Real Maestranza de México, a ella solo fueron convocados treinta de los más acaudalados los unos, linajudos los otros y políticamente correctos los más. Ellos eran:
1.- El mariscal de Castilla, marqués de Ciria; José Pedro de Luna Gorráez-Beaumont y Hurtado de Mendoza.
2.- Juan Manuel Velázquez de la Cadena, capitán, señor de Villa de Yecla (España) y regidor del Ayuntamiento de México.
3.- Juan María de Barrios;
4.- Mariano de Velasco Núñez de Villavicencio, subdirector de la Real Hacienda, hermano del conde de Santiago.
5.- José Padilla y Gómez de Cervantes, V marqués de Santa Fe de Guardiola;
6.- José Francisco de Valdivielso y Azlor, II Conde de San Pedro del Álamo.
7.- Rafael Manuel Velázquez de la Cadena;
8.- Jerónimo de Soria y Velázquez, marqués de Villahermosa Alfaro,
9- Ignacio de Iglesias Pablo, Refidor, fiel ejecutor.
10.- Pedro Ignacio de Echeverez Espinal Valdivieso, marqués de San Miguel de Aguayo:
11.- José Juan de Fagoaga y de Lizaur Arozqueta y Aguirre, sobrino del marqués del Apartado.
12.- Joseph Ángel de Cuevas Aguirre y Avendaño, regidor perpetuo de la ciudad de México.
13.- José Mariano de la Peza y Casas, delegado de las Reales Cajas.
14.- Antonio de Bassoco y Castañiza, conde de Bassoco.
15.- Diego de Lasaga;
16.- José Flórez y Pereira, conde Casa de Florez, hijo del virrey Manuel Antonio Florez.
17.- Juan Ignacio González Vértiz, regidor de la Ciudad de México.
18.- Jerónimo López de Peralta Villarvillamil, esposo de la Güera Rodríguez. Miembro de la familia del marqués de Salvatierra.
19.- Manuel de Monroy Guerrero y Luyando, regidor del Ayuntamiento de la ciudad de México.
20.- Ignacio Beye de Cisneros, canónigo de la Colegiata de Guadalupe.
21.- Juan Bautista de Fagoaga, familiar del marqués del Apartado.
22.- Manuel Fernández de Veytia;
23.- Esteban González de Cossío, capitán de Granaderos.
24.- Juan Francisco de Castañiza y González, marqués de Castañiza.
25.- José María Fagoaga, marqués del Apartado.
26.- Tomás Gutiérrez de Terán, guardia de Corps de la Compañía Americana.
27.- el marqués de Torre y Campo;
28.- Alejandro Manuel Cosío Acevedo Estrada y Alvarado, marqués de Uluapa
29.- José María Romero de Terreros, conde de Regla; y
30.- Joaquín Gutiérrez de los Ríos. Coronel, Alcalde Mayor de Celaya.
Por lo demás, lo cierto es que si bien todos los que allí figuran "eran" ~con sus más y sus menos, naturalmente~ nobles novohispanos, no están en la lista, ni mucho menos, "todos los que eran"; los apellidos y títulos faltantes son obvios a una primera ojeada aunque luego, en una revisión más detallada, se advierte que las ausencias no son tan graves, pues quedan resueltas por relaciones de amistad, lazos de intereses comunes y ligas de parentesco.
Ese año de 1790, Jerónimo López de Peralta VillarVillamil había sido elegido alcalde ordinario, mientras que el marqués de Uluapa -Alejandro Manuel de Acevedo y Cossío- lo había sido el año anterior. Asimismo, por entonces se consideraba elegibles para tal cargo a Juan Manuel Velázquez de la Cadena, José Juan de Fagoaga, Joaquín Gutiérrez de los Ríos y el conde de San Pedro del Álamo. Regidores eran los ya citados Aguirre y Avendaño e Iglesias Pablo -que además era procurador general de la ciudad~, a más de Ignacio Beye de Cisneros, entre otros. (1)
Por corta que parezca esta entrada, creo hay mucho que pensar, mucho que leer, para eso doy una buena cantidad de enlaces... lo cual llevará su tiempo leer, claro es, y luego asimilar... esto ... Contunuará.
Fuente:
1.- Flores Hernández, Benjamín. La Real Maestranza de Caballería de México: una institución frustrada (1790). Caleidoscopio. No. 15. Enero-Junio 2004. UAA. Aguascalientes. pp. 29-53
Ese año de 1790, Jerónimo López de Peralta VillarVillamil había sido elegido alcalde ordinario, mientras que el marqués de Uluapa -Alejandro Manuel de Acevedo y Cossío- lo había sido el año anterior. Asimismo, por entonces se consideraba elegibles para tal cargo a Juan Manuel Velázquez de la Cadena, José Juan de Fagoaga, Joaquín Gutiérrez de los Ríos y el conde de San Pedro del Álamo. Regidores eran los ya citados Aguirre y Avendaño e Iglesias Pablo -que además era procurador general de la ciudad~, a más de Ignacio Beye de Cisneros, entre otros. (1)
Fuente:
1.- Flores Hernández, Benjamín. La Real Maestranza de Caballería de México: una institución frustrada (1790). Caleidoscopio. No. 15. Enero-Junio 2004. UAA. Aguascalientes. pp. 29-53
sábado, 14 de marzo de 2020
Puertas azules en Celaya, Guanauato.
Creo solo queda el cascarón de la casa, no tengo idea, la menor idea de lo que aquí pudiera haber sido, más allá de la casa-habitación, lo que sí se, -lo acabo de ver- es que esta casa, en su fachada principal, conserva las ventanas azules de la época. Todo está dicho. Y por si el caso fuere, te dejo este enlace para saber la razón que tengo para decir que esto es algo excepcional, es más, si vas abajo, encontrarás una etiqueta (o carpeta) que dice Puertas Azules, ahí encontrarás toda la información que tengo hasta el momento. Aldama esq. Quintana Roo.
viernes, 13 de marzo de 2020
El Plan de Salamanca: la proclamación de José María Iglesias en 1876
Hace poco veíamos en este Bable que fue aquí, en Salamanca, donde se libró una batalla el 10 de marzo de 1858, el encuentro marcaría el inicio de la Guerra de la Reforma, duraría 3 años, de ahí que también se le conozca como la Guerra de los Tres Años, para 1861 había terminado, vendrían luego la proclamación de las Leyes de Reforma y la Batalla de Puebla (la del 5 de Mayo) y luego la Segunda Intervención Francesa, de 1862 a 1867, Juárez reinstauraría la República, en 1872 muere. Poco tiempo después, el 10 de enero de 1876, es proclamado el Plan de Tuxtepec, por Porfirio Díaz, en contra de Sebastián Lerdo de Tejada, meses más tarde José María Iglesias se declara en contra de Porfirio Díaz y su proclamación, ese evento ocurrió precisamente aquí, en Salamanca, el 26 de octubre. Este capítulo de la historia mexicana marcará el inicio de lo que conocemos como el Porfiriato. Dicho de otro modo, la Reforma comenzó en Salamanca, igual que el Porfiriato, eso lo debemos recodar. La imagen de arriba corresponde la Penitenciaría Estatal, que ocupaba el claustro mayor del convento agustino. En la siguiente vemos al personal de la misma penitenciaría al comenzar el siglo XX, el retrato que aparece en la pared es el del Gral. Echegaray.
Antes de salir de México lo único que había escrito era mi protesta, para que no sufriera demora su publicación. Durante mi permanencia en Toluca escribí el programa de Gobierno, publicado luego en Salamanca en unión del otro documento.
Al caer la tarde del domingo 15 de Octubre, salí ocultamente de Toluca en la carretela del Sr. González, acompañado de sus dos hijos. En la hacienda de Buenavista, situada á una legua de la ciudad, me reuní con el General Berriozábal, que había vuelto á salir de México, resuelto á permanecer á mi lado durante el serio conflicto en que Íbamos á entrar. El 16 nos trasladamos á la hacienda del Salitre, propiedad del Sr. D. Ignacio Mañón y Valle, quien me dispensó una franca y generosa hospitalidad.
En el Salitre se nos reunió Guillermo Prieto con su hijo Francisco, salidos de México pocos días antes; con la firme resolución de seguir mi suerte, cualquiera que fuese.
También se me presentó en el Salitre D. Carlos Alvarez Rul, joven perteneciente á una de las familias más distinguidas de la capital, el cual llegaba con el ánimo de acompañarme á todas partes.
Convenidos en dirigirnos al Estado de Guanajuato, había que evitar tres géneros distintos de peligros: el de las fuerza s del Gobierno; el de las fuerzas pronunciadas; el de las partidas de ladrones. Éramos cinco amigos con seis ú ocho mozos armados. Obrando según las circunstancias, unas veces caminábamos juntos, otras separados; unas prefiriendo el camino real, otras veredas y vericuetos extraviados.
Después de una peregrinación de ocho días, en la que no faltaron incidentes de toda clase, al atravesar los Estados de México, Michoacán y Guanajuato, llegamos el 22 de Octubre, á las doce de la noche al Molino de Sarabia. Aunque al principio habíamos pensado detenernos en Celaya, no nos lo permitió la presencia allí de una fuerza federal.
El Molino de Sarabia, propiedad del Sr. D. Justo L. Carresse, quien ningún conocimiento tenía de nuestra invasión en sus dominios, estaba administrado por D. José M. López, uno de esos hombres del campo sobre los que no han extendido aún su imperio los vicios de la civilización.
Franco, honrado, valiente, servicial, nos trató con cuantas consideraciones le sugirió su buen carácter, sin segundas miras de ninguna especie. No habiendo tiempo que perder, al día siguiente de nuestra llegada, en la mañana del 23 salieron de Sarabia para la ciudad de Guanajuato, los Sres. Berriozábal y Alvarez Rul en carruaje particular, y con las precauciones propias de una misión reservada. Era necesario entenderse sin demora con el General Antillón, para saber de una manera definitiva á qué atenerse, sobre la cooperación del floreciente Estado que gobernaba.
Los viajeros llegaron á Guanajuato en la madrugada del 24. Tuvieron sus dificultades para penetrar en la ciudad, por lo intempestivo de la hora en que se presentaban. Franqueado el paso, Berriozábal habló detenidamente con Antillón, le encontró dispuesto á formalizar su compromiso, y llevó instrucciones para que de Sarabia nos trasladásemos á la Penitenciaría de Salamanca, donde iría á conferenciar conmigo el Gobernador guanajuatense.
Efectivamente, en la tarde del 25 pasamos á Salamanca, donde no entramos sino ya de noche, para seguir guardando nuestro incógnito. En la Penitenciaría nos recibió el General D. Miguel Ma. Echeagaray, director del establecimiento, al que llevaba años de estar dedicado con una eficacia y una habilidad tan notables, que podía presentarlo como un modelo de los de su género.
En la misma noche de nuestra llegada conferencié largamente con el General Antillón. Impuesto del manifiesto que tenía preparado y de mi programa de Gobierno, aprobó el contenido de ambos documentos. La cooperación del Estado de Guanajuato quedó asegurada, sin que pudieran presentarse dificultades para hacerla efectiva, por estar ya de antemano de acuerdo el General Antillón con la Legislatura del Estado, así como con varios de sus principales funcionarios y vecinos.
No obstante el arregle en que se convino, no era llegada aún la hora de llevarlo á cabo. El requisito previo era necesariamente la expedición en México del decreto en que se declarara la reelección. Mientras esto no sucediera, no había cuerpo de delito, no era posible declararse contra un atentado no consumado todavía. Tan poderosa era esta consideración, que si por fortuna el decreto no hubiera llegado á promulgarse, nada de lo que pasó después habría pasado, evitándose al país las convulsiones de una tremenda lucha.
En México se continuaba en el mismo estado de quietismo. El plan bien marcado del Gobierno, era seguir ganando tiempo para sus preparativos.
Como la administración del Sr. Lerdo era incuestionablemente legal hasta el 30 de Noviembre, mientras no sobreviniese un golpe de Estado, sus partidarios tenían aún bastante tiempo disponible para sus combinaciones. Desgraciadamente era indudable, que antes del vencimiento del plazo fatal se consumaría el atentado; pero faltaba todavía algo más de un mes para el fin de Noviembre, y no se sabía cuántos días más se tardaría en expedirse el decreto pendiente.
A consecuencia de esta inseguridad, se adoptó el único partido posible: seguir esperando. El General Antillón quiso aprovechar el respiro que se le daba, para terminar sus arreglos. El 26 pasó a Celaya, de donde quedó de comunicarme lo que ocurriera de importancia. Nosotros permanecimos en la Penitenciaría de Salamanca, siempre ocultos, sin salir á la calle, bien atendidos por el general Echeagaray y por su apreciable señora, únicos sabedores de nuestro secreto en toda la población. (1)
Fuente:
Iglesias, José María. La cuestión presidencial en 1870. Tip. Literaria. México, 1892. pp. 55.59
jueves, 12 de marzo de 2020
La curiosa relación de los Aeropuertos con las Haciendas en México
Esta historia de relación entre las antiguas haciendas y los aeropuertos bien la podemos iniciar con el aeropuerto más importante de México, el de la Ciudad de México, ese que ha ido creciendo y no deja de crecer y ya no es suficiente para la cantidad de operaciones que el destino tiene. Fue construido allá en los años veinte muy lejos del centro de la ciudad, en los llanos de Balbuena, tierras que eran parte de la Hacienda de la Magdalena.
Quizá el caso más conocido, no tanto por el tema de la cancelación del NAICM en Texcoco, sino por la elección de la base aérea militar de Santa Lucía sea el caso más conocido, y es justo este el mejor ejemplo de la relación del tema haciendas con el tema aeropuertos pues Santa Lucía fue una de las enormes haciendas propiedad de los padres de la Compañía de Jesús. Vestigios de la misma quedan muy pocos, era agrícola y tenía una cierta especialidad en siembra de maguey para la producción de pulque.
Aeropuerto Internacional del Bajío, en Silao, Guanajuato. A menos de un kilómetro de distancia de la pista de aterrizaje, hacia el nor-noreste se localiza la ex Hacienda de Mezquite de Sotelo.
Aeropuerto Internacional de Zacatecas, hacia el sur se localiza el actual municipio de Morelos, el cual fue creado en lo que fuera la Hacienda de El Chupadero, y las haciendas de La Pimienta, Muleros y El Maguey.
Aeropuerto Internacional de Mérida. No lejos de la terminal, hacia el oriente, se localiza parte del casco de una hacienda, lo vemos claramente en esta imagen satelital.
En el caso del Aeropuerto Internacional de Oaxaca, éste se encuentra un poco al sur de dos haciendas, la de Sangre de Cristo y la de Candiani, quizá hubo otra en lo que es propiamente el terreno de esa terminal, pues el curso del río Atoyac está muy cercano.
El Aeropuerto Intercontinental de Querétaro se asienta en tierras de dos haciendas, la de Viborillas y la Galera.
Al lado oriente del Aeropuerto Internacional de Aguascalientes se localiza la Hacienda de Peñuelas, la cual está catalogada como Patrimonio de la Humanidad dentro del programa de UNESCO Camino Real de Tierra Adentro.
Varias haciendas hubo en donde ahora se localiza el Aeropuerto Internacional de Morelia, la de de San Bartolo, Quirio, Tzintzimeo y Palo Blanco.
El Aeropuerto Internacional de Cancún, el de mayor tránsito en México, fue construido también en terrenos que fueron de una hacienda, la de Santa María. Y la Hacienda de San José de la Vega.
Seguramente queda algún otro aeropuerto relacionado con una antigua hacienda, por lo pronto, estos son los que logré encontrar.
miércoles, 11 de marzo de 2020
La Hacienda de la Ciénega de San Nicolás, actual Cárdenas, San Luis Potosí.
No es frecuente encontrar una descripción de una hacienda, sea de los tiempos virreinales que del porfiriato, que nos haga ver, a través de las palabras, la magnificencia de esas construcciones, más difícil aun es encontrar una reconstrucción hecha en base a documentos y distintos relatos que nos hagan ver lo que entre los añosos muros de la hacienda hubo. Este es el caso de lo que hoy es la cabecera municipal de Cárdenas, en el estado de San Luis Potosí. Es en una tesis de maestría que encontré, en la cual aparece una estupenda descripción de lo que fue ese magnífico sitio:
“La hacienda estaba ubicada dentro del territorio del partido de Hidalgo, S. L. P. Lindaba al norte con las haciendas de Martínez y de La Angostura; al oriente con las de Tamasopo y Estancota; al sur con la Hacienda de Estancota y la Boquilla, y al poniente con la hacienda de Estancota (73) Estaba construida sobre la parte media de un pequeño lomerío, conformado por las serranías de La Palma y Alaquines, así como por las vertientes del arroyo de Los Aguacates y el Cerro de los Guayabos. En su construcción se comprenden varias presas, norias, trojes, tanques, pozos, una capilla y una escuela (74).
En el centro de la casa estaba el patio interno, porticado y flanqueado por siete amplias habitaciones, que se comunicaban unas con otras – a manera de crujías – , a partir del propio patio, el cual servía de remate visual a la llegada, una vez que se cruzaba por el alto y amplio zaguán (75).
La sala de la casa tuvo un diseño elegante: tenía varias alfombras, la más grande de nueve por cuatro metros, otra con un dibujo de un venado y un perro, otras dos más, con diseño de flores (76). Había un piano de cola de Erart con cubierta de hule y banco de madera con asiento de bejuco, en su atril varias piezas sueltas y once libros viejos de música; había un confidente y dos sillones de mezquite tallados con forro de brocatel de seda verde, dos sillones mecedores con respaldo de bejuco y mesas rinconeras talladas en rosa y otra de chapa de mezquite.
Enmarcaban el espacio dos espejos de un metro y cincuenta y dos centímetros de largo, cuatro cuadros con grabados de la Biblia en marco dorado. Sobre las mesas, una carpeta de lana carmesí floreada, una lámpara de aceite con recipiente de porcelana azul y globo de cristal, dos candelabros de bronce con prismas de cinco luces, jarrones blancos de porcelana con esferas blancas, jarrones de cristal azul, una pureza de metal con conchas y tres escupideras de cristal de color verde. En un rincón, una lámpara de pie. En el techo, un candil de bronce con prismas de ocho luces con funda de crespón dorado. Las cortinas eran de lino blanco con bordados de cadena con goteras de brocal verde de seda floreadas con abrazaderas para las borlas de seda (77).
En el comedor había una mesa que medía tres y medio metros, adornada con fruteros blancos y rodeada por una docena de sillas con asientos de tule, un aparador de pino con todo el frente de cedro con cajones: cuatro grandes y cuatro chicos. La vitrina tenía cristal blanco y azul. Las tinajas de agua eran colocadas en los bancos de pino color blanco que se ubicaban en el mismo espacio. Las cucharas, los tenedores, los cuchillos, el beso con jalamina, el rompenueces, las pinzas, los cucharones soperos, la cafetera, la lechera y la azucarera eran de plata alemana, además de los cubiertos que tenían mangos de marfil. En la cocina, además de la vajilla completa, charolas, jarras, soperas, mostaceras, dulceras y cafeteras, había una máquina para hacer nieve (78).
En la casa, había tres recamaras principales y una de asistencia. La recama principal tenía alfombra, dos catres de fierro, un guardarropa de pino que media dos metros veintiocho de largo y dos metros veinte y cinco de ancho; un tocador de caoba con un cajón una mesa de pino y en la pared, además de una espada con cubierta de cuero, se encontraba un cuadro representando la Purísima Concepción en pintura al óleo enmarcado en madera fina y vidrio. En cada una de las otras dos recamaras había alfombras, buros, y en cada una un catre, uno pintado de color rojo y otro de azul respectivamente; cada uno tenía su ropero y sillas de caoba. En una de las recamaras se encontraba un cuadro con una litografía del Señor de los Ángeles en marco dorado y con vidrio.
En la habitación de asistencia se encontraba un catre de latón de pabellón entero, un confidente chapeado de rosa con forro de seda, dos y media docenas de sillas y un ropero de barniz de brocha, una máquina de coser de Grover y Vázquez (79).
En la biblioteca se encontraban albergados 72 obras algunas de las cuales eran: Breve Historia Natural en 19 volúmenes, Historia de Nuestra Señora de Guadalupe en 2 tomos, Historia Romana, Compendio de la Historia de Inglaterra, Napoleón en España en 8 tomos, Gramática Castellana de Martínez López, El Cementerio de la Magdalena, El Despertador Eucarístico del Alma, Compendio de la Historia de España, Fábulas de Samaniego, Ordenanza Militar, Cuentos de la Alambra, Catecismo de Geografía, La Música de Tomás Iriarte y la Revista Política de Europa en 1825, entre otros más (80).
En la parte norte de la casa se localizaba la casa del administrador hecha de adobe y techo de paja. Esta casa tenía tres piezas, la cocina y una troje. En el mismo lado norte había un jacal para guardar carros, la tienda y una troje blanca, un presa, huertas de labor y los potreros de La tinajilla, Casa Blanca, San Pedro, Ledesma y Arredondo, Aguaje, Nopales, Puerto Pinto, Barranca Blanca, La Esperanza, Pabellón, Cuicos, Labor y presa, Los sucesos, del Camposanto, Chichona y Parada, Matías y el de María Solera y Lantano (81).
Los requerimientos de la vida cotidiana de los trabajadores de la hacienda se cubrían con los menesteres que se ofrecían en el almacén. Entre estos había rebozos de cordón de labor y falseta, los que eran ordinarios, de color negro, de tamaño chico y grande, calzones de gamuza, frazadas listadas, muselina, pañuelos de Alamilla, la mezclilla y cigarros de marcas La Unión y Florida.
También había cera, velas y cacao, pita de Oaxaca, maíz, algodón, huaraches, sal gorda, avena inglesa, aguardiente, pilón, pieles de cerdo y chivo, pan, sal y cal. También había muebles para casa, como espejos, sofás, relojes, cuadros, sillas, tapetes, y tinas de baño, escaños, bancos, parrillas, tenazas, candelabros y manteles. Para realizar trabajos en el campo había machetes, hachas, faroles, sillas de montar, escopetas, y otros artículos más.
Las actividades principales que se desarrollaron en la hacienda fueron la ganadería y la agricultura. Respecto de la primera, el ganado que se criaba en la hacienda era de distintos tipos. Había ganado menor como chivos, cabras y ovejas: ganado de engorda, vacunos, burros, caballos y novillos (82). En cuanto a la agricultura, se cosechaba maíz, cacahuate, fríjol y calabaza (83).
Referencias:
73 AHESLP, FRPPC, NT, JHS, no. 5 bis, 8 de enero de 1897, Foj. 13 vta. – 18 vta.
74 Cabrera Ipiña, 1979, p. 20
75 Garay y Moreno, 2001, manuscrito
76 AHESLP, FRPPC, NT, APN, 27 de Noviembre, 1871
77 Idem
78 Idem
79 Idem
80 Idem
81 Idem
82 Idem
83 Cabrera Ipiña, 1979, p. 20
Fuente:
Corral Bustos, Adriana. Una familia empresaria a finales del siglo XIX en San Luis Potosí: los Díez Gutiérrez. Tesis Maestría. El Colegio de San Luis. San Luis Potosí, Agosto de 2002. pp. 44-49