Una hacienda más en el municipio de San Felipe, Guanajuato, es la de La Quemada; fue junto con Jaral de Berrio la más grande de la región. Tiene la característica que, no lejos de la casa grande, un poco al norte, se localiza el puente que está dentro del catálogo del Patrimonio de la Humanidad en lo que era el Camino Real de Tierra Adentro. Esta vez, nos apoyamos en lo escrito por Isauro Rionda para conocer su historia.
“El origen de esta hacienda se remonta al siglo XVI. Juan Sánchez de Alanís, alcalde mayor de San Felipe, otorgó una merced de un sitio de ganado menor el 6 de diciembre de 1562 al vecino de San Felipe Esteban García, el que la vendió en 300 pesos de oro común, el 21 de abril de 1568, al bachiller Juan Alonso, vecino también de la villa de San Felipe. El 17 de enero de 1572 se le hizo merced al mismo bachiller el 25 de enero de 1572 al también bachiller Alonso Martínez. Agustina de Escudero, viuda del bachiller Martínez, vendió lo heredado a Alonso Pérez de Bocanegra de 2 de marzo de 1597. El 16 de febrero de 1597 el Cabildo de la villa de San Felipe le otorgó una merced a Bartolomé Gómez, consistente en un sitio de ganado mayor, llamado la Laborcilla, y dos caballerías. El 26 de octubre de 1600, en el pueblo de San Juan de Río, el dicho Bartolomé Gómez vendió lo que le había dado a Alonso Pérez de Bocanegra en la cantidad de 120 pesos de oro común. Antes del 10 de junio de 1604, Alonso Pérez de Bocanegra le compró a Manuel López de Baena un sitio de ganado mayor en $450.
El Cabildo de la villa de San Felipe, autorizado por las autoridades virreinales, otorgó el 6 de febrero de 1597 a Juan López un sitio de ganado mayor y dos caballerías de tierra donde ahora se encuentra el casco de la Hacienda de la Quemada. López lo vendió en 250 pesos de oro común a Alonso Pérez de Bocanegra el 11 de enero de 1605. En 1597 se le dio a Gómez García un sitio de Ganado Mayor, el que vendió el 27 de agosto del mismo año a Domingo de Ibarra, e Ibarra se lo pasó por compraventa a Alonso Pérez de Bocanegra el 19 de agosto de 1606. Elena de Arizmendi Gugorrón, viuda de Alonso Pérez de Bocanegra, heredó los bienes de su marido en 1629 y tomó posesión de ellos el 5 de maro de 1634. Elena y Alonso tuvieron una hija: Josefa Pérez de Bocanegra, la que heredó la hacienda después de la muerte de su madre. Josefa se casó con el capitán Gaspar de Angón, tuvieron un hijo: Juan de Arizmendi Gugorrón, al cual su madre le vendió la hacienda en el año de 1679, en $5,000. La que ya se llamaba hacienda de La Quemada, que era agrícola y ganadera, fue vendida por Juan de Arizmendi Gugorrón el 4 de septiembre de 1681 a García de Olivares, el que un día después la vendió en 8,542 pesos de oro común al capitán Andrés Pardo de Lagos, contador del Tribunal Mayor y Audiencia Real de Cuentas de la Nueva España.
En la década que tratamos, la hacienda se componía de los sitios nombrados Las Zahurdas, La Laborcilla, Laberintilla, y La Quemada Vieja, y se llamaba hacienda de San José de la Quemada. Hacia 1696 la hacienda todavía era propiedad de Andrés Pardo de Lagos, pero en adelante ya no lo encontramos como propietario. Antes de 1739 era propiedad de Juan Bautista de Olazazan y de su esposa María Josefa de Castro, pero el 19 de junio de 1739, en la ciudad de México, este bien se les remató en pública almoneda y lo adquirió don Antonio de Lanzagorta y Urusagústegui, capitán reformado de caballería montada, caballero profeso de la Orden de Calatrava y vecino de la villa de san Miguel, quien creó un mayorazgo donde incluyó La Quemada. Después de su muerte le siguió su hijo Francisco Antonio de Lanzagorta y Landeta Urtusáusetegui y Saravia, caballero de la Orden de Calatrava desde 1749, regidor y alguacil mayor de de la villa de San Miguel el Grande. Éste murió antes de 1777 y su viuda y heredera doña Rosalía Anacleta Gómez de Acosta y Yáñez, siguió con La Quemada, la que aumentó en extensión con la adquisición de terrenos adyacentes.
En 1777 la casa del casco, o casa grande como se le decía a la habitación de los dueños en las haciendas guanajuatenses, era muy grande y bien construida, situada a la orilla de un simpático arroyo, aunque de caudal chico, pero que en la época de lluvias traía y trae caudalosas avenidas; tenía la hacienda buenas tierras para la labranza, pero estaban dedicadas a la cría de ganado menor (borregos), del que sacaban cada año de 6 000 a 7 000 arrobas de lana. A un lado de la casa grande y desprendida de ella está la capilla dedicada a san José, al frente, las ruinas del mesón. En 1792 todavía La Quemada era propiedad de Rosalía Anacleta, pero posiblemente murió en ese año o en los dos siguientes pues para 1794 ya aparece como dueño de la hacienda su hijo Juan María de Lanzagorta y Landeta, que en su vida fue regidor capitular del Cabildo de San Miguel el Grande (en 1797), teniente coronel del Regimiento de la Reina y familiar de pruebas del Santo Oficio de la Inquisición. Murió Juan María y le sucedió Luis Gonzaga de la Canal. La Quemada fue visitada por los insurgentes de Hidalgo en 1810 y a partir de ese momento lo fue constantemente hasta 1821. De Luis Gonzaga pasó la hacienda a María Dolores Lanzagorta, que era dueña en 1829. Hacia 1830 La Quemada había pasado en propiedad a un tal Juan José Pastor, general del Ejército Mexicano, y en 1843 seguía siendo de él.
El cambio de propietarios de la hacienda siguió, y en 1856 era de don Francisco de la Canal. El 17 de diciembre de 1856 De la Canal la vendió a Roberto Traill. El 30 de septiembre de 1872 Roberto Traill (hijo), Paulina Cervantes de Traill (esposa), José Traill y Federico López, herederos de don Roberto Traill, vendieron la hacienda de San José de la Quemada al licenciado Joaquín Obregón González. Dicha hacienda en la década de los setenta tenía un valor fiscal de $40,800. Tiempos de bonanza se avecinaban para la hacienda, y para principiar, el 18 de febrero de 1888 el dueño donó los terrenos necesarios de la hacienda para el tendido e instalación de las vías para el paso del Ferrocarril Nacional Mexicano. Para entonces su casco contaba con cerca de setecientos habitantes.
A finales del siglo XIX La Quemada y Jaral de Berrio eran las haciendas más ricas del municipio de San Felipe, siendo la agricultura su principal dedicación, pues se había quedado muy atrás la ganadería. Allí se cultivaba chile colorado y otros, maíz, frijol, trigo, etc., y en grandes cantidades, por el ferrocarril, el producto era llevado a la ciudad de México, San Luis Potosí, Guanajuato y otros muchos lugares. En 1904 La Quemada estaba muy comunicada; aparte del camino de herradura que existía desde el siglo XVI, el ferrocarril cruzaba sus tierras de cabo a rabo, y los teléfonos propios del gobierno del estado de Guanajuato, del cual era gobernador el duelo de la hacienda, la comunicaban por medio de un poco más de 38 km con la ciudad de Guanajuato; 19 km a San Felipe Torres Mochas, y con San Diego de la Unión por 33 km de hilo alámbrico en posterías.
Además contaba con escuela de primeras letras. El dueño construyó una enorme presa “del tipo Krantz”, un gran bordo de tierra en La Cieneguita y varios diques, lo que fertilizaban y aseguraba el agua, haciendo de la hacienda una de las primeras de la región norte de Guanajuato. Se vino la revolución de 1910 y sus consecuencias. Los tiempos felices terminaron ¡para bigotudos dueños y encopetadas esposas!
Fuente:
Rionda Arreguín, Isauro. Haciendas de Guanajuato. Editorial La Rana, Guanajuato, 2004, pp. 157-162