martes, 17 de septiembre de 2013

El desarrollo de las Haciendas en México, cuando era aun Nueva España. Primera Parte.

   Las fotografías que ahora vemos corresponden a una de las tantas haciendas que hay en México abandonadas, recordamos que, tan solo en el estado de Yucatán, se registran más de mil para 1910, en el estado de Jalisco eran 471 las registradas en la misma fecha. Esta, cuyo nombre desconozco, se localiza en el municipio de Yahualca, al igual que en toda la región, está construida en adobe, solamente hay una construcción que, siendo alargada y, aparentemente de bóveda de medio cañón, fungió como troje en tiempos de abundancia y de capilla con regularidad. Lamentablemente solo podemos imaginar, intuir, lo que fue, lo que hubo... están en el abandono, tanto físico como documental. La tarea es monumental, en el sentido de documentación pues, para ese emblemático año de 1910 en la República Mexicana habían 8,431 haciendas.

   En este espacio, El Bable, hemos tratado de entender mejor lo que significaron las haciendas para México, son muchos los artículos que sobre el tema hemos publicado, el de hoy nos habla del principio, es decir, de la formación de las haciendas en nuestro país desde que éste se llamaba Nueva España.

   "La palabra hacienda significó originalmente un conjunto de bienes. Así, en la Nueva España, llamábase "hacienda de ovejas" a un rebaño; "hacienda de indios", a las milpas, al jacal y a las otras pertenencias de los aborígenes; "hacienda de minas", al capital formado por los yacimientos y sus instalaciones; y "hacienda de labor y ganados" a una explotación campestre de tipo mixto. Vino a dársele el término su principal connotación de propiedad rural hasta el siglo XVIII, una vez que ocurrió la consolidación de los latifundios, mediante las "composiciones de tierra".

   "En el curso del siglo XVI los españoles fueron obteniendo sus mercedes de tierras sin referencia ninguna a un plan conjunto. Cada uno se estableció en los lugares de su preferencia, de suerte que entre unas y otras posesiones mediaban extensos terrenos que de hecho quedaron en manos de los labradores y criadores contiguos. Los títulos mismos adolecían de graves irregularidades: mercedes otorgadas por cabildos y virreyes, sin las correspondientes confirmaciones reales, y compras hechas a los indios y no sancionadas por autoridad competente. Las frecuentes transacciones entre españoles, muy a menudo ilegales, propagaban estos vicios y amenazaban con perpetuarlos. Y al origen discutible de la propiedad agraria se añadía la usurpación de grandes superficies.

   "En estas circunstancias se fundó Felipe II, para imponer en 1591, la política de "composición de tierras". El 1º de enero de ese año, en El Pardo, firmó dos cédulas que iban a constituir el principio jurídico de la consolidación de los latifundios. En la primera, luego de recordar que él era el señor de todo el suelo de las Indias, ordenaba la restitución general de todas las tierras usurpadas, dejando a los indios lo que fuera menester para su subsistencia; pero en la segunda proponía, en lugar de la confiscación y el castigo a que se habían hecho acreedores los terratenientes, una "cómoda composición" que sirviera para construir una poderosa flota que protegiera el comercio marítimo.

   "Hecha la reserva territorial para los indios y las villas, el virrey podría confirmar, mediante la cuota que se pactara, todo el resto, expidiendo nuevos y definitivos títulos. Los terrenos baldíos, a su vez, serían adjudicados en el futuro mediante un pago.

  "Estas disposiciones encontraron una fuerte resistencia: porque las mercedes representaban tradicionalmente una compensación por servicios prestados a la Corona, porque tendían a favorecer la colonización en zonas peligrosas, y porque la agricultura y la ganadería no eran aun actividades que hubieran contribuido a formar grandes capitales. Muy pocas composiciones se hicieron en época de los virreyes Velasco, Zúñiga y Acevedo, Mendoza y Luna, Velasco hijo, Fernández de Córdoba y Carrillo de Mendoza. Pero, a cambio, algunos capitalistas adquirieron, por compra, 12, 16 y hasta 24 estancias en la Huasteca. (Una estancia de ganado mayor equivalía a 1,760 hectáreas, y una de ganado menor, a 780). Tanta era la estrechez financiera de la Corona, que en 1631 se vendieron en pública subasta 650 caballerías (cada una de 43 hectáreas) en regiones de Cuautla, Atlixco, Oaxaca y Toluca; y 30 estancias cerca de Querétaro.

   "Mientras tanto, seguía presionándose a los criadores y labradores. En 1636 se expidieron  dos nuevas cédulas confirmando las de 1591 y urgiendo al virrey a cobrar sin más tardanza las composiciones. Entre 1642 y 1645, el virrey Cadereyta logró aplicar la real disposición en las zonas más ricas y pobladas. Tacuba, Chalco y Tlalnepantla; Atlixco y Tepeaca, El Bajío, los valles de Michoacán y de Oaxaca, la Huasteca -con Valles y Pánuco- , los llanos de San Luis Potosí y los pocos puntos poblados del litoral del Pacífico se vieron obligados a componerse con su Majestad.

  "Una útil medida de presión consistió en anunciar el envío de "jueces de medida de tierras y vistas de agua", cuyos costos gravarían aun más la legitimación de los títulos, de suerte que todos se apresuraron a suscribir convenios fiscales antes de arrostrar mayores gastos y conflictos. Los hacendados más importantes se arreglaron aparte, e igual hicieron las órdenes religiosas". (1)

   El tema es apasionante, el artículo completo es de lo más interesante, pero, como habla de varios conceptos y la idea es que entendamos mejor como fue el origen y desarrollo de las Haciendas en México, diremos que esta es la primera parte. Habrá que hacer una anotación que creo es pertinente para no confundirnos, o, en todo caso, para no confundirte. El texto habla de la confirmación de las Haciendas en la Nueva España, y estas fotografías que vemos corresponde a una hacienda, no colonial sino porfiriana, que, en su origen, estuvo sujeta a lo dispuesto por la Nueva Galicia. Las ordenanzas aplicaban igual para todo el virreino y sus divisiones, pero, el caso de la Nueva Galicia tiene sus bemoles. En pocas palabras, esta historia, continuará...















 
Fuentes:

1.- Enciclopedia de México. Tomo VI. México, 1977. pp. 348-349

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