"El Plan de San Luis del 5 de octubre de 1910, que expresó los motivos políticos de la Revolución, sólo se propuso revisar las disposiciones por las cuales habían perdido sus tierras las comunidades, bien para restituírselas, si eso no acarreaba daños a tercero, o bien para indemnizarlas. Francisco I. Madero, siendo ya Presiente de la República confirmó que su propósito nunca fue el de repartir las grandes propiedades, sino el de contribuir a crear las pequeñas (El Imparical, 27 de junio de 1912). Por esta razón se manifestó con la máxima violencia la inconformidad de los campesinos, especialmente representados por Emiliano Zapata.
"En el Plan de Ayala, del 28 de noviembre de 1911, expresaron su voluntad de entrar en posesión de los terrenos, montes y aguas que les habían sido usurpados, manteniendo esa posesión "a todo trance con las armas en la mano" (Art. 6). El 12 de diciembre de 1914, Venustiano Carranza, primer jefe del Ejército Contitucionalista, expidió el Plan de Veracruz, comprometiéndose a poner en vigor "leyes agrarias que favorezcan la formación de la pequeña propiedad, disolviendo los latifundios y restituyendo a los pueblos los bienes de que fueron injustamente privados". Y el 6 de enero de 1915 promulgó la ley que declaró de utilidad pública la reconstitución y dotación de ejidos a los pueblos (Art. 1) y facultó al Ejecutivo para expropiar los terrenos necesarios para ese fin (Art. 2).
"A partir de estos antecedentes, el Art. 27 de la Constitución Política del 5 de febrero de 1917 estableció las bases jurídicas para la liquidación de las haciendas y para el inicio del largo proceso de la reforma agraria.
"A partir de 1910 los censos han registrado las haciendas y los ranchos, pero sólo en su carácter de centros de población. El rancho siempre ha sido una unidad de producción agrícola o ganadera en términos de negocio. La hacienda, en cambio, mientras existió fue un instrumento de colonización y poblamiento, un medio de defensa contra el exterior hostil, una fuente de producción para una población aislada, un factor de poder político, y muy secundariamente un negocio agrícola.
"En 1910 había 4,657 haciendas con un promedio de 327 habitantes y un total de 1.524,900; y en 1950, 1,690, con 359 por unidad y 607,319 pobladores. Así, de cada tres haciendas desaparecieron dos; las que sobreviven con esa denominación porque sus moradores permanecieron en ellas una vez que fue repartida la tierra, están casi todas en el centro del país". (1)
Bibliografía:
Armando González Santos: la agricultura, en la colección "Estructura económica y social de México", 1957; Víctor Manzanilla Schaffer: La reforma agraria en México. 50 años de Revolución. t. III, 1961; Miguel Othón de Mendizábal: "La reforma agraria desde el punto de vista económico", en Obras Completas, t. IV. 1946; Andrés Molina Enríquez: Los grandes problemas nacionales, 1908; Wistano Luis Orozco: Legislación y jurisprudencia sobre terrenos baldíos, 1895; Luis González y González: La hacienda queda a salvo en "Historia Mexicana" Núm. 21, Jul.-Sep. 1956; Gonzalo Aguirre Beltrán: El Señorío de Cauhtochco, 19.
Nota: Todas las fotografías que acompañan a este artículo corresponden a la Hacienda de La Sauceda en Encarnación de Díaz, Jalisco.
Fuente:
1.- Enciclopedia de México. Tomo VI. México, 1977. p.356
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