Vivo al norte de la ciudad de Salamanca, antes era el límite norte, que se formaba por la Autopista Celaya-Irapuato... ahora el norte se mudó más al norte, la ciudad siguió creciendo del otro lado de la y en un par de décadas, o tal vez antes, ese norte se irá más al norte, hasta la otra autopista que es la de Salamanca-León. En estos días estamos colaborando en un proyecto de rescate con el Archivo Histórico Parroquial lo cual implica ir por las mañanas hasta el mero centro y cruzar la zona del Mercado Municipal, y como prisa no llevo, me regodeo la mirada al ver la cantidad de colores que allí pululan. Muchos dirán que huele mal, que no se puede caminar, que es un desorden... y más bien veo vida y maravillas.
Si eres dado a leer, especialmente a los autores latinoamericanos, de inmediato reconociste, por el entrecomillado del título que decidí poner a este artículo a un célebre autor. Si no fue así, te cuento que fue Pablo Neruda, en su estadía en México en los años cuarenta del siglo XX, el que dijo que conoció a México porque conoció a sus mercados.
"Mi gobierno me mandaba a México. Lleno de esa pesadumbre mortal producida por tantos dolores y desorden, llegué en el año 1940 a respirar en la meseta de Anahuac lo que Alfonso Reyes ponderaba como la región más transparente del aire.
México, con su nopal y su serpiente; México florido y espinudo, seco y huracanado, violento de dibujo y de color, violento de erupción y creación, me cubrió con su sortilegio y su luz sorpresiva.
Lo recorrí por años enteros de mercado a mercado. Porque México está en los mercados. No está en las guturales canciones de las películas, ni en la falsa charrería de bigote y pistola. México es una tierra de pañolones color carmín y turquesa fosforescente. México es una tierra de vasijas y cántaros y de frutas partidas bajo un enjambre de insectos. México es un campo infinito de magueyes de tinte azul acero y corona de espinas amarillas.
Todo esto lo dan los mercados más hermosos del mundo. La fruta y la lana, el barro y los telares, muestran el poderío asombroso de los dedos mexicanos fecundos y eternos.
Veamos pues, no precisamente el Mercado de Salamanca, sino las calles en torno al propio mercado, calles en las que se da el arte de mercadear, o, mejor dicho, de Marchantear, usando aquella palabra ancestral del Marchante. Hago una aclaración a aquellos no mexicanos que lean esto: en México antes se decía normalmente "marchantear" al acto de comprar... y de vender en el mercado.
Y como toda visita al Mercado termina con comida, nada mejor que unas gorditas. Te recomiendo leer completo el texto de Pablo Neruda, entra aquí.
¡Todo se me antojo!, la fruta, las gorditas, todo. ¿y qué es lo de la foto de los pimientos amarillos?
ResponderEliminarEsos son garbanzos, abundantes por acá, en el Jardín Principal los compras ya cocidos con chile, sal y limón.
EliminarEso creí, ¡me gustan mucho!, siempre los he disfrutarlos. (aunque mi "siempre" en este caso se limita a una docena de veces). Gracias
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