972.- Hace algunos meses hicimos un recorrido por este sitio que es en la actualidad el Museo Nacional del Virreinato. En su momento, cuando fue construido, las necesidades de la época marcaban que dentro del recinto debía exisistir un huerto. Si bien en uno de los patios de uno de los claustros encontramos el de los naranjos, esto era, además del beneficio del fruto, para cubrir necesidades estéticas, por un lado el aroma que los azahares emanaba hacía aun más místicas las meditaciones a que los novicios realizaban, vendría también ese estimulo a la vista con los propios azahares, blancos, que luego se convertían en redondas naranjas, del mismo color.
Caminando por ese laberíntico y espléndido sitio llegamos aun punto bastante particular, es el descanso que se colocó junto a la puerta de acceso al huerto. Este, manteniendo esa singular estética que los jesuitas creaban en sus edificaciones. En una de las paredes de ese cubo que cumple la función de descanso o punto de unión entre el edificio y el huerto, encontramos este dibujo que bien nos puede referir a un humilladero.
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