Luego de visitar el Santuario del Señor de Chalma, el recorrido continúa un poco más al sur, o poniente, en todo caso, a tan solo una docena de kilómetros se localiza el pueblo de Malinalco, pueblo que tiene el título de Mágico, y con sobrada razón.
El colectivo nos deja justo a un lado del Convento agustino de la Transfiguración, en este caso estamos en un Convento que, a diferencia de los muchos que hemos visitados, sigue funcionando, razón por la cual no debemos decir que es un Ex convento, dado que los frailes agustinos están allí, en la planta alta, que por obvias razones no está permitido su acceso, pero sí podemos visita el portal y recorrer el claustro en la planta baja que es una auténtica maravilla.
En esta ocasión veremos el templo parroquial dedicado al Divino Salvador pero dejaré que las fotografías te digan lo espléndido que es este recinto construido en 1540 y en el texto que esta vez me apoyo veremos una de las curiosidades que hay en la historia de Malinalco, historias a las que no soy muy afecto, pues sean leyendas de bandidos que atacan a los ricos para ayudar a los pobres, o personajes como el Tigre de Sayula, o los Bandidos de Río Frío, o Chucho el Roto, o aquellos, cuyo nombre se me escapa, y que atacaban por los bosques de Chapa de Mota. Pero se vuelve interesante la anécdota, razón por la cual la comparto:
"Según se refiere, el pueblo de Malinalco fue fundado por una hermana de Huitzilopochtli en el viaje que los aztecas hicieron al venir del Norte; Malina, considerada heredera, dejó la tribu y se separó en unión de los que quisieron seguirla. Es población del distrito de Tenancingo, está cerca de Chalma y por ella pasan frecuentemente los que van a la romería que se verifica en el Santuario.
"Se halla situado en una llanura muy dilatada, todo su suelo es muy pedregoso y lo circundan algunos cerros, unos, los del Poniente, áridos y estériteles, y otros, al Oriente, poblados de ocotales o teas que se expenden en esta capital. Tiene varios ojos de agua, principalmente en el barrio de San Juan, y hay una amena cañada que forman los cerros; las huertas son frondosas por el abundanteriego y tienen muchos árboles frutales. Hay otro oo de agua en el barrio de Pala, que fertiliza una hermosa vega también rodeada de cerros. El agua es conducida a la población por la notable cañería que termina en la plaza principal y hay varios manantiales en diferentes sitios del pueblo.
"En este fértil lugar hubo convento de agustinos y casa de voto de la misma provincia con cura de la propia orden religiosa, Hay porción de barrios con sus ermitas, siendo notables los pueblos cercanos: San Miguel Tecomatlán, situado en una cuesta muy pendiente, de piedra suelta, con frío y húmedo temperamento; entre otros se distingue San Simón, donde los indios se ocupan en el comercio de leña y carbón.
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A distancia de una legua está el ingenio de Jalmolonga, que perteneció a la Compañía de Jesús, y estuvo servido por más de doscientos esclavos, tan extenso, que confinaba con la jurisdicción de Taxco; posee una bonita iglesia. A tres cuartos de legua de ese ingenio encuentra el viajero la hacienda de Pastla, que fue de los padres agustinos. Zumaphuacan tuvo convento de estos religiosos, allí construyen los indígenas costales y petates; el pueblo de San Gaspar, posee muy decente templo. Santiago Ocuila, en una loma, tuvo en la cumbre convento agustinos, cuya iglesia, sirve hoy de parroquia y cerca hubo una ranchería perteneciente a los padres de la Compañía, en la que anualmente pastaban cuarenta mil ovejas.
"Al rededor de Ocuila hay porción de pueblos avecindados por indígenas de raza pura que hablan un idioma especial llamado ocuilteco, siendo de notar que están cercados completamente por el pueblo que habla el otomí y el mexicano. Según el P. Sahagún, el idioma ocuilteco es un dialecto derivado del matlatzinca; con tal motivo dice: "Estos que se llaman ocuiltecas y viven en el distrito de Toluca, llevan la misma vida y costumbres que los de Toluca, llevan la misma vida y costumbres que los de Toluca, aunque su lenguaje es diferente; el ocuiltecaestña hoy casi extinguido; tomó su nombre de Ocuilaque fue vicaría de Malinalco. El padre Grijalva asegura que solamente en ocho visitas se hablaba ese idioma ocuilteca, que llamó lenguaje vulgar".
"Hubo en este pueblo de Malinalco un hombre conocido, más que por su nombre propio, por el apodo de Príncipe de los Montes, en los que hacía el oficio de salteador. Por su ánimo y superior voluntad se había enseñoreado tanto de los demás bandoleros, que todos lo reconocían por su primer caudillo, y él mismo, ya para hacerse famoso o para ocultarse su nombre, se daba dicho título. En una lista tenía inscritas las diversas cuadrillas de salteadores y, desde Malinalco las dirigía, estando bajos sus ordenes las de nombradía, en el Pinal, Río-Frío, Izúcar, Amilpas, Texcoco, Chalco, las Cruces, y Monte de Toluca; él ponía los Capitanes y le obedecían fielmente, ejecutando los asaltos que disponía, le daban cuenta de todo lo que ocurría y le enviaban la parte que en cada robo le tocaba, mayor que la de los demás de la cuadrilla, puesto que era el príncipe de todos.
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Residía en Malinalco y era considerado como hombre de caudal y de caritativo carácter, pues favorecía a todos los vecinos del distrito. Desaparecía de tiempo en tiempo volviendo rico a gastar con esplendidez, y aunque todos sabían que tenía negocios, ni comercio de donde le viniera el caudal con que sostenía la reputación de generoso, nadie le juzgaba mal porque era protector decidido de los vecinos del pueblo; daba gruesas limosnas al Santuario de Chalma y a todo el que solicitaba algún auxilio precunario se lo concedía sin dificultad. Pero corrió el tiempo y esperando el conocimiento de los robos que verificaban las cuadrillas de este famoso bandolero, llegó el asunto a conocimiento de la Real Sala del Crimen y el virrey de la Nueva España, duque de Alburquerque, se propuso aprehenderlo, poniendo en ello tanto cuidado que el malechor se vio precisado a huir del pueblo y a dejar la familia; se acogió al Sagrado en el Santuario de Chalma, donde no pudo permanecer mucho tiempo, porque fray Juan de San José, que cuidaba aquel templo, lo convenció de que allí no estaba seguro de la persecución de la hermandad que sin descanso lo buscaba e iba cerrando las salidas.
"Se ocultó algún tiempo en una cueva, pero allí lo siguieron los cuadrilleros de la justicia y habiéndole cercado por todas partes y viéndose tan acosado, antes prefirió despeñarse en un horroroso precipicio que dejarse prender de los que iban ya en su alcance; soltando las armas, se envolvió en una capa y sin miedo a perecer se arrojó desde la cumbre del cerro hasta la profundidad de la barranca acantilada: cayó al fondo todavía con vida aunque sin sentido y fue rotando hasta el río cuyas aguas lo arrastraron por largo trecho, arrojándolo a un rebase donde los cuadrilleros lo encontraron aun vivo, lo abrigaron y frotaron hasta volverle el conocimiento; conducido a México le fue formado el proceso de sus delitos y sentenciado a la horca. Murió en el patíbulo". (1) Ahora sí, dispongámonos a conocer este hermoso templo en su interior.
Fuente:
1.- Rivera Cambas, Manuel. México pintoresco, artístico y monumental. Tomo III. Imprenta de la Reforma. México, 1883. pp.70-73