martes, 30 de junio de 2020

De las fundaciones del convento agustino en Celaya y Salamanca

 Si has visitado la parte central del Bajío, de seguro pasaste por Salamanca y te maravillaste con el interior del templo agustino de San Juan de Sahagún y si continuaste rumbo a Celaya, igual ocurrió con lo que esa orden construyó… Pues bien, es interesante saber lo que pasó años antes de que ambas fundaciones fueran aprobadas. En el texto, un clásico en la historiografía, nos podremos enterar de los detalles, hay datos que me llaman la atención, como el caso de los hábitos y del asunto oriental, lo cual, por cierto, habrá que aclarar que cuando Basalenque se refiere a lo chino, no quiere decir lo que hoy conocemos por China, sino a las Filipinas. Veamos:

    Hechóse la Convocatoria para celebrar el Capítulo Provincial tercero de la Provincia, para 26 de Abril de 1608, y congregados todos en el Convento de Yuririahpúndaro, donde se había de celebrar; el Viernes antes de la Dominica 3 post Pascua, que es el tiempo señalado por la Constitución, se halló que el Reverendísimo había enviado las Patentes para la Presidencia, á distintas personas. La primera la traía el P. M. Fr. Diego de la Fuente que había ido á Roma dos años antes, para presidir. Luego por no hallarse impedido para tener oficio; sacó otra Patente de Presidencia para el P. M. Fr. Francisco de Morante, y no derogaba á esotra, mas era más nueva Luego envió el Reverendísimo orden al P. Fr. Dionisio Robledo, que presidiese y ejecutase una Patente suya, en que mandaba que todos los Religiosos, que "había" pasado de España para China á costa de Su Majestad pasasen á la China, y los echasen de esta Provincia y no les diesen oficio; en particular echasen de ella al Padre Fr. Diego del Águila: que había pasado de España por Prior de los que iban á China, y por haberse quedado en esta Provincia, la embarcación fue muy diminuta, y en daño de la hacienda Real. Esta Patente de Presidencia, derogaba las demás que hubiese dado, y no se especuló, porque murió el P. Robledo, como vimos, doce ó catorce días antes del Capítulo; y como todas las demás Presidencias quedaban derogadas, ó por mejor decir, para advertir al Reverendísimo que estuviese memorioso de lo que ordenaba; se convinieron todos los Padres, en que no se manifestase alguna, sino que presidiese el Definidor mas antiguo, como lo ordena nuestra Constitución en caso que no se manifieste Patente del General. Esto mismo determinó en la Provincia de México el Trienio antes, la Audiencia Real, por soberanía en ocasión que se hallaron otras tres Presidencias; y fue motivo de que su Majestad envió á mandar no se ejecutase ninguna Patente de Presidencia, sino viniese pasada por el Consejo de Indias; él cuál mandato cesó ya, advirtiendo al Reverendísimo que estuviese atento al dar de las Presidencias, que no se hallasen muchas sin derogativa la una de la otra. 

  Nombróse pues por Presidente del Capítulo el P. Fr. Balthasar de los Reyes, Definidor mayor de aquel Trienio que acababa; y salió electo por Provincial con gusto de los más de la Provincia, el P. Fr. Diego del Águila, natural da la Ciudad de Sevilla, y que pasó niño á esta tierra y tomó el hábito en México, donde estudió y salió muy hábil; mas siempre se inclinó mas al Púlpito, en que fue muy señalado Predicador por su elocuencia. Esta razón le llevó á su tierra, donde le hicieron Superior del Convento de N. P. San Agustín de Sevilla, y habiéndolo ejercitado muy á gusto de todos, y dando satisfacción de su persona en aquella Ciudad en cuanto al Púlpito; en el Capítulo siguiente le hicieron Prior de Tenerife en las Canarias. Y habiendo acabado su oficio, en el Capítulo siguiente celebrado en Sevilla, donde salió por Provincial aquel gran Predicador del Rey Don Phelipe Segundo Fray Hernando de Castroverde, le escogió por su Compañero, y le importó harto su lado tres años para mejorarse en el Pulpito. Acabado el Trienio quedó sin oficio y con disgusto; y ofreciose venir Religiosos para China, y le ofrecieron pasar con el oficio de Prior: y así pasó otra vez á esta tierra; donde con favor que tuvo se quedó, porque como era tan gran Predicador, tenía mucha cabida con las personas graves del siglo, y le favorecían mucho. Quedado en México, le hicieron Prior de Oaxaca y de Zacatecas; y luego que se dividió la Provincia, se pasó á ésta y fue Prior de Tonallan y de Xacona, y en este Capítulo tercero fue electo Provincial; y como el Reverendísimo había enviado orden para que pasase á China, persistió siempre en que siguiese su vocación, y lo mismo su Majestad; de arte, que aunque era Padre de Provincia, le obligaron á pasar á China, donde tuvo muchos oficios, y murió de ochenta años.

  En este tercer Trienio negoció la Provincia una Cédula de su Majestad, para que la Provincia se pudiese extender en el Obispado en cuatro pueblos de españoles, fundando Conventos, conforme viese el Obispo que había necesidad. Presentósele al señor Obispo Don Balthasar de Covarrubias, de nuestra Religión Obispo benignísimo, y que hasta hoy llora el Obispado su mansedumbre y benignidad. El cual como tan aficionado de su Religión y que tanto la estimaba, no halló en su Obispado Villas de Españoles sino Celaya, Salamanca, Colima, y San Miguel, y así nos dio su licencia para que fundásemos en ellas; de las cuales admitimos luego á Celaya y Salamanca, porque Colima estaba lejos, y el temple no es muy sano, y había de ser destierro de Religiosos. La Villa de San Miguel no pareció á propósito por ser corta y pobre; y así admitiendo luego á Celaya; y Salamanca, dejamos esta fundación para el Trienio siguiente, por no embarazarse con dos fundaciones.

   En este Trienio vino lo que se le había pedido al Generalísimo, de que anduviésemos todos siempre de negro, como se vieron en las dos razones propuestas en el Capítulo y Trienio pasado; y así con esta concesión comenzamos á usar siempre del hábito negro alguno dijo que era anuncio triste de lo que había de comenzar á suceder en la Provincia, de disgustos; mas lo cierto es, que fue muy acertado el vestirnos de negro, como se vio en el lugar citado; los sucesos malos ó buenos, generalmente no se vienen ellos, si nosotros no los buscamos; y así sucedió en los disgustos, que comentaron este Trienio, como en breve referiré.

 El Reverendísimo, tenía en la memoria la quedada de algunos Padres, que habían venido para China á costa de su Majestad; y como por la muerte del P. Fr. Dionisio, no se había podido ejecutar sus mandatos, volvió el siguiente Trienio (que es éste en que estamos) á enviar nueva Patente, no sólo de aquel artículo, sino de otros, y por de todos al P. Fr. Pedro de Yera, con tanto rigor, que mandaba, que si aquellos mandatos no los obedeciese alguno, luego le privaba de cualquier oficio que tuviese, y fuese llamado á él el Antecesor; como el Provincial absoluto al presente; el Definidor pasado al actual; el Prior de cualquiera Casa á su antecesor. El Generalísimo tendría bastante razón para tanta pena, porque es justo que sus mandatos puntualmente sean obedecidos; mas siguiéronse muchos inconvenientes el último año de este Trienio, y el primero del siguiente; tanto, que como dijo Veda, hablando de las tormentas que había padecido la Iglesia de Dios de los Gentiles y Herejes, figurados en las olas del mar bravo, que traían aquella Nave de San Pedro figura de la Iglesia, en que iba N. Señor, y nota el Evangelio Math. 8 que él dormía, quien siempre vela: parece (dice Veda) según deja Dios, que las tormentas dan bamboleos á la Iglesia, que la dejó de gobernar por aquel tiempo; así pudiéramos decir, que estos dos años había dormido el favor de N. Señor en nuestra Provincia, hasta que luego despertó y mandó á los vientos no soplasen: así nos sucedió, que pasada esta borrasca, luego tuvo paz y tranquilidad la Provincia.

 La Patente del General traía muchos puntos, y tanto más era de inconveniente, pues todos caían debajo de una misma pena tan rigorosa, no teniendo muchos de ellos cuerpo ni substancia; nombraré aquí los tres más principales, sobre que se armó toda la contienda. El primero era, que todos los que se llamaban Chinos saliesen de la Provincia y no tuviesen oficio en ella, antes los hacia incapaces. Aquí nombraba al P. Águila por sor. Provincial. Lo segundo, que no fuesen Priores de Pueblos de Indios, sino los Ministros de aquella lengua, aprobados por examinadores diputados para esto. Lo tercero, que el Provincial no pudiese sacar de una casa para otra, ni menos para seglares, los bienes muebles ó raíces, sin licencia del Reverendísimo. Estos eran los mandatos más substanciales, y conocidamente más útiles á la Provincia.

  El P. Fr. Pedro de Yera, juez ejecutor de estos mandatos, presentólos en el Capítulo intermedio de este Trienio, que se celebró en Charo, y aunque hubo dificultad en admitirlos, sino que se quiso suplicar de ellos; al fin se admitieron por todos los nueve Padres del Definitorio pleno, y hubo descuido en que se escribiese en el Libro de la Provincia, como se hace con las Patentes del Reverendísimo, que se trasladan, autorizan, y se admiten; no se hizo así, sino que al pie del original, se admitió y mandaron coser en el Libro; y descosidos no había original, presentación, ni admisión. El juez ejecutor no advirtió el daño, que le podía venir; tenía otro original, que despachó con un Religioso por la Provincia para notificarlo á todos; el cuál original se despareció en un Convento que no le hallaron, y el juez ejecutor no obraba, sino en virtud de traslados auténticos. Sucedió que el Provincial se halló comprehendido en los tres artículos arriba propuestos, que no despedía los Chinos, que tenía Priores sin ser lenguas, que había sacado algunas cosas de los Conventos para otras personas; de lo cual se le hizo información y cargos, y cuando se los notificaron delante de testigos, los rompió y negó la autoridad del juez, y le quiso prender más esto no se hizo; y vuelto el juez á la Casa de Valladolid, convocó muchos Padres de la Provincia, ante quienes se leyó lo sucedido, y que le había negado la autoridad, y así le declaró por incurso en las penas del General, y llamó al oficio á su antecesor el P. Fray Diego dé Soto, al cual todos de buena gana le dieron la obediencia, y lo mismo en toda la Provincia, yéndose notificando.

  El P. Fray Diego del Águila viéndose depuesto, fuese á la Audiencia Real, quedándose de que violentamente le habían quitado el oficio; y la Audiencia Real mandó parecer al P. Fr. Pedro de Vera juez ejecutor, y al P. Fr. Diego de Soto, y que en la Audiencia Real diesen razón de lo hecho, y cómo habían procedido contra el Provincial; respondió el juez ejecutor, que él había obrado en virtud de unos mandatos del Reverendísimo que estaban en el Libro de Provincia; y traído, no se hallaron, y los otros estaban perdidos; dieron traslados de Escribanos Reales; de jueces Eclesiásticos: y aunque á los de la Audiencia, les constaba de la justificación del hecho, por ser cosa singular, trataron de favorecer al Provincial por este camino, de que si no presentaban originales, no habían de oír al juez ejecutor; y el Virrey tomó la mano de componerlos, avisando al Provincial que por lo hecho no procediese contra alguno, y al juez que se abstuviese de su oficio, mientras no pareciesen los originales. 

   Hízoles amigos, y que con amistad se volviesen á la Provincia. Y no obstante que en lo exterior no hubo apariencia de venganza, el corazón del Provincial estaba muy sentido contra aquellos que se habían mostrado más á la clara en contra suya; mas nunca lo dio á entender en obras exteriores. De este modo prosiguió el año último de su Provincialato, con hartos sinsabores porque como la razón potísima de volver á la Provincia había sido no porque no se había podido hacer lo hecho, sino porque no constaba por donde se había hecho, y todos los nueve PP. del Definitorio habían admitido los mandatos originales, hablaban mucho en la materia, de que en el fuero interior estaba tocio muy lastimado, y el Provincial tolerado, porque había quitado del Libro los originales, y que pues no los mostraba, se hallaba incurso. Llegaban las razones á sus oídos, y pasaba con trabajo estos sinsabores, hasta que llegó el tiempo de celebrar el cuarto Capítulo: el cual ordenó que se celebrase en la Casa de Tiripetio, para 23 de Abril del año de 1611. Con todo quiso N. Señor que estas inquietudes no tocasen á los mogos, sino que los estudios se siguieron muy bien, y el Noviciado y las Comunidades que su carta dicha para la Provincia, las contiendas eran solo en las cabezas.


Fuente:

Basalenque, Diego. Historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán, del Orden de N.P.S. Augustín. Año de 1673. Tip. Barbedillo, México, 1886 pp. 135-145.

lunes, 22 de junio de 2020

Antes y ahora: Esquina de Tlacopan (Tacuba) y callejón de Betlemitas (Filomeno Mata)

 Ciudad de México, 1813.- En el estupendo dibujo vemos una escena habitual de la calle de Tacuba, una de las principales calzadas que había en la capital del virreinato de la Nueva España, el Real Seminario de Minería había sido ya terminado, frente a él apenas alcanzamos a ver un trazo del que fuera el templo y hospital de San Andrés, en lo que hoy es el MUNAL, antiguo Palacio de Comunicaciones. Creo que la otra construcción, luego de Minería era el Tercer Orden (eso creo) y al fondo vemos la Alameda. Algo me llamó la atención al ver en el programa de El Foco, esta imagen justo en la parte izquierda. Algo que nunca había visto, se trata de la Estampa que había en la capilla del convento betlemitas. En caso de que eso de la "estampa" no te sea familiar, entra aquí.

 Ciudad de México, 2019. La pared donde se ubicaba esa estampa fue derruida, no se si naturalmente a causa de un temblor o con el afán modernizador de abrir calles, de la estampa de betlemitas no queda ni el recuerdo.

  Ciudad de México, 1890 ca. En esta interesante fotografía vemos la misma esquina, aún estaba ahí la estampa de Belén. 

sábado, 20 de junio de 2020

La Congregación de la Buena Muerte en la Compañía de Jesús

  Desde los comienzos de la Compañía de Jesús, incluso en la etapa de estudiantes parisinos, los nuevos religiosos se centraron en tres ministerios apostólicos: las visitas a hospitales (de un modo especial cuando estaban repletos de enfermos a causa de una epidemia o peste); la atención espiritual a los encarcelados y la asistencia social entre marginados. Con motivo del aumento de la credibilidad y el prestigio de los jesuitas las circunstancias posibilitaron que muchos de los nuevos religiosos fuesen requeridos a los pies de los enfermos y moribundos para ayudar a bien morir (ars moriendi), tan popular desde la Edad Media, cuando lo más importante es ayudar a bien vivir, dado que cada uno cosecha lo que siembra y no da lo mismo vivir de una forma o de otra. La “obsesión” del momento histórico que nos ocupa era la salvación eterna.

   No es de extrañar que los jesuitas fundasen la Congregación de la Buena Muerte. El fin de la cofradía era la unión de la propia muerte con la de Cristo y por ello fomentaban la frecuencia de sacramentos para bien vivir. Sus comienzos los hallamos hacia 1600 en Venecia, cuando reunían los viernes de cuaresma a los fieles ante el Santísimo expuesto durante cinco horas para meditar sobre la Pasión y Muerte del Señor. Esta devoción se extendió por ciudades y regiones con normas establecidas por Clemente VIII en su breve Quacumque a Sede Apostolica (7 diciembre 1604). En la capilla correspondiente se hacía referencia iconográfica a las muertes humanas y santas como son la Dormición de la Virgen y la Muerte de San José.

   Años más tarde, la Congregación de la Buena Muerte fue fundada en Roma por el M. R. P. Vicente Caraffa (1646-1649), séptimo General de la Compañía de Jesús, y establecida en la Iglesia del Gesù bajo el título de “Congregación de Jesucristo Nuestro Señor en la Cruz y de la Bienaventurada Virgen María, su Madre Dolorosa”; fue el 7 de octubre de 1648. Se la empezó a llamar vulgarmente Congregación de la Buena Muerte por el fin a que se orientaba, que era procurar que sus socios se prepararan a una santa muerte (en estado de gracia) mediante la continua meditación de la Pasión de Cristo Nuestro Señor con sermón del director y la práctica de una santa vida sin olvidar la confesión y la comunión.

   Los patronos primarios son Jesús Crucificado agonizante en la Cruz y la Santísima Virgen de los Dolores al pie del Calvario. Los Secundarios son San José, Patrono de la buena muerte, San Juan Evangelista y Santa María Magdalena.

   En 1649 se formó la Congregación masculina “reducida” o “secreta” de treinta y tres sujetos. Posteriormente pasó a setenta y dos. El 21 de agosto de 1665 el Papa Alejandro VII concedió a la Congregación de la Buena Muerte algunas indulgencias aplicables a las almas del purgatorio. El 23 de septiembre de 1729, y vistos los abundantes frutos de virtud y santidad que la congregación producía, el Papa Benedicto XIII, (1724-1730) mediante la bula Redemptoris nostri (1729) dio status jurídico a la Cofradía de la Buena Muerte erigida en la Casa Profesa de Roma, designada “Primaria”, enriqueciéndola con nuevas indulgencias, concediendo al P. General de la Compañía de Jesús la facultad de erigir en las iglesias de la Orden nuevas congregaciones de la Buena Muerte, agregarlas a la Primaria de Roma y otorgarles todas sus indulgencias. León XII (1823-1829) concedió el privilegio de poder erigirlas en cualquier iglesia, aunque no fuera de la Compañía de Jesús.

   Finalmente Pío X (1903-1914) la enriqueció con nuevas gracias en 1911. El mecanismo era el siguiente para erigir la Congregación había dos posibilidades: a) en las iglesias de la Compañía, la facultad de erigirla competía al P. General. El encargado de cursar las peticiones podía ser el P. Socio o Secretario del P. Provincial; b) en las iglesias no pertenecientes a la Compañía de Jesús correspondía al obispo de la Diócesis, lo que podía hacer por sí mismo, o por medio del P. General de la Compañía. El sacerdote encargado de la iglesia donde se quería erigir la Congregación, debía dirigirse al Prelado, solicitándolo y acompañando un ejemplar de los Estatutos o Reglas por las que la Congregación había de regirse.

   La Compañía de Jesús contó con famosos predicadores, entre los que podemos destacar los siguientes: Carlo A Cattaneo, Giuseppe M. Prola y Giuseppe A Bordón en Italia, o Domingo García en Sevilla.

   Los confesores jesuitas no dejaban de lado la cuestión testamentaria y el cuidado de la familia, aunque procuraban evitar toda implicación en estas cuestiones. De hecho las Constituciones prohíben a los jesuitas inmiscuirse en los “negocios seglares” de las últimas voluntades. No podían aceptar la consideración de testamentarios o procuradores de asuntos civiles, pero sabemos que esta disposición fue incumplida o fue concedida licencia en casos como el testamento de Magdalena de Ulloa en el que ella misma vio en los jesuitas los que ofrecían los medios mediante las disposiciones de misas y obras pías celebradas en sus propias iglesias o atendidas y vigiladas por ellos para conseguir el fin que se pretendía.  

Fuente:

Alcalde Arenzana, Miguel Ángel. La Compañía de Jesús: el Cristo de la Buena Muerte y la primera Cofradía de la Orden.

sábado, 13 de junio de 2020

La presencia de la bicicleta desde antes de la pandemia

  El ejercicio fotográfico del día de hoy es sobre bicicletas... las que ahora se están tomando más en cuenta en las ciudades grandes, como el medio ideal de transporte... en las ciudades chicas lo han sido desde siempre...














viernes, 12 de junio de 2020

El reparto de algunos objetos litúrgicos de los jesuitas novohispanos luego de una década de la expulsión

   Es sorprendente, como lo vimos en el anterior artículo, la cantidad de objetos valiosos que fueron dejados por los jesuitas en todos sus templos, colegios, casas y haciendas por todo el país, que entonces era el virreintato de la Nueva España y dentro de él comprendía varios establecimientos que hoy día están en territorio estadounidense. 

  Al tener acceso a los cientos de libros que contienen todos los inventarios que están a buen resguardo en AGN y ver los mencionados inventarios nos deja impactados de saber, en cantidades, cuánto oro, plata, perlas y piedras preciosas había en sus recintos. Es igual de sorprendente al pasar de hoja en hoja leer lo que fue de esos objetos: algunos robados, otros vendidos, otros “desaparecidos” (que es lo mismo que robados solo que, de los desaparecidos no hay rastro, de los robados sí –en algunos casos-), muchos rematados, y otros confiscados… algunos fueron regalados, como es el caso de lo que hoy nos ocupa.

 Ciudad de México, 1° de junio de 1776

   José Antonio de Areche, comisionado de Temporalidades, entrega a Teodoro Martínez, cura de la iglesia de la Santa Veracruz, ornamentos y alhajas confiscadas a los jesuitas. Se incluyen una casulla bordada de plata, candeleros de plata, un escritorio de China maqueado y dorado, blandones de plata, un relicario de filigrana de plata y ornamentos. 

   El mismo comisionado entrega a Manuel Rodríguez de la Rea, capellán de la iglesia del Santuario de Nuestra Señora de los Remedios, candeleros, un relicario, una cruz, flores, patenas, platillos, vinajeras todos de plata sobredorada. El mismo comisionado entrega ornamentos y alhajas a Juan de Sopena, presidente de la iglesia y colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe, entre los que se encuentran ornamentos bordados con oro y plata, un copón de oro cincelado, atriles y candeleros. Del altar de la Doctrina de la Santísima Trinidad, entrega un cáliz y una patena de oro, ciriales de plata cincelada, un ornamento de glasé de plata y una guarnición de plata. De la congregación de El Salvador, entrega un relicario de oro con esmeraldas, resplandores de oro con perlas y esmeraldas, corporales y manteles bordados con oro. A la parroquia de Ocoyacac se le entrega un cáliz con patena y una cucharita de plata cincelada, purificadores y ornamentos; a la de San Martín Otzoloapan, una casulla de Italia con guarnición antigua de plata; a la de San Pedro de la Cañada de Querétaro, una casulla de persiana con labores de plata y un galón de oro; a la de la Señora Santa Ana, una casulla con flores de oro, diez candeleros de madera plateados, dos de plata y diversos ornamentos; a las parcialidades de Santiago y a la capilla de la cárcel de la parcialidad de San Juan, un cáliz de plata cincelada con su patena y ornamentos; a la parroquia de Xilotepec, una casulla con guarnición de oro y otros ornamentos.

    Antonio de Areche, fiscal de la Real Audiencia entrega al cura de la parroquia de Santa Catalina Mártir ornamentos y alhajas, que pertenecieron a los jesuitas. Se consignan casullas bordadas con flores de plata y oro, un cáliz, platillo, vinajeras, blandoncillos, una custodia, atriles, palabrero, todos de plata, y una imagen de la Virgen de la Concepción con diamantes. A la iglesia parroquial de Santo Tomás se le entregan ornamentos con adornos de plata, un copón, un crucifijo, un incensario, una naveta con cuchara, ciriales, cálices, todos de plata, así como un viso bordado con oro y plata; al colegio de Niñas San Miguel de Bethlen, vinajeras y plato de plata, tela de plata con guarnición de oro y diversos ornamentos; al convento de Carmelitas Descalzas, cuatro candeleros de plata de una vara de alto con escudos grabados; a la iglesia de San Miguel Arcángel, una casulla bordada con plata y oro, un copón de oro cincelado, candeleros, blandones, atriles, un frontal, todos de plata, un sagrario, un nicho de alabastro, un crucifijo de marfil y otros objetos para oficios religiosos; a la iglesia de Santa Cruz Acatlán, ornamentos diversos, un copón, un cáliz, un relicario, una vara de estandarte e un incensario, todos de plata; al oratorio de San Felipe Neri de Querétaro, casullas con guarnición de plata y oro y cálices de plata cincelada; a la Catedral Metropolitana, un cáliz de oro guarnecido de diamantes y rubíes; a la iglesia del Señor San José, una casulla de tela de oro con adornos de plata, candeleros de plata y otros objetos para el culto; a la iglesia de Salto del Agua, ornamentos, un copón, una custodia, un cáliz, un platillo, una vinajera y ciriales, todos de plata; a la iglesia de San Antonio de las Huertas, candeleros, un copón, un relicario, todos de plata y una casulla con galón de oro y otros ornamentos diversos; a la iglesia de San Pablo, una casulla con flores de oro y objetos para el culto; a la iglesia de San Sebastián, una casulla bordada de plata, candeleros de plata y ornamentos diversos; a la parroquia de Santa Cruz, una casulla bordada con flores y galón de oro, candeleros, un cáliz, vinajeras, un plato, campanillas y un frontal, todos de plata, y otros objetos para el culto; a la iglesia de Nuestra Señora de la Misericordia, una casulla con punta de oro y diversos ornamentos; al convento de La Piedad, dos candeleros de plata; al convento de Santa Teresa la Nueva, un relicario en un forma de custodia y frontal, todo de plata. (1)

 Ciudad de México, 9 de enero de 1776.

   Descripción de objetos y enseres de la Casa Profesa, presentada por Francisco Antonio de Vizcaya, entregados a diferentes instituciones y personas a partir del 6 de octubre de 1767 y hasta el 31 de diciembre de 1774.

   Al convento de San Francisco se le entregaron las piezas de los siete cuerpos, que componían el túmulo para honras de los Caballeros Militares, con la descripción detallada de cada uno de los cuerpos, así como de pedestales, arbotantes y estatuas de madera. Al oratorio de San Felipe Neri, lo que se encontraba en la iglesia y la sacristía, con la descripción del altar mayor y sus imágenes, esculturas y joyas de oro, plata cincelada, perlas y marfil, así como el altar de San Agustín con nicho de cristal y diademas de plata, el altar de la congregación de la Buena Muerte, un nicho de cristal con marco de plata, una cruz de carey, adornos, resplandores y una diadema de plata, el altar de la congregación de El Salvador, tallado en cuatro cuerpos, imágenes, un resplandor, una peana y una corona de plata con adornos de perlas, otros nichos con estatuas adornadas con corona de plata y piedras preciosas, imágenes de santos de madera estofada, un Cristo de marfil, altares de San Xavier, Santísima Trinidad, Nuestra Señora de Guadalupe, San Francisco, Nuestra Señora de Loreto, Nuestra Señora de los Dolores, San Miguel, la Asunción y la del Desmayo, todos con joyas de plata y vestuario adornado con oro, diademas, un resplandor, una daga, una azucena cíngulo y lámparas, todo de plata. De la sacristía se entregaron un Cristo de tamaño natural, láminas y lienzos de santos; de la capilla interior de los Tránsitos, un altar con trece lienzos pintados, la Virgen con el Niño con brazalete de oro y plata y cintillo de diamantes, esculturas de santos y lámparas de plata. Se entregaron a los padres de la congregación de San Felipe Neri telas de plata y tisú, ornamentos adornados con plata, flores y un galón de oro, custodias, cálices, una copa, un incensario y navetas, todo de plata. Se incluyen inventarios de alhajas y muebles de la Casa Profesa, entregados a diferentes personas, conventos e iglesias. (2)

Ciudad de México, 31 de abril de 1777. 

   Francisco Antonio de Vizcaya, depositario de Temporalidades, presenta una relación de los muebles y alhajas expropiados a los jesuitas y que fueron entregados a diversas personas. 

   Al licenciado Gerónimo de Montalban se le dio un candil con sus arbotantes, dos fuentes cinceladas y un platón, todos de plata; a Pedro Núñez de Villavicencio, un Cristo de marfil y un relicario de plata; a Josefa Negrete, tres matatenas de oro, dos corales, una mancuerna de plata hilo de perlas, zarcillos de oro y otros con diamantes, potencias de plata y una caja de filigrana de plata; al padre prepósito (no se menciona el nombre) de la congregación de san Felipe Neri, muebles y pinturas de diversos santos, que se encontraban en los aposentos de la Casa Profesa. (3)


Fuentes:

1.- AGN. Temporalidades. Vol. 197, exp. 1, fs. s/n.
2.- AGN. Temporalidades. Vol. 208, exp. 8, fs. s/n.
3.- AGN. Temporalidades. Vol. 208, exp. 9, fs. s/n.

jueves, 11 de junio de 2020

Algo de lo ocurrido con los bienes de los jesuitas luego de la expulsión de Nueva España

  En estos once años y medio de publicar en El Bable, uno de los temas que, al principio fue constante, era el de los jesuitas, la razón era una: el blog lo inicié cuando vivía en Baja California Sur y, estando allá, en el medio año que viví en Loreto, la atmósfera del lugar me condujo a adentrarme más y más en el legado que ellos dejaron en México. Si das clic aquí, abajo, en la etiqueta “Jesuitas”… o arriba también está… podrás ver todo lo que sobre el tema he publicado hasta el momento. Lo comento porque lo de hoy me aclara algo que me pregunté alguna vez: ¿qué pasó con todo lo confiscado a los jesuitas luego de la expulsión de 1767? Veamos:

  “Sin embargo, gran cantidad de joyas y alhajas, valiosas tanto por su riqueza material como artística, se perdió; porque el conde de Aranda a nombre de Carlos III expidió un decreto que ordenaba clasificarlas en tres clases: en la primera se incluían todos los objetos que estuvieran en contacto cercano a los oficios divinos, tales como custodias, cálices, etcétera; en la segunda, aquellos que no estaban tan cercanos al culto, como cruces, blandones, palios, etcétera, y en la tercera, todo aquello que sirviera de adorno para la galanura de la iglesia, como tapices, flores de plata, jarrones y, en fin, lo considerado superfluo. 

   Las joyas de primera clase se destinaron a muchas iglesias y parroquias de toda la Nueva España o se entregaron a personas que fungían como depositarios. Por orden del rey, los objetos de segunda y tercera clase se fundieron en la Casa de Moneda y se llevaron en barretones o tejos, según el metal, directamente a España, con lo cual se perdió una riqueza incalculable de obras de arte” (1). 
 
Ocurrió, seis años luego, en la Ciudad de México, que le levantó en 1771 un  Inventario de ornamentos, vasos sagrados y alhajas de la Casa Profesa. Ese templo, bien lo sabemos, pasó luego a los padres filipenses del Oratorio. A continuación en mencionado inventario:

   "En la sacristía se encontraron ornamentos con flores y galón de oro y plata, casullas con fleco de oro y flores de plata y oro, una capa bordada con oro, cojines de terciopelo con galón de oro, cíngulos con guarnición de plata y oro, vestidos de diferentes vírgenes hechos de tela de plata, una cinta bordada de perlas, un manto bordado con oro, un pabellón bordado con oro, palias con guarnición de plata y bordadas con oro y plata, un frontal y una palia con guarnición de plata y oro y bordados de lo mismo, un estandarte bordado con plata, un palio y visos bordados con oro, misales forrados con terciopelo y cubiertas caladas de plata y un galón de oro, vestidos de tisú y brocado con flores de oro y plata, un dosel con puntas de plata, un pabellón con flores de oro y plata, un resplandor bordado con oro.

   Las alhajas de plata y oro son un cáliz de oro, guarnecido con diamantes y rubíes, copones de oro cincelado, una custodia de oro esmaltada y piedras preciosas, de plata sobredorada, cálices dorados con su platillo, vinajeras, cálices cincelados con patenas sobredoradas, candeleros, una copa, un pichel, lámparas, relicarios, arbotantes, todos de plata, un relicario de oro con esmeraldas, arbotantes de plata, mazos de perlas menudas, un báculo, una cruz, ciriales, blandoncillos, candeleros, un incensario, hacheros, pedestales, un trono, frontales, candiles y sagrario, todos de plata, un crucifijo de marfil y un baldoquín con fleco de oro.

   Las joyas de la Virgen de Loreto son pulseras de perlas, un Jesús de oro con diamantes y rubíes, una cruz de esmeraldas, vestidos de tela de plata, calzoncillos para el Niño Jesús, de raso bordados con oro, una gargantilla de perlas finas, una soguilla, aretes con perlas y diamantes, cruces de oro con esmeraldas. Hay vestidos de diversos santos y ornamentos, imágenes y esculturas, un nacimiento con figuras de plata, un ramillete de flores, muebles y enseres de casa y de iglesia.

   Las alhajas de la capilla interna a cargo del colegio de San Ildefonso son un altar de talla, de dos cuerpos, con trece lienzos, pintados con diferentes santos, imágenes de santos con túnicas de oro y plata, así como arbotantes de plata, una mesa de altar con manteles guarnecidos de encaje y una palia con ramos de oro, un atril en tapinceran* y hueso, imágenes de alabastro, lámpara de plata, lienzos con marcos dorados, tabernáculos, láminas de santos embutidos en carey, un escritorio embutido en hueso.

   Las alhajas del altar de la doctrina de la Santa Trinidad son un cáliz de oro con una patena de lo mismo, una custodia de plata dorada con esmeraldas y diamantes, una imagen de la Virgen de la Concepción con diamantes, vinajeras, ciriales, arbotantes, un cáliz, un trono, candeleros, lámparas, candiles, atriles, un incensario con naveta y cuchara, todos de plata. Hay ornamentos diversos y muebles que los contienen. 

   Las alhajas pertenecientes a la congregación de San Salvador son un cáliz de plata, un frontal, blandones, atriles, una cruz, un cetro, un resplandor, un relicario, todos de plata; una corona con ciento noventa y cinco perlas, hilos de perlas, florecitas de la corona con cuatrocientas ochenta y cuatro perlas, florecitas con piedras preciosas, una cruz y una estrella de la corona guarnecidas de perlas, un corazón de oro con perlas y piedras preciosas, un pelícano de oro adornado de lo mismo, diversos ornamentos y vestimentas de santos, un vestido de la Virgen de los Dolores bordado con oro y los instrumentos de la Pasión totalmente adornados con perlas y un relicario con piedras preciosas, joyas con diamantes, un manto bordado con oro, diversos ornamentos de terciopelo, un brocado, tela de oro y galón de plata, frontales plateados y dorados, un altar con imágenes de santos con alhajas de perlas, diamantes y esmeraldas, arbotantes, angelitos y lámparas, todos de plata. Se encontraron otros ornamentos y muebles, así como un lienzo con imágenes de distintas advocaciones.

   Las alhajas de la congregación de la Buena Muerte son una casulla, dalmáticas y un palio en tela de oro, albas con hilo de oro, ornamentos con galón de oro, casullas, una capa pluvial, palias bordadas con galón de plata y otras con oro y plata, un trono de siete cuerpos, palabreros, atriles, un cáliz, candelero, pantallas, arbotantes, arandelas y frontal, un altar con reliquias y una lámpara, todo de plata. (2)

Ocurrió luego, el 7 de septiembre de 1773, que José Antonio de Areche, comisionado de Temporalidades, de acuerdo con la orden del conde de Aranda para la clasificación de alhajas que pertenecieron a los jesuitas, presenta un informe de las que existían en la Casa Profesa y las congregaciones.

   En la congregación de El Salvador se incluye de primera clase un cáliz, un relicario con un lignum crucis de filigrana y otro en forma de custodia, todos de plata. De segunda clase se consignan vinajeras, un platillo y una campanilla, un frontal, blandones, una cruz, atriles, un incensario, una naveta, un cetro y un resplandor, todos de plata; un relicario de oro con esmeraldas, un resplandor pequeño también de oro, tres coronas con una inscripción detallada de cada una, en oro y plata, un corazón, un relicario y joyas pequeñas de oro, perlas y piedras preciosas, lámparas, angelitos, arbotantes y una cruz, todos de plata. De tercera clase se registran arandelas, un tintero y una salvadera, también de plata.

   En la iglesia de la Casa Profesa, de primera clase se incluye un cáliz de oro guarnecido de diamantes y rubíes, copones de oro cincelado, un relicario con piedras también preciosas, custodias, copones, cálices, vinajeras, platillos, un viril, un cetro, cruces, un trono y sagrarios, todos de plata. De segunda clase consignan: candeleros, un pichel, un ramo de flores, arbotantes, un báculo, todos de plata; mazos y pulseras de perlas, una gargantilla, aretes de perlas y diamantes, cintillos y cruces de oro con piedras preciosas, una vara para estandarte, ciriales, candeleros, hacheros, pedestales, frontales, atriles, incensarios, pedestales y frontales. De tercera clase se incluyen siete candiles de plata.

   El altar de las Doctrinas de la Casa Profesa tiene de la primera clase un cáliz de oro, una custodia de plata sobredorada con piedras preciosas, un cáliz, una patena, un platillo, vinajeras, un trono con arbotantes y ángeles, todos de plata. De segunda clase se incluyen, lámparas, candiles, arbotantes, una cruz con flores, un misal, un epistolario y un evangelio con escudos de plata, vinajeras, ciriales, arbotantes, candeleros, atriles, un frontal, todos de plata.

   La congregación de la Buena Muerte de la Casa Profesa tiene de la primera clase un cáliz, una patena y serafines de plata sobredorada; de la segunda clase, un candelero, atriles, un evangelio, un lavabo, un palabrero, pantallas, arbotantes, una lámpara y un frontal, todos de plata; de la tercera clase, un tintero y una salvadera, arandelas con sus cadenas, todos de plata. (3)


Fuente:

1.- Pezzat Arzave, Delia. Catálogo de Documentos de Arte. IIE-UNAM. México, 2006

2.- AGN. Temporalidades. Vol. 147, exp. 2, fs. 103-118.

3.- AGN. Temporalidades. Vol. 197, exp. 1, f. s/n.

miércoles, 10 de junio de 2020

Uso y abuso de las palabras al hablar: la verbosidad

   Quizá no conoces a la chica de la foto, se trata de Kayleigh McEnany, portavoz de la Casa Blanca, es decir del presidente de los EE UU, lo es desde el 7 de abril del presente año y es la cuarta de la presente administración. Pero no incluyo esta imagen por cuestiones políticas, sino porque el tema de hoy es la Verbosidad, es decir, el rollo... "tirar rollo" decimos en ocasiones y, bien lo sabemos, cuando tiramos rollo es cuando hablamos y hablamos y hablamos... ad infinitum...

   Esto de la verbosidad, es debido a que, buscando en la red la definición del Palabrero, todo me llevó al rollo, es decir, al hablar mucho. Por cierto, si eres joven, es decir, de milennial para adelante, quizá no entiendas la imagen que ahora incluyo. Te cuento: esto, para nosotros, los de más de 50 años, es un rollo... uno de marca Kodak, los había de 12, 28 y 36, que eran las posibilidades que te daban esos rollos de tomar 12, 28 o 36 fotografías, dicho de otro modo, en aquellos años, más te valía pensar muy bien la toma que querías hacer, antes de hacerla, antes de disparar, de lo contrario echarías a perder una de tus pocas opciones... no como las memorias actuales.

  Este era el palabrero, un atril en donde se posaba un libro. Y claro, se entiende el término, un libro contiene muchas palabras y en un sermón lo que abundan son las palabras. En cuanto a la verbosidad, esto es... lo mismo. 

   Verbosidad (del latín tardío verbosĭtas, -ātis) es la abundancia de palabras en la elocución. Verboso es lo abundante y copioso de palabras.​ Locuaz (del latín loquax, -ācis) es el "que habla mucho o demasiado".​ Hablador no sólo es el "que habla mucho", sino el que en ese exceso llega a ser impertinente y molesto, o el que comete una indiscreción.​ Palabrería es la abundancia de palabras vanas y ociosas (inútiles, innecesarias, sin fundamento). Palabrero, además del "que habla mucho", también es el que promete fácilmente para luego no cumplir lo prometido (es decir, paradójicamente, el que no tiene palabra).​ Parlar es "hablar mucho y sin sustancia", y en algunas aves (aves parlantes) "hacer sonidos que se asemejan a la locución humana"; también es hablar con indiscreción, con lo que se identifica perfectamente con las primeras acepciones de "charlatán" y con las acepciones metafóricas de "cotorra" y "loro" (Wikipedia).






martes, 9 de junio de 2020

Formas y colores en San Miguel de Allende, dicho de otro modo, "visto por El Bable".

  El ejercicio fotográfico de hoy es el de encontrar formas, combinadas con los colores propios de los pueblos viejos de México, esos que ahora se denominan "pueblos mágicos", en esta ocasión se trata de San Miguel de Allende, Guanajuato. Veamos: