Un día se celebró el cumpleaños del gerente, hubo una comida, primero un cóctel con mariachis, al sentarnos a la mesa me sentí incómodo, fuera de lugar nuevamente. No hice conversación alguna. Al lado se encontraba un chico, el encargado de compras y me preguntó ¿oye, por qué te veo siempre que andas mal? pues porque no me gusta estar aquí, le respondí. Y, si no te gusta ¿por qué no te vas a otro lado? me dijo.De una frase tan simple y tantas veces escuchada me vino algo así como un rayo luminoso. Tiene razón, si me siento mal la cosa es irme de aquí. No lo pensé mas, así que cerré la maleta, solo deje dos mudas en una mochila, encargué mis pertenencias en casa de un amigo y al otro día estaba en la terminal de autobuses de Zihuatanejo. Con el habitual calor, las moscas y el lodo, pues en esa zona llueve mucho.
Ese trayecto de Zihuatanejo a Acapulco tiene su encanto, son docenas de kilómetros de platanares y de cocotales, paisaje más tropical que este dudo que exista. Y Acapulco es ya una ciudad, en la memoria quedó todo el glamour que tuvo en los cuarentas, cuando Caleta sorprendía al mundo con su belleza. Ahora, al igual que en todo México es el trafico enloquecedor, una ciudad con casi un millón de habitantes y eso si, una bahía enorme que indiscutiblemente es bella, solo que embellece aun mas de noche cuando recobra la vida que hace tan característico al puerto.Pero eso a mi no me interesaba, quería ver mas bien sus raíces, así que recorrí por completo el Fuerte de San Diego, al otro día me fui a las playas mas apartadas, estaba en una de ellas, cuando, sin pensarlo, por mi camino aparece una carta mas. La segunda en apenas cuatro o cinco días.
Construcciones no habían aun en Huatulco, solo proyectos. El campo de golf lo estaban trazando, las calles vacías, faltaba mucho para que entrara en la oferta turística de la geografía nacional, y si, efectivamente, caminando por allí, una carta mas de la baraja apareció.
El DF es, indudablemente, la ciudad mas interesante de todo México, el tiempo no basta, hay mucho que hacer, mucho que ver, tan solo caminar por sus calles sin rumbo es como pasear en un museo o ser parte de un teatro, son tantas y tantas las escenas que se va uno topando que la ciudad es en si un espectáculo. La ciudad ya la conocía, había vivido tres años allí, sabia como llegar a los principales lugares y conocía bien las reglas de comportamiento, digo, si es que las hay. Así que la operación la volví a realizar, en el primer camión que pase me subo, pero esta vez eran los urbanos, los que me llevaron a los sitios más apartados y sórdidos de la ciudad, a las penitenciarias, a los multifamiliares mas recónditos, a los limites de la ciudad, que de pronto se antojan inexistentes pero allí están.Un día decidí caminar todo el día así que enfilé por Polanco, una de las mejores zonas residenciales aunque el comercio le ha ido ganando terreno, como quiera, iba caminando por una calle en la que solo residencias había, me enfilé por el camellón central y de pronto, no pude creer lo que frente a mi se mostraba. Un árbol que al metro y medio del suelo el tronco se bifurcaba y justo al medio, asentada, esperándome, una carta mas de la baraja.
El recorrido lo seguí hacia el norte, llegué a Salamanca, luego de varias semanas seguí a Guadalajara, luego Mazatlán, Culiacán y Mochis allí me subí en el tren y pude conocer la espectacularidad de la Barranca del Cobre, algo en verdad maravilloso, era octubre, lo recuerdo muy bien, pues siempre se ha dicho que la luna de este mes es la mas bella de todas, sin planearlo me tocó pasar la noche de luna llena precisamente en Divisadero en donde no hay nada mas que un hotel, asentado sobre la orilla de la barranca. De noche, con la intensidad de la luna en pleno el espectáculo se antojaba como irreal, pero no, mas realidad no podía haber que la Barranca del Cobre iluminada por la luna.En Chihuahua fue donde decidí que el viaje estaba por concluir, que antes de terminar el año tendría que estar de vuelta en el Caribe pero que antes debería pasar por Ixtapa a recoger mis pertenencias. Así fue, para Navidad de ese memorable 88 estaba ya de vuelta, con todas mis cosas y un sobre lleno de cartas de la baraja.
Hay un libro de Jostein Gaarder, el que escribió La historia de Sofía, llamado El misterio del solitario, en donde el tema de las cartas de la baraja se toca… y ni que decir de la canción de los Tigres del Norte, a ritmo de vals: “La baraja bendita”:
http://www.youtube.com/watch?v=hZrZwIk8cMs&feature=related
Absolutamente interesante! Son de esas anécdotas de vida que me encanta saber que ocurren.
ResponderEliminarQué suerte que ellas te encuentren!! Aunque también soy partidaria de la versión de que alguien te ayuda por tu camino...
Yo encontré una baraja del numero 11 pero no se que significara
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