martes, 7 de septiembre de 2010

Araró, la centenaria peregrinación (Michoacán)

En el artículo de ayer vimos Tarímbaro y leíamos de la tradición purépecha que rendía culto a una de las nubes, uno de los cuatro hijos de la pareja divina que llevaban su cargamento preciado de agua a los cuatro puntos cardinales y era en Tarímbaro que se ubicaba el adoratorio correspondiente al blanco, es decir, al del oriente.


Si nos adentramos a las tradiciones de los mexicanos antiguos veremos una serie constante de coincidencias, vemos como unos habían influido en otros y la práctica de las festividades coincidían también en los calendarios rituales. Así pues recordemos que Curicahueri, el sol (el fuego), y Cuerapahueri, la tierra, (la naturaleza), se unieron y procrearon. Esto sucedió precisamente en Araró.


De su unión nacieron cuatro hijos que se llamaron con el genérico de Taripereme “agua hermosa, agua preciosa”. Y su segundo nombre los identificaba individualmente: Ungaperi se asociaba con el norte y con el color amarillo. Chupi se asociaba al sur y su color era el negro, Turupten era el este y su color el blanco. Quarencha era el color rojo y se ubicaba en el oeste.


Y es entonces que tiene su origen el culto a Carapahueri, su altar es ubicado en Araró, pueblo que está localizado en la rivera nororiente del lago de Cuitzeo y era hasta allí que el pueblo purépecha enfilaba en peregrinación para llevar a sus hijos al sacrificio sagrado de ofrecer la sangre, mediante la gradación en orejas y nariz. Los franciscanos fueron los primeros en dar cuenta de lo que allí sucedía y, con la técnica desarrollada en el valle de México la transposición de imágenes se dio el sincretismo surgiendo de ello el culto al Señor de Araró.


Recordarás que antes te mencionaba sobre “el otro blog”, el que desarrollé para dar cuenta de la historia del Señor del Hospital, la imagen venerada aquí, en Salamanca, ese me llevó a darme cuenta de que el culto a la imagen de Cristo fue muy difundido en el Obispado de Michoacán y siendo aquí que los tarascos desarrollaron la técnica de los “ídolos ligeros” los de pasta de caña de maíz, que los llevaban a sus guerras, los españoles, al darse cuenta de los beneficios de estas esculturas, los implementaron en la imaginería Católica.


Esto dio por resultado que en la actualidad el estado de Michoacán se llene de festividades los martes y viernes de la cuaresma pues a lo largo de esos cuarenta días se van celebrando los Cristos de cada comunidad, en el caso de Araró se estableció como el segundo viernes de cuaresma el indicado para su fiesta… y que fiesta!


Casualidades de la vida… otra vez saco mi “frasecita” de las casualidades. Otra vez te digo que yo no suelo mentir, así que, llegué un jueves, el segundo de cuaresma a Zinapécuaro, en el norte de Michoacán y caminando por la calle veo el anuncio de las fiestas de Araró, las cuales serían… al día siguiente! Así que me quedé para el otro día dedicarlo a participar en la fiesta. Con la suerte de que me tocó estrenar un hotel. Pequeñito, en el centro, comodísimo y lo que menos parecía era un cuarto de hotel, más bien era semejante a la casa del primo rico que te hospeda.


En el centro, contra esquina del Jardín está el paradero de los colectivos que van a Araró, veinte minutos en tiempo normal, pero en día de fiesta… un poco más pues más nos aproximábamos más y más vehículos abarrotaban la carretera, entramos en el pueblo y lo único que se veía eran mantas, carpas y más carpas, Araró, el pueblo, había desaparecido, ahora aquello se convirtió en el más festivo mercado que he visto en toda mi vida.


Hemos dado ya cuenta de muchas fiestas que se dan en México, también del calendario de celebraciones que los aztecas llevaban, y de cómo esas festividades, las que culminaban con un sacrificio humano, luego se transformaban en bailes, comida, música y un gran colorido… bien, aquí en Araró lo viví.


Color, color, color, comida, plumas, flores, lentejuelas, brillos, danzantes, velas, rezos, peregrinaciones, devoción, ofrendas, ofertas, ollas, comida y más comida, música, mucha música, más danzas, más color… olores, buenos y malos, muchos olores. Ríos de gente que enfilaban hacia el único destino que allí hay: el templo del Señor de Araró.


Gente, gente, más gente, unos ataviados en gala de fiesta, unos más ataviados en trajes ceremoniales, en trajes de baile, algunos grupos de muchachos con máscaras de carnaval, algunos travestidos, todo en torno al jolgorio y a la fiesta… las velas, imprescindibles se vendían a la entrada del templo y a un lado se regalaban las oraciones y las explicaciones del rosario.


Grupos de hombres, hombres jóvenes que con devoción rezaban, se santiguaban, seguramente por última vez frente a su Señor de Araró pues dentro de poco iniciarían el peregrinar, esta vez hacia el norte, en busca del consabido sueño americano, el cual sigue dando jugosas divisas a nuestro país. Algo tienen esto michoacanos que se les ve de inmediato que van hacia o que acaban de llegar de los Estados Unidos y sea que vayan o que lleguen, la escala forzosa es visitar al Señor de Araró para agradecer… o para pedir, según sea el caso.


El río de gente nunca terminó, comenzaba antes de llegar al pueblo, era temprano aun, las diez de la mañana, faltaba la llegada, apoteósica seguramente del Obispo de Morelia para celebrar la Misa de Función, es decir, la especial del mediodía… Mediodía, cuando el sol está en su zenit, -pensé- las cosas han cambiado en poco, por mucho que queramos decir, las cosas fueron, son y siguen siendo... la misa de doce el sol pleno…


Hay un orden dentro del desorden, salimos del templo, a paso corto pues es demasiada gente la que allí se concentra, proporcionalmente más que en la Villa de Guadalupe el doce de diciembre… al menos esa fue mi percepción. También me recordó el día en que materialmente no pude caminar, sino que me dejé ir con el río de gente un domingo de Agosto en San Juan de los Lagos… la fe, la tradición, las creencias… el sincretismo, más bien es el sincretismo.


Y ahora pienso algo… si consideramos, en números redondos, 200 años desde el Grito más 300 años de Virreinato y a esto le agregamos al menos 300 años de Imperio Tarasco, nos da 800 años, como mínimo… consecuentemente estamos ante una manifestación de fe, de ideas, de costumbres bien arraigadas que, por decir lo menos, llevan ocho siglos de suceder aquí, aquí en esta parte de Michoacán, la que dicen es “el alma de México”.


Y salimos, finalmente pudimos salir del templo, afuera en el atiborrado atrio son innumerables las danzas tradicionales que se ofrecen. Maracas, conchas, tambores, flautas… color, mucho color. Salgo de allí, en el atrio no cabe más gente y dentro de poco saldrán los asistentes a la misa y llegará el cortejo del Obispo, la fiesta estallará en pleno… yo sigo vagando por la calle, ven, ven conmigo y recorramos la fiesta del Señor de Araró en su mero día, en el segundo viernes de cuaresma del 2010…


















1 comentario:

  1. jajajaja es un señor muy milagroso mas si se lo pides con mucha fe el te ayudara en todas las cosas de la vida

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