domingo, 21 de agosto de 2011

El Metro: Un Viaje. Ciudad de México.

955.- El Metro, el Metro nuestro de todos los días. Digo nuestro pues, aunque uno no viva en la ciudad de México, cuando se llega a ella se vuelve algo necesario e imprescindible, como imprescindible es para mucha gente, tanta como 5 millones de personas al día que suben y bajan de sus vagones. Al Metro lo conocí al poco tiempo de que comenzó a funcionar y hoy, luego de un montón de años, que vuelvo a usar sus servicios me doy cuenta de lo importante y, en honor a la verdad, lo bien hecho que fue planeado y construido.

Era el tiempo de las Olimpiadas, era cuando veíamos fotos, acá en la bella y apacible provincia, de los autobuses y trolebuses de la ciudad de México cargados al tope de gente, incluso gente colgada de los mismos, esos a los que se les decía "moscas", vino entonces el Metro, sus primeras líneas, creo que tres: azul, rosa y verde. Pocos años pasaron para darse cuenta de que no eran suficientes y, como todo en la vida, el Metro creció.

En mis juveniles años del 69 o tal vez el 70 ó 71, cuando iba a la ciudad de México, uno de mis primos, que allí vivía, tuvo a bien aleccionarme en como abordar el Metro, en como plantarse atrás de la raya, en como ubicarse contrario a lo que uno piensa es la dirección correcta, ya que al entrar en el túnel, la mayoría de las veces, en el mar de gente que hay bajando escaleras, uno equivoca los sentidos y de ir norte sur, resulta que se va de sur a norte. Eso y más lo aprendí en esas mis primeras "idas" a México. Luego me serían muy útiles pues en México viví largos tres años.

Cuando no se cuenta con los recursos, el Metro se vuelve parte de uno, al principio lo utilizaba todos los días en apenas tres estaciones para ir de donde vivía a donde trabajaba. Chapltepec-Insurgentes se me volvió algo habitual en la vida, a la vez que se volvió algo imprescindible para la vida no laboral, pues, el Metro me acercaba a todo lo bueno, en ocasiones también a lo malo, que había en la ciudad, en la gran ciudad de México.

Cuando uno vive en la ciudad, el Metro se vuelve algo rutinario, algo en donde pasa de todo y se ve de todo todos los días, que, al final, ni en cuenta se le toma las escenas desgarradoras, las escenas de enigma, las escenas de impacto, las escenas de amor, en fin, las escenas de vida que allí se dan, minuto a minuto, estación a estación.

Ahora, que como visitante o turista abordo una vez más el Metro, es solo cosa de segundos para adaptarme, una vez más a ese ritmo de velocidad en que la vida transcurre en sus estaciones y más aun en sus vagones.

Y, como turista que ahora soy en la ciudad, eso me da tiempo, me facilita agudizar el ojo para ir captando cosas que, seguro estoy, quienes viven en la ciudad, ni cuenta se dan de lo que dentro de estos espacios del Metropolitano existen. Lo primero que verás, contrario a la idea habitual, es la poca gente que capté en las fotos, eso debido a que, como turista, evité las horas pico en las estaciones congestionadas, me fui por lo tranquilo, tratando, no precisamente de disfrutar los varios viajes que realizé en el Sistema de Transporte Colectivo de la Ciudad de México, sino matando dos pájaros de un tiro, transportarme a donde iba y sacar la cámara para disparar en el momento, si no justo, (perdí una docena de impactantes escenas), al menos en donde me diera la oportunidad de recrear la pupila y el lente, esto pensando que hay un buen número de personas en México que en su vida se han subido al Metro.

El Metro es un sub-mundo, la vida allí corre a su propio ritmo. Para mi, como turista que soy, utilizo el Metro (además de medio de transporte) como gran teatro de la vida. Cuando logras desarrollar ese ejercicio y ver una cadena quasi infinita de vendedores ambulantes, que, como lo pude comprobar, hasta en grupos organizados abordan los vagones para ofrecer todo tipo de mercancía, desde lo más absurdo, hasta lo cotidiano y necesario. Pasando claro está, por lo sorprendente y lo pirateado.

¿Que es lo absurdo? un vendedor que ofrece pelotas que al jalarlas se vuelven hilos y al juntarlos se vuelven pelotas nuevamente. Unas lamparitas (Made in China) que reflejan estrellas y cuanta cosa sobre el techo. Libros de chistes, "para que seas el alma de la fiesta", dicen. Y uno de ellos, el que recuerdo y que la verdad me hizo reír, cuando la vendedora, bastante joven lo recitaba: ¿Sabe Ud como le dirían al Chicharito si fuera gay? Ejotito.

Lo sorprendente: un tipo que se paraba de mano sobre pedazos de vidrio. Sí, en mitad del vagón. Una mujer embarazada que vendía chicles. Lo sorprendente era como mantenía el equilibrio con su embarazo de 8 meses y sus escasos 17 años. La docena de vendedores de discos piratas cargado en su back pack las bocinas. Pero más aun: el vendedor del Excélsior, sí, del "periódico de la vida nacional" a tan solo 5 pesos, para que usted no pague 12 pesos decía... ¿cómo le hará? me pregunté...

La lista de lo que sucede en el Metro se vuelve infinita, pero hay algo que no acaba de gustarme, mucho menos que no acabo de entender. Es lo que ves en la fotografía: los vidrios rayados, supongo que con algún químico que dejan su perenne huella. No entiendo a la gente que lo hace, seguramente jovencitos, aunque también los entiendo, (no los justifico) me puedo imaginar el ambiente en el que transcurre su vida diaria para que hagan esto... lamentable.

Algo que me parece extraordinario en el Metro, me refiero a las primeras tres líneas, es su ideografía, sus logotipos; son hermosos en verdad. Fueron creados por el mismo que hizo los logotipos utilizados durante las Olimpiadas de México, un norteamericano (yes! un gringo) de nombre Lance Wyman, son claros, directos, conceptualizados a la perfección y son notoriamente diferentes a los que se hicieron en las siguientes líneas, las que son de la 4 a la 12.

Los primeros vagones creo se hicieron en Francia, o, en todo caso, con teconología francesa, pues son igualitos a los que hay en París. Luego hubo necesidad de adaptase algunas cosas, el aire acondicionado, o, en todo caso, los ventiladores, que son imprescindibles dentro de ellos, especialmente cuando hay varios cientos de usuarios junto a ti. A muchos de los extranjeros les sorprende que haya vagones exclusivos para mujeres, así es este Metro.

Serán los tintes amarillos del gobierno de la ciudad que en la actualidad existe o será el sereno, pero ahora se permiten "las tocadas" dentro de las estaciones del Metro, me tocó ver a un grupo tropical, incluso había gente bailando, también a este grupo de música tradicional.. de todo hay en el Metro de la ciudad de México.

Pero algo interesante que guarda el metro, y todo incluido en el mismo boleto, es el arte que allí dentro hay. Lo mejor, a mi gusto, es la obra de Rafael Cauduro, como esta que estamos viendo, la cual entra en un estilo que creo se llama Hiperrealismo, y con justa razón. Más no te puedo decir, siguen ahora las imágenes que por si solas hablan y comprueban que el Metro es un viaje.















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