miércoles, 18 de mayo de 2016

De Teocaltiche y su lamentable pérdida patrimonial...

   Todo en la vida dependerá siempre del punto de vista que se vean las cosas, desde las vivencias propias, de las carencias, ausencias y abundancias. De los gustos y necesidades que cada quien tenga. Todo esto se marcará aun más en los primeros años de vida. Dicen por ahí que hasta los 7 o los 8 años de vida todo, cada cosa que sucede se irá a ese archivo que cada uno tenemos en nuestra cabeza. El mío tiene una buena cantidad de recuerdos de haber crecido en espacios muy amplios, en los que los muros de adobe eran de 60 centímetros a un metro de espesor, que los techos de teja eran altos, que había que cruzar una habitación, luego otra y tal vez otra más para llegar a donde se iba.

   Espacios enormes en los que el baño estaba al fondo, en tiempos de invierno era una pesadumbre ir hasta allá, como quiera había el recurso de la bacinica, misma que temprano por la mañana, en cuanto amanecía había que ir a vaciar. En algunas casas había un patio central con arcos, en otras -como era la mía- había una terraza con muchas plantas, helechos la mayoría y muchas flores, además de un jardín en el que crecía un guayabo, un naranjo y un limonero, amén de muchos rosales y violetas. Un pino, una jacaranda....

   Cuando llovía, lo primero que se sentía era ese aroma tan característico de tierra mojada, y cuando la lluvia se prolongaba el sonido que provocaba cada gota que caía sobre el tejado se volvía arrullador, era maravilloso. Llegué a contar incluso los pasos que había de un punto al otro de la casa y por más oscura que estuviera la noche sabía muy bien en donde estaba cada cosa para no tropezar. Eran casas en las que el espacio de gran dimensión era vital, era la regla.

   Ahora que camino por las calles del centro de Teocaltiche todas esas ideas se me agolpan en la cabeza al ir viendo los espacios abandonados, olvidados, en la espera de que se acaben de caer naturalmente para luego terminar de demolerlos y levantar una de esas construcciones que la modernidad nos ha impuesto, dejando atrás todo lo que era el carácter y la forma de vida de lo que fue, hace no mucho tiempo, la vida cotidiana en las poblaciones chicas de nuestro país.

   Entiendo que el costo de mantenimiento de estas casonas es elevado, entiendo que las herencias van dividiendo de dos en dos, de cuatro en cuatro, de ocho en ocho... pero no entiendo el por qué lo que era una querencia se deja al albedrío de la lluvia, el abandono, el calor, el frío y el derrumbe. Pienso que cada vez que una de esas casas, de esas casonas se viene abajo, se lleva allí buena parte de nuestra identidad y da paso a una vida y modo de vivir un poco absurdo en el que, lo primero que se aniquiló fue el recuerdo y peor aun, lo más nuestro que tenemos: la identidad... 


















3 comentarios:

  1. Nostalgia de como lo qye ayer fuè nuevo,lujoso,magestuoso,hoy es un triste y escombroso recuerdo del pasado que se despide de a poco dia a dia para que nos demos cuenta lo grande que es y delante de los ojos que saben admirar aun su triste triste partir.Gracias a tì no se perderà del todo.

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  2. Ahora han pasado a ser inmortales estas estas construcciones que no acabaron nunca de mostrar su magestuosidad.Gracias,te lo digo en nombre de Teocaltiche.

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  3. José LUIS Ruvalcaba González5 de junio de 2017, 23:24

    Los tiempos cambian y las personas emigran por trabajo necesidad u comodidad a las ciudades años EEUu unido todo va cambiando para el mejoramiento y comodidad del ser humano eso no quita que nos olvidamos de nuestro pueblo los mejores recuerdos nos lo lleva uno en el Corazón tu casa tus primos tus Tíos Abuelos y vecinos y las fiestas patronales ni se diga

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