Hay un Palacio en Apaseo, la Casa de los Perros

En estos días de publicar en El Bable, he ido recorriendo lugares que conocí hace un buen tiempo y que no les di la importancia que tienen, era la época en que, como todo joven, lo que anhelaba era salir de aquí para vivir en una ciudad grande en la que me absorbiera la vida urbana, el ruido, el ajetreo (al que ahora se le llama estrés) y la contaminación, misma de la que salí huyendo de Salamanca para topármela en Guadalajara primero y luego en el DF. Ahora que vuelvo a reencontrarme con mi origen me doy cuenta de que no bastan unos meses para ver la enorme riqueza que el Bajío tiene y que hay mejores cosas que en las ciudades grandes, como es el caso de Apaseo el Grande.

Al igual que muchas poblaciones de la región, Apaseo tiene su origen entre Otomí, Tarasco y Guachachile o Chichimeca. Se localiza a 17 kilómetros al este de Celaya tomando siempre la carretera federal 45 llamada “Panamericana”. Debido a que hay gran abundancia de agua, Apaseo fue poblada desde mucho antes de la época colonial, adquiriendo nombres distintos dependiendo de la lengua que se hablara, así fue que se le denominó Atlayahualco “en el rodeo del agua” cuando hubo asentamientos nahuas; Apatzeo “flor amarilla” cuando los tarascos la habitaron y Andahé “lugar de comadrejas” nombre dado por los otomís.

Debido a esa abundancia que la naturaleza dio en agua, había manantiales, tanto calientes como templados, en consecuencia las cosechas eran pródigas, cosa que los españoles notaron de inmediato. Apaseo es la segunda población más antigua del estado. Su fundación no queda clara pues hay distintas versiones, según el historiador que se consulte. Así como muchas otras poblaciones del Bajío, fue fundada por el cacique de Tula, don Fernando de Tapia Conín; y por Nicolás San Luis Montañéz, cacique de Xilotepec, ambos aliados de los españoles, fue en 1525 cuando llegaron, cuatro años después de la caída de Tenochtitlán. Al poco tiempo, hecha la distribución del “botín de guerra”, Cortés otorga la Encomienda de la zona a Hernán Pérez de Bocanegra el cual funda la ciudad española entre 1530-1533. Finalmente se oficializa la fundación en 1538.

Por Apaseo pasaba el Camino Real de Tierra Adentro, una desviación, que partía de Querétaro rumbo a Guanajuato, era la vía corta, por así decirlo, pues poco más al norte corría el llamado “Camino de la Plata” el que unía Zacatecas con Guanajuato, Pozos y Pachuca. El de Apaseo era el que surtía de las abundantes cosechas que se obtenían en el Bajío a los centros mineros localizados en terrenos semidesérticos y montañosos. Solo que tenían el problema grave de las crecidas de agua, especialmente en la temporada de lluvias en la que el cruce del río de la Laja y las abundantes aguadas lo volvía intransitable.

No es de extrañarnos que en un lugar en el que hubo riqueza, al pasear hoy día por las calles del centro de Apaseo nos topemos con una casa, considerada la mejor obra civil del siglo XVII, superando a las de los centros mineros, la denominada “Casa de los Perros”. La Enciclopedia de México la describe de la siguiente manera: “Cuenta la ciudad con una de las casas más notables del país. Es una joya arquitectónica de estilo churrigueresco, con columnas de arcos lobulados y finos adornos de piedra que se deben a un maestro mexicano llamado Cornelio. La casa fue construida para don Francisco Herrera y todavía en 1970 se utilizaba como depósito de ajos. El interior no lleva murales, pero conserva aun parte de un empapelado al estilo barroco. Esta joya de la arquitectura virreinal tiene parecido a ciertas construcciones queretanas”.

Se dice que los propietarios actuales de esa casa es una familia de Monterrey que ocasionalmente viene a Apaseo. Anteriormente eran permitidas las visitas, pero una vez que un “gracioso” adolescente rayó una de las pinturas, razón más que suficiente para cerrar las puertas definitivamente a los visitantes. El Palacio de Herrera es el nombre original, se le dio el de “Casa de los Perros” debido a que en la puerta principal, encima, custodiando a cada lado, se levantan las esculturas de dos canes. Hay otras casas de los perros, una en el DF, otra en Guadalajara y una más en Querétaro, ninguna tan impactante como la de Apaseo. El solo hecho de ver esta magna obra del período novohispano amerita la visita a Apaseo el Grande.

Recuerda que hay dos Apaseos, el Grande y el Alto, en esta ocasión estamos hablando de El Grande, el que antes era el Bajo, pero que por decreto del Congreso del Estado, en 1957 dejó ese nombre para adquirir el de Apaseo el Grande, pues grande en verdad que lo es. Debido a que había una feria instalada en la plaza frente a la magnífica Casa de los Perros no me fue posible tomar las fotos en el ángulo adecuado.

Encontré en la red esta que fue tomada por Microxesq, la uso aquí para que tengas idea de la magnificencia de la obra.