sábado, 15 de septiembre de 2018

Las haciendas azucareras que hubo en Espita, Yucatán.

   A principios del siglo XIX, la exigencia de maíz para abastecer a la creciente población de Mérida, sumada a la desarticulación económica que provocó la independencia de México —pues la región perdió a su principal socio comercial, La Habana, que seguía bajo dominio español— llevó a los dueños de las estancias ganaderas a producir cultivos para abastecer a la población, iniciando la formación de las haciendas. Los hacendados comenzaron a retener a los trabajadores —también llamados peones— mediante endeudamientos paulatinos, pues los impuestos, alimentación y muchas de sus necesidades eran pagadas por los terratenientes. En 1825, pasó a formar parte del partido de Tizimín, y más tarde, el 30 de noviembre de 1840, la población se colocó como cabecera del Partido de Espita, creado ese mismo año;45​ este cambio político se debió principalmente a su rápido desarrollo económico y a su crecimiento demográfico.

  Debido al monocultivo del henequén en los alrededores de Mérida, las haciendas del oriente y sur del estado se definieron como productoras y abastecedoras de maíz para el consumo interno.​ La población de Valladolid fue una de las más afectadas durante la Guerra de Castas, esta situación provocó que 110 de las 117 haciendas registradas en su territorio fueran cerradas durante esa época;13​ por esta razón, Espita lo reemplazó como principal productor de la región pasando de tener 37 haciendas en 1845,46​ a 41 estancias en 1862, incrementando notablemente la producción en los terrenos ya establecidos.  En 1852, el 29 de abril, la Honorable Legislatura del Estado elevó al pueblo a la categoría de villa. En esa misma fecha las autoridades municipales decidieron dotarle de un escudo de armas oficial.

  En 1870, después de un siglo de la inmigración española en Espita, la familia Peniche era dueña del 35% de las propiedades urbanas y el 50% de las estancias agrícolas.​ A finales del siglo XIX, Olegario Molina, considerado el personaje más conspicuo de la denominada casta divina, adquirió grandes extensiones de terreno para la explotación agrícola.​ Molina, junto con los hacendados Juan López Peniche, Alfonso Peniche Sauri, Urbano Góngora, Francisco Peniche López y José Isaac Peniche López tenían a su cargo 20 662 hectáreas en territorio espiteño. De 1883 a 1900, los peones endeudados en las haciendas del partido habían pasado de ser 967 a 2897;​ este pronunciado aumento se debió principalmente a que una parte de la producción de las haciendas era destinada al consumo de los trabajadores,​ así como las prestaciones para las necesidades de salud y subsistencia que las haciendas ofrecían. (Tomado de Wikipedia.)

290.- San Andrés, propiedad de Refugio Eurosa.
291.- Pom, de Jesús Romero.
292.- Yokhom, de Severiano Góngora.
293.- Kancabá, de Urbano Góngora.
294.- Santo Domingo, de Francisco Peniche.
295.- Petc, de Daniel Mena.
296.- Chuc-ac, de Pedro Pérez Miranda.

297.- Pichilá, de Eusebio Osorno.
298.- Xuenkál, de Emilia Patrón
299.- Chioplé, de Felipa Peniche.
300.- Chac-habal, de José Peniche.
301.- Guadalupe, de Juan Nepomuceno Peniche.
302.- Xuilú, de Roberto Rivas.
303.- Itzimé, de Genoveva Sauri.
304.- Xopná, de Pedro Vallade.


Los datos de las haciendas los obtuve del Directorio de minas y haciendas de John R. Southworth publicado en 1910.

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