Sale de sobra decir nuevamente que, luego de esperar un tiempo, quizá una media hora, salió un taxi colectivo de Xcocoop para continuar el recorrido, ahora nos dirigíamos a Káua, a unos veinte kilómetros distante. Esto de los taxis colectivos funciona igual que en el Estado de México, solo que allá, por la abundante población, continuamente aparecen en el camino, por acá, en Yucatán hay que tener la paciencia a flor de piel para que, aderezado con los calorones de la tarde, pongamos a prueba la tenacidad y algo de resistencia para hacernos llevadera la vida.
El nombre de Káua encierra el concepto de amargura, en algunas traducciones la ponen como cosa amarga, en otras como pan, unas más dicen de la tortilla. En el escudo del pueblo vemos en el campo superior izquierdo la silueta de un avión, la razón es debido a que Chichén Itzá contaba con una pista de aterrizaje detrás del Cenote Sagrado, hace pocos años fue construido un aeropuerto que se ubica dentro del municipio de Káua, de allí la razón de su representación heráldica. El personaje que vemos en el busto es Felipe Carrillo Puerto, son ya varios pueblos en donde he visto un monumento levantado a su memoria, eso nos dice la importancia que tuvo.
La parroquia del lugar es una mezcla fuerte de elementos arquitectónicos, por ejemplo al frente se encuentran estas piedras labradas, de pronto pensé que eran mayas y que las habían colocado allí, como en otros templos, para demostrar la supremacía de unos sobre los otros, pero no, lo que vemos aquí es una representación del calvario con las tres cruces, la leyenda es difícil de leer, quizá datan del XVII pues aparecen el símbolo franciscano de las cinco llagas y este sitio era visita del convento de San Bernardino en Sisal, distante unos veinte kilómetros.
La parroquia actual fue adosada a las ruinas de la capilla del XVII, manteniendo la orientación. No se aprovechó para darle continuidad al antiguo altar, solo se adosó un nuevo edificio. La parte construida por franciscanos está totalmente en ruinas y aquí me surge la duda.
La idea que muchos tenemos, obtenida gracias a las lecturas poco fundamentadas, es que, de pronto las ciudades mayas fueron abandonadas. Con esto intuimos que la población maya prácticamente desapareció de la faz de la tierra. Ahora, que el recorrido que estoy haciendo ha sido en rededor de Chichén Itzá, digamos que unos cincuenta kilómetros de radio, hacia los cuatro rumbos, he visto muchos vestigios, muchas capillas del XVI y XVII, eso nos dice de la necesidad que había de evangelizar, evangelizar a un numeroso pueblo esparcido por toda la región, por lo tanto habrá que puntualizar algo.
Que Chichén Itzá haya sido abandonada, seguramente que lo fue, pero sus pobladores simplemente se esparcieron por toda el área en rededor, y de que era una población numerosa lo era, pues son tantos los vestigios que vemos en una zona no mayor de 250km2 que, una cantidad casi, casi abrumadora de templos, capillas, montículos, en fin, tiempo nos falta para admirar todo lo que la región ofrece.
La escalinata que vemos al fondo corresponde al acceso a la visita, seguía luego la capilla la cual, por lo que se alcanza a ver desde fuera, entre las ruinas, presumo era del tipo abierto. Y frente a este conjunto encontramos la habitual característica de los pueblos yucatecos:
Un cenote.
Las casas viejas mantienen esas enormes parees, techos altísimos para hacer un ambiente agradable en el interior, recordemos que aquí de junio hasta septiembre la humedad se eleva considerablemente y la temperatura, de pronto, se vuelve intolerable.
Esta casa, en la esquina,....
...así es por dentro.
Hay algo, algo que me causa una sensación difícil de explicar, entre placentera y enigmática, es el ennegrecimiento que las construcciones van adquiriendo al paso del tiempo por los efectos de la humedad, nos sé, las ideas se me confunden; de pronto recuerdo aquella película del "Jardín de tía Isabel".
La casa maya sigue apareciendo por todos lados, es, definitivamente, la adecuada a la zona, no en balde ha sobrevivido el diseño sin modificación alguna por varios siglos.
Casas de construcción tradicional, que conviven sanamente con las casas de materiales nuevos.
La leña sigue siendo imprescindible en los pueblos yucatecos.
No supe de que fruto se trataba...
Como que en Káua tienen la idea de dar una coloración diferente a sus muros y albarradas, el color me parece agradable, me recuerda Marruecos, en donde cada pueblo usa un color distinto.
Un segundo cenote, más grande, más verde, quizá más profundo...
Estamos por concluir esta visita al Oriente de Yucatán, ha sido en verdad intensa, muchas cosas hemos podido ver, todas disfrutar, continuamos a Valladolid, para cerrar el circuito, pero andando por acá me doy cuenta que nos quedó mucho por visitar, anotaré en mi cada vez más larga lista de pueblos por visitar varios de la región: Tixcacalpul, Xocen, Pixoy, Tixhualahtún, Kanxoc, etc., etc., etc...