lunes, 26 de mayo de 2014

Yaxuná, la fiesta de San Isidro Labrador: la permanencia de las tradiciones.

   Te cuento que mis experiencias con la selva son varias, todas memorables. Varias veces fueron las que dormí en una cabaña en la selva del Petén, en las cercanías de Tikal, las noches se convertían en verdaderos conciertos con sonidos producidos por aves nocturnas, chicharras y una serie de insectos que harían la delicia de un entomólogo por su abundancia y rareza. La escasa luz artificial permite ver un poco más allá de lo que miramos en las zonas urbanas. El humo de ciertos troncos que son utilizados como leña perfuman el ambiente y, lo mejor, que el clima se transforma casi al punto de perfección, no se requiere ni desnudez ni cobijarse y la hamaca es la cama ideal. Otra gran experiencia la tuve al dormir en la selva Lacandona, justo en Yaxchilán.

  Y ahora, en Yaxuná, se me presenta nuevamente la oportunidad, ahora no es una cabaña en donde me hospedo sino un pie de casa, de esos de tabiques de concreto que los programas federales de Sedesol o de lo que es ahora la Reforma Agraria construye como apoyo en las comunidades indígenas, me la rentan en tan solo 60 pesos, más 10 por la hamaca. Estar allí dentro, en un espacio reducido, oyendo la lluvia caer sobre la selva durante toda la noche, los murmullos de los animales nocturnos, el viento delicado que de pronto sopla, sentir los olores que solamente en la selva se pueden percibir fue justo el remanso de paz que requería ya, casi con urgencia, fue como una inyección de potente bienestar la que recibí. Dormí a pierna suelta, como hacía tiempo no lo hacía.

   Amanecía envuelto entre el humo de las fogatas, de los anafres y de las quemas de residuos de la madera que fue tallada, y algo de neblina. Clima ideal, clima perfecto y, de pronto, suena la campana, anunciaba la primera llamada a misa. Era 15 de mayo, día de San Isidro Labrado y, para mi buena suerte, ese es el Santo Patrono de la comunidad. Era indudable que habría misa, así que me termino de acicalar y me voy hacia la plaza del pueblo en donde los altavoces ya tienen música, la capilla que ayer me maravilló y que pude atisbar por una hendidura ahora estaba abierta, acababan de entrar en peregrinación un grupo más bien reducido de personas que si algo denotaban era la humildad, en todos los sentidos de la palabra.

   Entré, fue una emoción extraña, parecía una escena que, en blanco y negro sería digna de proyectarla en un festival internacional de cine, pero nada de eso era fantasía, por el contrario, eso era la mera realidad, la realidad que se vive en cientos de pequeñas comunidades de los Estados eminentemente indígenas de México: Yucatán, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Hidalgo. 

   Una capilla en donde fueron colocadas algunas láminas para proteger el altar mayor de la lluvia, en donde el techo está completamente desaparecido y algunas paredes a punto de colapsar; en donde hay piso de mosaico en rededor del altar y todo lo demás, paredes y pisos se ha ido transformando con la humedad y los rigores del clima de la península de Yucatán. Un aire de misterio, de nostalgia, sentimientos encontrados... pero si algo abundaba allí, eso era la paz.

   Aquí, manteniendo la antigua tradición, los hombres se sientan de un lado (a la izquierda) y las mujeres de otro. Cuando entré me senté del lado femenino... nadie me dijo nada, pero al notar que allí se sigue respetando la tradición de la separación de género, pasé al lado de los varones. Hacía tiempo, mucho tiempo, en la que no oía un discurso cuerdo, un discurso sin fantasía y volando fuera de toda realidad. Por el contrario, las palabras que atinadamente el sacerdote fue usando eran las adecuadas para transmitir una idea bien clara: respétate a ti y respeta tu entorno.

   Y algo sucedió sumamente curioso, el Padre hizo referencias históricas, dentro de ellas, dijo, el interés que tiene la Diócesis de Yucatán de recuperar todos y cada uno de los espacios que fueron creados a lo largo del siglo XVI y XVII y que muchos de ellos están en ruinas o casi. Mencionó que esa capilla en donde ahora nos encontrábamos fue consagrada originalmente a San Marcos, pero que, por algún motivo que el desconocía fue cambiado por San Isidro. Casi estuve a punto de levantar la mano y decirle que yo tenía la respuesta, no lo hice porque el ritmo que él mantenía era perfecto. De sobra sé que muchos oficiantes del centro del país palidecerían al ver lo que allí se desarrollaba en plena armonía, paz y, sobre todo, entendimiento. La misa siguió y, siendo el día de San Isidro, se bendicieron semillas, al dar despedida, el sacerdote no dio tiempo a nada, tomó su auto y se fue, pues en la otra comunidad, la de Kankabdzonot, habría misa y Vaquería, además.

   Todos sabemos bien que la técnica usada por los evangelizadores fue la mimetización, la suplantación de figuras dado que el arraigo entre los antiguos mexicanos a sus deidades era fuerte. Así, los franciscanos, principalmente, idearon el modo de encontrar las equivalencias y producir el sincretismo. El maíz y en general todos los alimentos que venían de la tierra tenían una deidad, o varias, eran los dioses de los mantenimientos. San Marcos vino a ocupar el sito del principal de ellos, el asociado al maíz, esto por la relación de las fechas dedicadas a él, finales de Abril, que coincidían con los mantenimientos locales.

   Hay un autor, no tengo ahora su nombre, que dice la relación que él encuentra entre San Marcos y Xipe Totec, busquemos ahora el equivalente en el panteón maya. Resulta que cuando se estaba dando la evangelización en México, en España se celebraba que varios españoles eran canonizados en El Vaticano: Ignacio de Loyola, Francisco Xavier, Teresa de Jesús, Isidro Labrador y Felipe Neri eran ascendidos a los altares; cosa ocurrida el 12 de marzo de 1622. Siendo Isidro de Merlo y Quintana un nuevo santo, además español, además patrono de la nueva capital del Reino, que mejor que difundir su culto por todas las Españas, no es de extrañarnos que en todas las comunidades rurales de México se le tenga gran veneración.

   Leo en Wikipedia sobre San Isidro: "Durante años se creyó que su cuerpo incorrupto tenía poderes sanadores y la Familia Real española se valió de esta cualidad a lo largo de la historia. Por ejemplo, cuando Felipe III enfermó de unas calenturas al regresar de Portugal y se vio obligado a permanecer en Casarrubios del Monte, en Toledo. La villa de Madrid organizó entonces una procesión por la curación del monarca y el cuerpo del Santo fue trasladado a esta localidad toledana. Durante el reinado de Carlos II también se confió en el Santo para que intercediera por su salud, trasladando sus reliquias al Alcázar Real de Madrid en 1696. Los Borbones mantuvieron la creencia en los poderes curativos de la momia y, en 1760, se llevó el cuerpo al Palacio Real durante la enfermedad de la reina María Amalia de Sajonia. El cuerpo también ha sufrido mutilaciones motivadas por el fervor religioso, como cuando una de las damas de Isabel la Católica arrancó de un mordisco un dedo de su pie, o cuando el cerrajero personal de Carlos II, llamado Tomás, arrancó un diente al santo y se lo regaló al monarca, que lo guardó hasta su muerte bajo la almohada".

 



   La celebración continuó de acuerdo a las costumbres y tradiciones de las comunidades rurales de Yucatán, se le hizo la ofrenda de las primeras cucharadas de la comida preparada en su honor: Cochinita Pibli cocinada en auténtico pib, es decir, en hoyo, se le colocaron tortillas, se encendieron velas y se le rezó un rosario. Luego el santo salió en procesión en rededor de la plaza del pueblo.








   La imagen de San Isidro fue regresada a la capilla y los concurrentes salieron rumbo a la casa del mayordomo que por acá se les denomina Diputado, llevando las velas, que no son blancas sino de un tono de marrón por estar hechas con cera de abeja y los estandartes.





   Y en la casa del Diputado se serviría la comida, de esa misma que se le ofreció a San Isidro, tacos de Cochinita Pibil y agua de Horchata.







2 comentarios:

  1. Y probaste la cochinita?, se ve deliciosa !!!

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    1. Claro que la probé, Panteonero, estuve en toda la misa, en la peregrinación y fui amablemente invitado a la comida, que más bien fue almuerzo. La cochinita tenía un sabor intenso que le dan los condimentos y, sobre todo, el proceso del pib, que es el hoyo con piedras ardientes. Un poco diferente a la cochinita que había probado en Mérida, debido al proceso arcaico como fue hecha.

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