miércoles, 14 de octubre de 2015

Las cruces atriales y su función en los cementerios

   Es una buena cantidad de información la que hemos ido acumulando en este Bable en torno a las cruces atriales. Al principio, cuando estábamos iniciando la exploración del tema, leímos por ahí algo que pensé era, prácticamente, una ley. Ahora todo indica que no lo es y que fue una mera interpretación la que se hizo. Me explico: se decía que, de acuerdo a lo que aparecía en el centro de la cruz, nos indicaba si era una fundación franciscana o agustina. Esto se refería a si había un rostro de Jesús o una corona de espinas, de allí se desprendía una idea que asociaba a la Cruz y el episodio de la Pasión, a la figura de Tezcatlipoca, esto porque al centro de algunas cruces estaba un círculo de obsidiana, evidentemente de color negro que estaba íntimamente ligado a la representación de esa deidad.

   Ahora que hemos leído a Ricard y algo (solamente algo) de la monumental obra de Gerónimo de Mendieta, entendemos que las Cruces atriales se han ido interpretando, al paso del tiempo, con diversos significados y desde ópticas muy propias y alejadas de la realidad. Todo esto indica lo complejo del tema y lo mucho que debemos de estudiar. Yo mismo he hecho interpretaciones, de pronto un poco viscerales, como quiera, nada mejor que seguirnos documentando, razón por la cual esta vez comparto algo publicado por el Colegio de Michoacán en un interesante estudio que se hizo sobre la muerte, sus usos y costumbres en la Nueva España.

 "Para confirmar más ésta idea del atrio-cementerio se tienen también referencias de autores modernos, como la de Robert Ricard, quien comenta que el catecismos se inicia en los atrios o cementerios, a veces en torno a la cruz central. En esta cita él infiere dos aspectos interesantes que hay que retomar: primero, define el atrio como cementerio y, segundo, menciona la cruz atrial aparte de ser símbolo de fe es uno de los elementos esenciales del cementerio. Además, habrá que recordar que las cruces de cementerio deben ser sin imagen y la mayoría de las cruces atriales del siglo XVI en México son así; entonces la antigua explicación de que no tenían la imagen del crucificado par ano propiciar la idea de sacrificio humano, deja de tener tanto sentido, ya que el hecho de no tener esta imagen se puede deber a que simplemente son cruces de cementerio".

  "En este sentido, existe multitud de referencias, y como es importante dejar bien asentada ésta hipótesis sobre las cruces de atrio mexicanas, se van a exponer las más significativas, como la de la famosa cruz de San José de los Naturales, de la cual fray Pedro de Gante dice que levantaron los indios una enorme cruz de doscientos pies de alto (56 m.), en memoria "de la bandera y estandarte de Cristo, la cual está hoy día que es más alta que ningún campanario de toda la tierra", y le pide al Emperador Carlos V "indulgencia plenaria a todos los que se enterrasen en el dicho patio de México, pues es la cabeza de todas y la más es y por eso se llama San Joseph de Betlén"

  "Además de esta referencia existe la relación del traslado de la famosa Cruz de Mañozca al cementerio de la catedral metropolitana. Esta gran cruz fue localizada por el arzobispo Juan Sáenz de Mañozca y Zamora en una visita que hizo al abandonado convento de Tepeapulco; la encontró entre "maleza, espinas y tunales, entre cuya espesura por ser muy crecida estaba casi ahogada una hermosísima cruz de piedra de cantera colorada, que con levantase doce varas de alto, prevalecía la montuosidad [...] y por sobre las paredes cementerio dicho, descubrió el confuso bulto [...] grabada con mucho primor de arte que plantaron los primeros religiosos al tiempo de la conquista evangélica por la señal de su predicación gloriosa".

  "En estas relaciones se plantean las dos funciones de estas cruces atriales: la del símbolo de fe y la de insignia especial del cementerio. Además, todas ellas estaban colocadas en atrios-cementerios, y en el caso de la cruz de Mañozca, esta se traslada a otro atrio-cementerio, al de la Catedral; la reseña dice sobre su colocación: "dispúsose la fábrica y artizose con toda brevedad a la entrada del cementerio frente a la puerta principal de la nave de en medio de la iglesia, levantándose sobre tres gradas de cantería en quadro dos hermosos y proporcionados cuerpos de la misma materia... cubriose (el día de su dedicación) con flores y juncia toda la vuelta del cementerio". En esta cruz se ponía la limosna de los entierros de los pobres.

  "La visión de estas grandes cruces a la entrada de los atrios-cementerios recuerda la gran cruz del cementerio de los Santos Inocentes de París; la cruz "hosanna" que Philippe Aries menciona siempre como señal especial en los cementerios medievales.

  "Por último se señala el cementerio de San Pedro y San Pablo, misma que aun al final de la Colonia es testimonio de la existencia y el servicio de estas cruces. A la expulsión de los jesuitas fue trasladada, ya que quedó desamparada, lo que provocaba que la gente se introdujera en el lugar y la ofendiese cometiendo delitos e irreverencias; curioso es que se preocuparan más en la instrucción por el traslado de la cruz que sobre los restos del cementerio, para los que quizás haya otra instrucción no localizada hasta este momento.

  "Con los datos y referencias hasta aquí presentados se puede afirmar que los atrios mexicanos del siglo XVI son los cementerios comunes de la época, cuyo uso se prolonga hasta el siglo XX, sobre todo en el ambiente rural, ya que en las ciudades a partir del siglo XVIII se inicia el proceso de secularización, con el alejamiento de los lugares de entierro a las zonas de habitación. La arqueología no ha podido comprobar a través de trabajos de excavación el uso de estos atrios-cementerios en el siglo XVI, y solo por una excavación fortuita se han localizado restos humanos, pero de los siglos XVIII y XIX." (1)

Fuente:

1.- Rodríguez Álvarez, María de los Ángeles. Usos y costumbres funerarias en la Nueva España. El Colegio de Michoacán. Zamora, 2001. pp.59-60

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