domingo, 24 de junio de 2018

Entre condes y coroneles te veas: Aguascalientes al finalizar el siglo XVIII

   Topamos al ver algunos documentos en los archivos relacionados a la actividad militar durante la guerra de independencia, que unos personajes ostentan el titulo militar tal cual, sea teniente, coronel, o cualquier otro; y algunos los mencionan como teniente graduado o coronel graduado. Eso marcaba una diferencia bien clara entre unos y otros, los graduados eran aquellos militares de carrera, que estaban preparados para los enfrentamientos y cuyo ámbito de vida siempre fue en el mundo miliar. En cambio, los que no estaban “graduados” eran aquellos que, por un mérito (en el entendido que era meritorio hacerse cargo de uniformes y armamentos de un regimiento o de un determinado número de soldados) les era entregado el título miliar. Digamos que, de algún modo, lo habían comprado. Con esa idea veamos el interesante escrito del maestro Ribes Iborra:

   “… vamos a tratar someramente las trayectorias militares de cuatro coroneles que se vieron ligados por nacimiento, intereses económicos o actos de servicio a las armas, a Aguascalientes, aunque solo uno de ellos, el último, mandase directamente a los dragones de Nueva Galicia. No conviene que olvidemos que los empleos y honores que estos coroneles obtuvieron a lo largo de sus vidas serían puestos como ejemplo de aprovechamiento y conducta a los hijos de las familias ricas de Aguascalientes. El valor paradigmático de sus curricula es indiscutible, y las amplias redes familiares, económicas y de influencia política que entretejieron en nuestro futuro Estado, sobradamente probadas.

   Podemos comenzar por don Manuel Rincón Gallardo, miembro de la familia a la que se hallaba vinculado el mayorazgo de la hacienda de Ciénega de Mata y que, según el inspector Calleja, obraba siempre inspirado por un gran “amor al servicio del Soberano”, además de reunir unas “circunstancias que en todas ocasiones le hará útil”. Tal opinión, vertida el mes de diciembre de 1798, fecha en que Rincón Gallardo contaba 40 años de edad, venía abalada por un amplio historial militar: diecisiete años, cuatro meses y dieciséis días de servicio. Pero sus principales méritos –que tan recomendable lo hacían a los ojos de sus superiores- eran seguramente otros, de tipo económico. En el año de 1781 vistió y uniformó a sus expensas a 77 individuos en la compañía en la que ostentaba el grado de capitán, manteniendo dos tambores el tiempo que detentó dicho grado –desde el 16 de agosto de 1781 al 2 de octubre de 1782- y contribuyendo con 6 pesos mensuales para la subsistencia del cuartel de las Milicias Fronterizas de Aguascalientes. En el año de 1782, habiendo sido ascendido a teniente coronel de la Legión de San Carlos, fue comisionado por su coronel conde de Santa María, para revisar la legión y reemplazar sus faltas, cargo al que dio cumplimiento a costa de sus propios intereses. En 1794 el virrey le mandó dirigir el aislamiento que iba a efectuarse en la décimo quinta división, en la jurisdicción de Aguascalientes, desempeñando a su costa el cometido. Por todo ello el virrey Branciforte le encargó el mismo año que auxiliase al brigadier Nemesio Salcedo en la formación de los regimientos de Dragones Provinciales de San Luis y San Carlos, empresa en la que hizo el mérito de vestir y armar a 150 individuos del último regimiento mencionado –del que fue nombrado coronel el 16 de octubre de 1795- así como de dar cincuenta caballos siempre que el servicio en su regimiento lo requiriese, manteniéndolos en sus haciendas patrimoniales. Aparte de esto, pocos méritos “militares” más podía alegar: nunca participó en ninguna campaña bélica, su capacidad intelectual no pasaba de ser “regular”, su conducta “buena” y su estado civil “casado”; no obstante, y como queda apuntado, la aplicación que “manifiesta” le hacían sumamente recomendable.

   Más someramente vamos a tratar la hoja de méritos y servicios de dos coroneles, Diego Rul y Antonio Pérez Gálvez, que solo afectan a Aguascalientes indirectamente, a través de su íntimo parentesco con el coronel Ignacio Obregón, del que nos ocuparemos posteriormente. Rul era un malagueño, joven de fortuna que a la edad de 36 años, 3l 17 de julio de 1797, y gracias a su matrimonio con una heredera de la Valenciana, obtuvo el empleo de coronel del Regimiento Provincial de Infantería de Valladolid, en Michoacán. Tampoco había participado en ninguna campaña –ni siquiera había tenido otra ocupación ni cargo militar anterior-, pero como rezaba el informe del inspector: “aunque la aplicación y talento de este jefe no pasa de lo regular, lo recomiendan los donativos que ha hecho”. Y a fe que hizo méritos abundantes: en la guerra con Francia armó y vistió a su costa cien infantes. Posteriormente, invirtió cerca de 30 000 pesos en vestuario y armamento para su regimiento. Por si ello fuera poco, efectuó varios importantes préstamos y donativos a la Real Hacienda. Nada debe extrañarnos por tanto que cuando se declararon los altercados independentistas Rul muriese defendiendo los intereses realistas luchando contra Morelos en el Sitio de Cuautla. Su cuñado, Antonio Pérez Gálvez, otro malagueño casado con la hija mayor del conde de Valenciana, cuya simple enumeración de méritos en favor de la casa real desborda con mucho el presente trabajo, sobrevivió a la revolución para continuar trabajando en sus negocios y en sus minas.

  Ambos fueron cuñados de Ignacio de Obregón, coronel del Regimiento de Dragones de Nueva Galicia. Es de suponer que las ideas y los intereses de Obregón no andarán muy alejados de los que en tantas ocasiones manifestaron sus cuñados. Pero estudiemos sus méritos y servicios más detenidamente. Igancio Obregón, al igual que sus cuñados, sintió la tentación de sumar un título militar a las múltiples posesiones que por su nacimiento le correspondían. Según Archer, donó 7200 pesos para uniformar y armar tres compañías de caballería de León, Guanajuato, por lo que el virrey Branciforte, el 3 de junio de 1795, le nombró capitán del Regimiento de Caballería Provincial del Príncipe. No contento con su empleo de capitán, Obregón halló una oportunidad de sumar sus “méritos” a su currículo militar ofreciendo pagar cualquier suma que fuese necesaria para completar el pago de vituallas y caballos que requería la formación del Regimiento de Dragones de Aguascalientes. Del coste total del mismo, 47 400 pesos, 33 000 corrieron por su cuenta. Este inmenso donativo le valió ser nombrado coronel de la agrupación cuando contaba 40 años de edad, una inteligencia “suficiente” y estaba casado. Por demás, y como no podía ser de otro modo, el inspector hacía constar en su decir verdad, este informe se contradice con la opinión que uno de sus cuñados expresaba el rey por carta año y medio después de la formación del regimiento: “Ignacio de Obregón rara vez se aventura a acudir a los cuarteles de su regimiento en Aguascalientes”. No lo necesitaba, con sus dádivas cubría con creces cualquier requerimiento: y en cuanto a su fidelidad a la monarquía, quedaba ampliamente probada por sus palabras, obras y, lo más importante, intereses.


Fuente:

Ribes Iborra, Vicente. Aguascalientes: de la insurgencia a la revolución. UAA. Aguascalientes, 2011, pp. 73-76.

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