jueves, 2 de mayo de 2019

El templo de Nuestra Señora de Loreto, en la Ciudad de México

    Hemos visto el hundimiento y los daños que el templo de Nuestra Señora de Loreto ha sufrido desde hace tiempo. Estos daños se acentuaron con el temblor del 19 de septiembre de 1985 y con el de la misma fecha en 2017. Actualmente se encuentra cerrado pues la estructura está muy afectada.  Sobre su historia, veremos lo que escribió en 1900 José María Marroquí en su monumental La ciudad de México.

   Tomó esta plaza el nombre que lleva, y es el tercero que ha tenido, del templo dedicado á la Virgen de Loreto. Los dos nombres que antes tuvo esta plaza fueron también debidos á edificios que le eran próximos. El primero y más antiguo fue el de Placa de San Gregorio. Consta esto de los títulos de propiedad de varias casas de la calle de Chavarría, cuya situación se determina diciendo que están en la calle de los Donceles, al salir para la Plazuela de San Gregorio. Como el lector puede inferir, debió ese nombre á la proximidad del colegio que, bajo la advocación de San Gregorio Magno, fundaron los jesuitas en el mismo sitio que le conocimos.

   En el fin del siglo XVI y en todo el XVII no hubo otro edificio ni establecimiento notable en las inmediaciones de la plazuela, que en todo ese tiempo conservó mayores dimensiones; por el Oriente no había el convento de monjas teresas, sino un muladar y unas casas pequeñas, y por el Sur no existían las casas que forman el ángulo meridional de la calle de Chavarría; esta calle acababa en donde está la casa número 10, es decir, en la misma línea de casas que forman el lado de la plazuela que mira al Oriente. La calle tercera de Vanegas tampoco tenía edificada toda su acera occidental: la construcción concluía en la casa que tiene el número 9. Al comenzar el siglo XVIII comenzaron también los cambios en la plazuela, en 1701, á 30 de Abril, los capellanes de Santa Teresa la Antigua tomaron posesión del sitio que era muladar.

   A consecuencia del cambio ocurrido en lo material de la plazuela y principalmente por el movimiento de que fue centro del convento poblado de damas nobles, con templo abierto al culto público, la plaza mudó de nombre y se llamó plazuela de Santa Teresa. Así, á lo menos, lo escribió el Lic. D. Ignacio Villaseñor en el parecer que, como asesor, dio en el negocio de las casas de D. Juan Chavarría, y al cual remitimos á nuestros lectores. No le duró este segundo nombre tanto cuanto le había durado el primero: al comenzar este siglo, nueva mudanza material influyó también mudanza en el nombre de la plazuela.

   El P. Juan B. Zapa, de la Compañía de Jesús, cuando vino de Lombardía á la provincia de México, trajo una cabeza de la Santísima Virgen de la casa de Loreto y otra del niño que tiene en los brazos, imitando lo mejor posible las originales, que según se cree fueron entalladas por el evangelista San Lucas en Nazaret; é igualmente trajo las medidas de la santa casa y su distribución. Después de algún tiempo que estuvo en México el P. Provincial le destinó al colegio de Tepozotlán, y al irse dejó las dos cabezas y las medidas de la casa al P. Juan María Salvatierra, de la misma Compañía, para que procurase edificar una capilla donde tuvieran culto aquellas imágenes. El P. Salvatierra, con no pocos trabajos logró hacer una capilla á un lado de la iglesia antigua de San Gregorio, que se dedicó el día 5 de Enero de 1680.

   Por aquellos días se estaba concluyendo la iglesia nueva de San Gregorio, que por empeños del Padre Antonio Núñez de Miranda se hizo en gran parte de los bienes del Capitán D. Juan Chavarría. Y concluida pareció, y era lo cierto, que la capilla de Loreto quedaba muy lejos de la iglesia, por lo cual se pensó en hacer otra con la misma forma y medidas, que estuviese más próxima á ella; esta capilla se dedicó el día 12 de Mayo de 1686. Esta capilla no parecía bien al contador de alcabalas D. Juan Antonio de Clavería y Villa-Reales y adornó por su cuenta, en principios del siglo pasado, un precioso camarín hasta después de la expulsión de los jesuitas el año 1767.

   En esta iglesia y capilla el día 7 de Septiembre de 1728, en que concluía la novena de esta advocación, el Illmo Sr. Dr. D. Juan Ignacio Castoreña y Ursúa, chantre de la Catedral metropolitana y Obispo electo de la de Yucatán, hizo la ceremonia de coronar á esta imagen, traída para este caso al altar mayor de la iglesia. Consistió la ceremonia en ponerle una tiara de oro y diamantes, que costó $4,000, mientras el coro cantaba el verso de los cantares que comienza Veni Spansa Christi; ven esposa de Cristo, con las demás oraciones correspondientes. El Sr. Castoreña regaló ese día á la Santa Imagen para su adorno, un rico Sancti Spíritus, con la cruz y cordero de oro esmaltado de diamantes y rubíes.

   Otros piadosos bienhechores regalaron para el día siguiente un pastoral de esmeraldas y dos vestidos costosos y como cada uno de los donantes pretendía que estrenara el suyo, se tomó el término medio de ponerle el manto del uno y la túnica del otro; los padres de la Compañía, por su parte, estrenaron un rico ornamento, cuyo precio pasó de $2,000.

   En la tarde del día 7 de Septiembre de 1729 se puso al Santo Niño de la Virgen de Loreto una nueva corona imperial, rica y de exquisito trabajo: pesaba de oro 103 castellanos y estaba adornada con 32 diamantes. 48 rubíes, 72 esmeraldas, 28 perlas grandes, 9 esmeraldas en forma de aguacates, y 45 perlas chicas netas; todo lo cual costó $1,592. El rector del colegio de San Pedro y San Pablo, convidó para que pusiera la corona al señor Provisor y Vicario general del Arzobispado, y la ceremonia se hizo á las primeras vísperas del día de la Natividad de Nuestra Señora.

   El día 8 de Septiembre de 1730, se celebró igualmente una fiesta notable, así por el rico adorno que la Virgen estrenó ese día, cuanto porque ofició de pontifical en ella el Sr. D. Juan Ignacio Castoreña y Ursúa, recién nombrado Obispo de Yucatán y recientemente consagrado. El nuevo adorno que se puso en el nicho de Nuestra Señora, fue un medio punto de plata, formado de once chapas de medio relieve en que había embutidos cincuenta y cinco relicarios de oro y plata, artísticamente distribuidos en él. Costó este medio punto $2,000.

   Abandonada y sin uso alguno se conservaba esta plazuela; en época muy lejana, de que apenas hay memoria, se mandaron plantar en ella algunos sauces, que vivieron y murieron por sí solos, sin que se pensara en conservarlos y menos en reponerlos. En este estado las cosas, vino una fiebre municipal que con diversos pretextos y destinándolas á distintos usos acabó con casi todas las plazas de la ciudad, sin considerar que ellas eran ¡as que le daban el aspecto de grandiosidad y magnificencia que admiraban los extranjeros y que tanto celebró el Barón de Humboldt. Víctima de esta fiebre fue la plazuela de Loreto: pensóse poner en ella un mercado de fierro y vidrio; este mercado se hizo por contrata con D. Francisco R. Blanco, aprobado por el Ayuntamiento el día 17 de Mayo de 1888, y el día 31 de Enero de 1889 puso el Ministro de Gobernación la primera piedra del mercado, asistieron el Gobernador del Distrito, el Presidente de Ayuntamiento y varios regidores. El mercado no ha sido lo que de él se esperaba y la plaza quedó perdida.



Fuente:

Marroquí, José María. La Ciudad de México. Tomo III. Tip. y Lit. La Europea, México, 1900. pp. 111-114

No hay comentarios:

Publicar un comentario