martes, 2 de febrero de 2010

Izcalli, el mes azteca del dios del fuego. Una buena razón para entender porqué hoy, 2 de febrero, se consumen tamales.

Si leíste lo que ayer publiqué, que aunque iba enfocado al recorrido por la ciudad de Comonfort, Guanajuato, allí te comentaba de que la celebración que conocemos como la Candelaria es justo a la mitad del invierno y que es tan antigua que va más allá de los romanos, con sus lupercales, y que es otra de las muchas que nos han llegado al paso del tiempo, de civilizaciones, de costumbres y de modos de ver la vida. Pero hay algo que debemos conocer todos los que nos decimos ser auténticamente mexicanos, y es que en estas mismas fechas, en la antigua Gran Tenochtitlán había una ceremonia que, al igual que la que acabamos de ver, quienes fuimos a misa de 12, el fuego tiene el papel central en un rito de purificación.


IZCALLI que quiere decir resurrección y es el nombre de un mes en el Calendario Azteca en el que, unos autores lo ponen como el inicio del año y otros como el final, tanto unos como los otros coinciden en que este mes la deidad principal, a la que está dedicado el mes y el ceremonial es XIUHTECUTLI, que es, ni más ni menos que el dios del fuego, a quien también se le reconocía como señor del año; por lo tanto, siendo el señor del año, creo que más bien es el que lo inicia, una vez terminados los días NEMONTEMI, es decir, los días inexistentes que eran 5 y se ubicaban al fina del año.


De la ceremonia del fuego nuevo hemos oído hablar algunas veces, pues bien, esta se llevaba a cabo precisamente en estos días. Según lo consigna Francisco Javier Clavijero en su Historia Antigua de México el inicio del mes Izcalli era precisamente el 1 de febrero, en cambio, en el libro del maestro Jesús Álvarez Constantino lo establece como el 15 de enero este inicio. De este segundo autor tomo lo siguiente: “A la media noche del día de la fiesta, sacaban fuego nuevo ante la imagen del dios, para que ardiese en aquel lugar, y prendíanlo con dos palos, uno puesto abajo en el suelo y sobre él remolineaban con el otro palo, haciéndolo girar a gran prisa entre las manos y con aquel movimiento y calor se encendía el fuego. De allí iban a tomarlo con yesca los sacerdotes para levarlo a los demás templos y la gente común también lo tomaba para sus cosas, porque desde en la tarde habían apagado todos los fuegos del año anterior. Luego ponían a tostar maíz en el fuego nuevo y ofrecían unos granos tostados al dios, que era el mismo fuego, y los demás se los comían, A esta ceremonia la llamaban “el señor cariamarillo tuesta su maíz”.


Continúa el maestro Constantino: “A la mañana siguiente, amaneciendo, iban al templo los jóvenes y muchachos con la caza y pesca que habían tomado los días anteriores, y se formaban todos adelante del dios y le ofrecían las aves, animales y peces que habían recogido; estas ofrendas las tomaban los sacerdotes y las ponían al rescoldo del fuego nuevo, que no había dejado de arder y luego los muchachos, con mucho orden y concierto, daban una vuelta alrededor de las hoguera, en señal de reverencia. Después venían las mujeres y muchachas con nos tamales de hojas de huauhtli, planta ahora llamada “alegría”, los cuales ofrecían ante la imagen del dios, y también ellas daban una vuelta al fuego en señal de reverencia. Y de los tamales y de la caza que asaban ofrecían al dios y lo demás lo repartían entre la gente que asistía a la ceremonia”. Esta interesantísima descripción bien nos puede dar la respuesta al por que esta mañana, tarde y noche, a todo lo largo de México habrá grandes festejos en los que el plato principal serán los tamales.


En este, al igual que en todos los ceremoniales aztecas, había la parte medular, que era el sacrificio humano. Esto no ocurría cada año, sino cada cuatro, cuando era un año bisiesto, en donde no era uno, sino cinco los sacrificados, lo cual simbolizaban los cuatro rincones del mundo, mas el punto central.


“Cuatro horas después de terminado el sacrificio, en el que sólo habían particiopado los nobles y señores principales, venían al templo los macehuales y gente del pueblo para agujerar las orejas de los niños y niñas que habían nacido en los últimos cuatro años, lo cual hacían los padrinos y madrinas que los acompañaban. Y a los niños con las orejas agujeradas y todavía escurriéndoles gotas de sangre, los padrinos los pasaban por encima de las llamas del fuego nuevo, ceremonia que los paganos de la antigua Roma llamaban “lustrar”, que quiere decir purificar, lo cual reprende la iglesia católica”.


Por si todo esto no te ha maravillado, te doy la última frase de la descripción del Maestro Constantino: “Y por este tiempo era también cuando podaban los magueyes y los tunales, diciendo que así crecerían más pronto y darían mejores frutos”.


Las fotografías fueron tomadas el día de hoy en la misa de la Candelaria a las doce del día en el Templo del Señor del Hospital de Salamanca, Gto. La bibliografía es: El pensamiento mítico de los Aztecas. Jesús Álvarez Constantino. Editorial Balsal. Morelia, Mich. 1977. Historia antigua de México, Francisco Javier Clavijero. Editorial Porrúa. México 1974.



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