Hace poco tuve la oportunidad de visitar "la Villa", como solíamos decir hace tiempo (creo se le sigue refiriendo así), es decir a la Basílica de Guadalupe, el llamado oficialmente Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe. Fue una experiencia interesante y diferente, ya que llegué para asistir a la misa de 6:00 que fue oficiada por el obispo de la Diócesis de Irapuato, junto con todos los Párrocos de la diócesis y una asistencia que se calculó en 8 mil fieles. De lo ocurrido ahí daré cuenta más adelante, ahora lo enfoco a algo que si bien es más que notorio, no estará de más verlo con atención.
Cuando entré a la antigua Basílica sentí una especie de mareo, y al caminar era necesario hacer un esfuerzo mayor a lo natural, estando ahí dentro, justo luego de pasar el bimbo que vemos al fondo de esta imagen. Ese es el punto en donde el hundimiento es más notorio. La basílica fue inaugurada el 1° de mayo de 1709, fue construida por el afamado maestro de las tres artes Pedro de Arrieta, la obra se inició en 1695, catorce años duró su fabricación. Desde el principio presentó problemas debido al suelo arenoso en rededor del cerro del Tepeyac.
El arquitecto Javier Cortés Rocha explicó que quienes construyeron la Basílica hace casi 300 años no previeron el hundimiento diferencial que aquejó durante mucho tiempo al edificio, que el arquitecto define como ''muy especial. porque tiene cuatro torres y dos ejes de simetría, algo que es poco común en otros templos del país". Y se remontó a la edificación de la antigua Basílica de Guadalupe: ''Desde que se construyó tuvo problemas estructurales, porque una parte está cimentada en el cerro y otra en la parte más baja, es decir, la cimentación del frente es 7 metros más profunda que la del fondo y los pilotes del fondo están a 22 metros, mientras los del frente se encuentran a 45 metros".
Por eso, dijo Cortés Rocha, desde su edificación no pensaron en que al paso del tiempo tendría un hundimiento diferencial, especialmente en la parte del frente. A finales del siglo XIX y principios del XX, prosiguió el especialista, ''se amplió la Basílica y eso la dejó en una situación de debilidad; estaba muy agrietada y desde entonces se empezó a intervenir para rescatarla; también se pensó en construir un nuevo edificio que no sólo no tuviera problemas estructurales, sino que contara con mayor capacidad" para los fieles. En los años 60 se comenzó a controlar el hundimiento con centenares de ''gatos'' que la levantaron tres metros ''y ya son varios años en los que no se han registrado hundimientos".
El arquitecto, que dirige el salvamento y remodelación de varios monumentos, entre ellos el de la Catedral, dijo que en la Basílica ''necesitamos que el edificio se mantenga seguro, tenga las mejores condiciones en sus instalaciones y acabados para que al final de esta administración y los primeros años de la siguiente el edificio recupere todo su esplendor". A la par de las labores arquitectónicas, Cortés Rocha comentó que en menos de un mes se iniciará el remozamiento de la capilla del Santísimo, la cual se ubica a un lado de la Basílica, que deberán entregar restaurada en su interior para finales de este año".
El texto que acabas de leer fue publicado en La Jornada el 14 de abril de 2006. En esta imagen vemos claramente como uno de los edificios, del lado oriente de la antigua basílica presenta un notorio hundimiento y en las siguientes se notan las cuarteaduras y los refuerzos que se colocaron cuando se hizo el rescate del edificio.
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