sábado, 23 de diciembre de 2017

El antiguo Mesón de Guadalupe, Jaripitío, Guanajuato

   Continuamos con el interesante relato que en el artículo anterior publicamos sobre el Mesón de Guadalupe, en Jaripitío, Guanajuato.

  “Jaripitío, hoy conocido como el pueblo de Aldama, dentro del municipio de Irapuato también fue partícipe del funcionamiento de un gran Mesón, el cual perduró al menos poco más de un siglo. Un pueblo que desde el siglo XVII estuvo ubicado estratégicamente dentro de un ramal de caminos novohispanos que conducían el comercio entre Guanajuato y la Ciudad de México. Para el siglo XIX Jaripitío era el paso obligado para conducirse a las ciudades de Salamanca, Irapuato, Guanajuato, transitando por rancherías como San José de llanos y La Clera. Lamentablemente con la apertura de nuevos caminos y con la construcción de carreteras, entre otros factores, el camino dentro de Jaripitío perdió importancia y dejó de ser utilizado

  El mesón de Jaripitío, desde sus inicios, estuvo ubicado dentro de la localidad, cerca de las principales casas que conformaron la plaza del pueblo, hoy llamada Jardín Hidalgo, concretamente en el paso del camino transitado por las personas de la región para comunicarse con rancherías aledañas u otros sitios más distantes. Su manejo y funcionalidad estuvo bajo la administración de varias familias residentes de Jaripitío, actualmente lo podemos encontrar en la esquina de la calle Morelos (anteriormente Calle Real) y Jardín Hidalgo, marcado con el número 10. Arrieros y sus recuas usaron con frecuencia el lugar como morada de descanso. No se sabe con certeza la fecha de su funcionamiento, solo que llegó a ser muy conocido en la región durante el siglo XX. Actualmente los pasajes e historias vividas que tuvo este mesón se conservan en la memoria de los abuelos y conocidos, mayores de edad, sobre todo porque en él se grabaron algunas escenas de la película mexicana El Rebozo de Soledad (año 1952), y porque aún se siguen manteniendo algunos de sus espacios, como son el cuarto de descanso, los bebederos destinados para saciar la sed de los animales de carga y transporte, los muros y cimientos de las caballerizas, columnas de pasillos, el pozo, una cocina, unos arcos interiores de lo que ahora es casa habitación. Las escenas grabadas de la mencionada película nos muestran la entrada principal del mesón y algunos espacios del interior, como un amplio cuarto de descanso que se usó como consultorio del doctor. 

   En el Archivo Histórico Municipal de Irapuato se encuentran varias escrituras públicas que hacen referencia a la compra venta del mesón de Guadalupe en Jaripitío entre 1842 y 1911. Con los datos encontrados podemos conocer los nombres de los dueños, las medidas del terreno y colindancias. El 14 de enero de 1842 Rafael Arranchea, vecino de la jurisdicción de Silao (del rancho de la Calavera) y residente en la villa de Irapuato fungió como curador en la venta de una casa y mesón en Jaripitío, con un valor de 200 pesos, representando la autoridad de doña Cástula Segoviano, originaria del mismo Jaripitío de 20 años, casada con Pedro Parra, natural y vecino de la hacienda de Burras, labrador, de 35 años, y dueña del bien inmueble, el cual había adquirido por herencia de su madre Claudia Mosqueda, dicha que a su vez lo había recibido por compra de distintos individuos, lamentablemente se desconocen los nombres de los anteriores poseedores de la finca y los sucesores de la misma.

  El 14 de septiembre de 1874, Francisco Gutiérrez, vecino y comerciante de Jaripitío siendo dueño de la finca “Mesón de Guadalupe”, ofrece en una instancia pública entregar dicha propiedad a su esposa doña Jesús Castorena como pago de un capital que le debía por 1500 pesos, esto como parte de una donación antenupcial. El mesón se cita compuesto por 8 piezas, un cajoncito, todo techado con vigas y hormigón, un pasadizo techado con lo mismo, todos con sus correspondientes puertas, chapas y llaves, en el interior un corredor con 5 arcos de ladrillo techado con morrillo y hormigón, macheros, al norte, oriente y sur, una noria ademada de piedra con su pila.

  Francisco Gutiérrez logró acondicionar de esta manera el mesón, gracias a la compra-venta de varias acciones a “Matías Ramírez y Familia”, a Tiburcio y Nicolás Puente, a José Pedro Puente y a María de Jesús Crescencia Puente. Primera transacción hecha en el año de 1855, luego en 1859 y 1870. El 20 de enero de 1905, la familia Mata, integrada por Alberto y Jesús José María, compraron al señor licenciado Carlos Alcocer una finca ubicada en la Congregación de Jaripitío, denominada el “Mesón de Guadalupe”, vendiendo más tarde la propiedad a la Sociedad Colectiva los “Hijos de Francisco Guerrero”, representados por José Guerrero, un comerciante soltero, de 34 años de edad, vecino también de Jaripitío. Alberto Mata, un soltero, comerciante de 21 años y Jesús José María, agricultor, de 22 años, casado con Balbina Rivera, de 20 años, todos vecinos de Jaripitío, hicieron el acuerdo de venta en la modalidad de pago de retroventa el 15 de enero de 1910. Cosme Mata fue su representante legal por encontrarse menores de edad. El precio del Mesón para su venta fue de 600 pesos. Los linderos del mesón se citan de la siguiente manera, al norte con la propiedad de María Nicomendez Mata, al oriente con Buenaventura Flores y octaviano Galván, al sur con propiedad de Celedonio Galván, al poniente con calle de por medio, con propiedad de Ignacio y Pantaleón Vázquez. El 21 de diciembre de 1911 ante el escribano Rafael Martínez, José Guerrero, representante legal de la Sociedad Colectiva “Hijos de Francisco Guerrero” hizo formalmente la transacción de venta de una finca denominada el Mesón de Guadalupe a favor del Sr. Juan Mata, por la cantidad de 700 pesos. Todos ellos originarios y vecinos de Jaripitío (los Hermanos Guerreros llegaron a adquirir el mesón en el año de 1910 por parte de Alberto y José María Mata).

  Pese a que el mesón en Jaripitío dejó de funcionar hace ya varias décadas, los habitantes del sitio aún recuerdan pasajes vividos en él, esto, en tanto que los abuelos, bisabuelos y tatarabuelos se han encargado de compartir, a través de la memoria oral, datos principales del inmueble, sobre todo situaciones interesantes de los viajeros que allí descansaron y en general de las personas que por lo menos acudieron a presenciar las proyecciones de películas, ofrecidas con fines lucrativos y de esparcimiento cultural desde mediados del siglo XX.

  Actualmente el antiguo mesón es habitado por los descendientes de Antonio Vázquez Valtierra y Lorenza Villafaña. Ellos son Daniel, Soledad, Martina, Enriqueta y Ángel José Vázquez, quienes nos relatan que siendo sus padre residente de Jaripitío, se trasladaron al rancho Las Peñas, por cuestiones de trabajo, labrando la tierra en algún tiempo para mantener a la familia (entrevista a Soledad y Enriqueta Vázquez Villafaña 8 de agosto de 2016, ) sin embargo para el año de 1939 deciden todos regresar a Jaripitío, para luego más tarde ocuparse del funcionamiento del mesón, una vez que Antonio Vázquez comprara la finca en remate ofrecido por el entonces dueño de ella, Secundino mata, un personaje controversial en la historia del mesón, ya que ante la renuncia de su familia estuvo obligado a ceder su propiedad que había mantenido a lo largo de 20 años (desde el año 1922 hasta 1942), a causa de la imposición acumulada de gravámenes fiscales (no pago del predial), en razón de una mala situación económica o inclusive por una mala administración.  

  Soledad Vázquez recuerda que a la edad de 5 años, llegó junto con sus otros hermanos a vivir en el mesón. En este lugar ha radicado por más de 74 años. Los servicios que tenía el mesón desde un inicio fueron meramente de descanso tanto para los arrieros, viajeros en general como para sus animales. El lugar siempre fue austero, no se ofrecían alimentos elaborados.

  A partir de 1942 se cobraba por la estadía, tanto por noche como por tiempos, considerando que, como dice Ángel José Vázquez, algunas personas provenientes de sitios aledaños como Santa Bárbara, San Antonio, San Agustín, Zangarro, el Capulín, Cañada de la Muerte, el Comedero, el Encino necesitaban dejar sus animales descansando mientras hacían sus diligencias en el pueblo de Jaripitío, algunos acudían a resolver asuntos religiosos, civiles, comerciales, etc., recordando que Jaripitío, en las primeras décadas del siglo XX fue una congregación importante dentro de la Jurisdicción de Irapuato.

  Fue un curato donde se ofrecían los servicios católicos a la población católica, una Receptoría de Administración Principal de Rentas de Irapuato, de la Administración Principal de la Renta de Guanajuato, de la Administración Local de Correos. En 1909 abasteció de agua a la ciudad de Irapuato, por la escasez del líquido que esta padeció desde finales del siglo XIX a causa del crecimiento de su población. La gente con recursos económicos prefería comprar agua de Jaripitío, la cual era transportada mediante burros, a pesar de que podían proveerse de la que tenían algunos pozos y fuentes públicas.

   Los viajeros que utilizaron el mesón den Jaripitío para descansar por alguna noche, fueron personas que con otras actividades o encomiendas tenían destinos más alejados, por lo cual era permanecer en los cuartos de descanso. Este servicio fue más recurrente y funcional en el siglo XIX y principios del XX. Posteriormente los espacios del mesón fueron utilizados según las circunstancias del momento y las necesidades del os últimos dueños. Se ocuparon para la grabación de escenas de la ya menciona película mexicana en 1952, se rentaron los cuartos y patio a los soldados del regimiento militar de Irapuato cuando acudían a Dolores Hidalgo y otros lugares, por cuestiones de su trabajo, siendo Jaripitío el sitio obligado de paso y descanso. Para los años sesenta del siglo XX se usó el mesón como sala abierta de cine y para funciones de circo.

  El mesón en Jaripitío, para el siglo XX propició el movimiento de personas en el pueblo, con ello, el impulso del comercio local, la subsistencia de la población y las relaciones sociales. Cerca de él se encontraba la tienda El Pabellón Mexicano, un molino de nixtamal, una panadería, el registro civil, la parroquia, entre otros.

  Sin embargo, el fortalecimiento económico de la población, e del desarrollo de los medios de comunicación y transporte, el acceso a la educación, los cambios de cosmovisión y estilo de vida, los nuevos empleos terminaron con la última etapa de funcionamiento de este mesón. La aparición de estancias más confortables para el descanso en viajeros en la región fue el factor culminante para la sobrevivencia del lugar. Y se cerró el mesón, pero quedó latente la imagen y el recuerdo de lo que dio vida a un pueblo peculiar del municipio de Irapuato.


Fuente:

Vázquez Mendiola, Dulce. En Caminos Reales: Un antiguo mesón en Jaripitío. Boletín No. 17. Archivo Histórico de Irapuato, No. 17, Diciembre, 2017. pp. 63-69

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