viernes, 7 de junio de 2019

El exordio de Bartolomé de las Casas en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias.

   Fray Bartolomé de las Casas dejó en sus escritos una serie de descripciones de los lugares que habitó, especialmente las Antillas mayores, en uno de ellos, de título Brevísima relación de la destrucción de las Indias, en el exordio comenta:

  DESCUBRIÉRONSE las Indias el año de I492: comenzaron á ser pobladas por Cristianos españoles en 1493, de manera que hace cuarenta y nueve años en este de I542 en que escribo.

   La primera tierra en que los nuestros habitaron fue la grande y felicísima Isla Española cuya circunferencia es de seiscientas leguas. Hay al rededor otras islas muy grandes; he visto yo todas, y estas están pobladas por gentes naturales del país, que no pueda haber otra que les exceda en población.

  La Tierra-Firme dista de la Isla Española más de 250 leguas; tiene una costa marítima que por la parte conocida pasa de diez mil leguas; y cada día se descubre más. La descubierta es una colmena de hombres, pues parece que Dios ha ejercido allí su poder para multiplicar la población. Las gentes de todos aquellos vastísimos países son sencillas, sin iniquidad, ni doblez, obedientes y fieles á sus señores naturales y á los cristianos á quienes sirven, pacientes, pacíficas, quietas, no rencillosas, ni alborotadoras, no querellosas, ni rencorosas, sin odio ni deseos de venganza.

  Su complexión es delicada, tierna, flaca, y débil; por lo que no pueden sufrir trabajos grandes. Aun los hijos de labradores son menos robustos que los europeos hijos de príncipes criados con lujo, y regalo; por eso resisten mucho menos en las enfermedades. Son pobres pero contentos con su pobreza sin voluntad de poseer bienes temporales y por lo mismo humildes, exentos de orgullo, ambición, y codicia.
  
  Su comida es muy escasa y mui ordinaria, comparable con la que se nos cuenta de los santos anacoretas del desierto. Su vestido es por lo común una piel que cubre lo que la honestidad manda; y cuando más, una manta de algodón de vara y media, 6 dos varas cuadrilongo. Su cama es una estera, y á lo sumo una red colgada conocida en la Isla Española con el nombre de Hamaca.

   Su entendimiento es vivo, listo, y sin preocupaciones; por lo que los Indios son dóciles para recibir toda doctrina, capaces de comprenderla; dotados de buenas costumbres y aptísimos para recibir nuestra santa fe católica, tanto y más que cualquiera otra nación del mundo. Cuando ya comienzan á conocer algo de nuestra religión, tienen tal ansia de saber que llegan á ser importunos para sus catequistas, en tanto grado que los religiosos necesitan ser bien pacientes para soportar sus instancias. En fin he oído á varios Españoles seglares decir muchas veces:

   La bondad de los Indios es lanía que si llegan á conocer al verdadero Dios no habrá gente más bienaventurada en el mundo. Los Españoles trataron á estas mansísimas ovejas, olvidándose de ser hombres, y ejerciendo la crueldad de Lobos, de Tigres, y de Leones hambrientos.

   De cuarenta años á esta parte no han hecho ni hacen sino perseguirlas, oprimirlas, destrozarlas y aniquilarlas por cuantas maneras conocían ya los hombres y por las nuevas que han inventado ellas. Así hay ahora en la Isla Española solo doscientas personas naturales de allí, habiendo habido en el principio hasta tres millones. 

  La isla de Cuba es tan larga como desde Valladolid hasta Roma, y sin embargo está casi enteramente despoblada. La isla de San-Juan de Puerto-Rico y la de Jamaica son muy grandes, graciosas y felices, pero ahora ya están asoladas. Las islas de los Lucayos comarcanas de la Española y de la de Cuba por el norte son más de sesenta con las que llaman de Gigantes- La menos buena de todas es de tierra mejor, más amena, y más fértil que la Hicerta del rey en Sevilla: su clima es el más sano del mundo: había en ellas más de quinientas mil almas, ahora ni una si quiera. Los Españoles aniquilaron la población; primero matando, después queriendo trasplantar sus habitantes á la Española ya casi despoblada. Habiendo llegado un navío con este objeto, se compadeció un Español, intentó convertir los habitantes á la fe cristiana y sólo halló once personas: yo las vi. Más de otras treinta islas están en comarca de la de San-Juan y ya sin gente por el proprio motivo. Entre todas compondrán más de dos mil leguas de tierra, ya deshabitadas y desiertas.

   La Tierra-Firme contenía más de diez reinos; cada uno mayor que la España entera, incluyendo la corona de Aragón y todo lo de Portugal. Su extensión es como desde Jerusalén á Sevilla pues se alarga más de dos mil leguas. Sin embargo las crueldades de los Españoles han sido tantas y tan nefandas que han aniquilado la población, y dejado desierto el país.

   Podemos asegurar que los Españoles han quitado con su atroz é inhumana conducta más de doce millones de vidas de hombres, mujeres y niños: pero según mi opinión pasan de quince. De dos maneras se han conseguido estos bárbaros efectos: primera dando guerras tan inhumanas como injustas: segunda maltratando después de la conquista á los naturales del país, y matando á los señores, á los caciques, y á los varones jóvenes y robustos; oprimiendo á los demás con la más dura, más áspera y más cruel esclavitud, insoportable aun por bestias.

   La única causa de tan horrible carnicería fue la codicia de los Españoles. Estos se propusieron no tener prácticamente otro Dios que el oro, llenarse de riquezas en pocos días á costa de unas gentes humildes y sencillas, á las cuales trataron infinito peor que á bestias, como yo mismo lo he visto, y aun con mayor vilipendio que al estiércol de las plazas; en prueba de lo cual no cuidaban ni aun de las almas de los Indios pues dieron lugar á que estos infelices muriesen en los tormentos sin ser convertidos á la santa fe cristiana.

  Semejante atrocidad es tanto más notable cuanto los Españoles confiesan que los Indios no han hecho jamás mal alguno á los Cristianos; antes bien los amaban como á venidos del cielo hasta que vieron que multiplicaban los males, los robos, las violencias, las vejaciones, y las muertes de los naturales del país.

 Esto nos dará una idea de lo que fue, años más tarde, la Conquista de México, la cual tuvo alto índice de mortandad, no por las agresiones físicas con los naturales, sino por la introducción de enfermedades desconocidas en este, el llamado Nuevo Mundo.

Fuente:

Colección de obras del venerable Obispo de Chiapas, D. Bartolomé de las Casas. Defensor de la libertad de los americanos. Tomo I. Casa de Rosa, París, 1822. pp. 101-105

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