Ha sido una semana muy interesante y algo cansada, muy intensa de largas horas de consulta en el Archivo Histórico de Guanajuato, en él sigo encontrando más y más datos sobre Salamanca y sus habitantes, he localizado más datos del siglo XVII, sigo encontrando del XVIII y me avoco a los del XIX, en resumen las horas que paso allí dentro no me bastan, pero los ojos tampoco, así que llego a un límite y de lo consultado tendré mucho por revisar, analizar y organizar durante uno o dos meses más. Al final, eso en lo que me estoy avocando creo que será en dos tomos, pero ni me adelanto a afirmar nada.
El caso es que ayer, estando en el recinto, de pronto alguien me dijo: ¿te quedarás a la fiesta del pueblo? no estoy seguro aun, respondí. Creo que sí. Será bueno que lo hagas, te gustará... y hoy, que pensaba irme al medio día y solamente consultar por un par de horas en el Archivo, como di con una serie de datos que me fueron conduciendo a otro y a otro y a otro más... me quedé, y agotado como estoy, salgo a ver la ciudad por la tarde y me topo con un bullicio, con una romería, con un colorido tal que definitivamente esta es la fiesta del pueblo y mejor decisión no pude haber tomado, el quedarme esta noche, víspera del Viernes de Dolores para vivir esta celebración.
Aquí en Guanajuato, como en todo pueblo miero, ocurrió que, los sábados siendo el día de raya, los mineros, luego de su agotador trabajo y con dinero en la bolsa, lo gastaban, casi todos, en las cantinas y los sábados por la noche se volvían fiestas interminables que igual acababan en la cárcel, en pleitos o, peor aun, con un cuchillo clavado en el estómago. Dicen que las cantinas, en aquellos tiempos en que no había aun luz eléctrica, se iluminaban con esferas azogadas, que son esas enormes esferas plateadas o doradas, de vidrio y que ahora se usan como decoración, especialmente en lugares de tinte colonial.
Pero en aquellos tiempos, como el negocio de la cantina se prolongaba los sábados por la noche, una de las maneras de iluminarlas eran colocando esas esferas de azogue (el azogue es lo que conocemos como mercurio) pues al ponerle velas en rededor, la luz se reflejaba y se expandía, razón por la cual sobrevive (creo) una famosa cantina que se llama El Incendio, precisamente porque en aquellos tiempos "incendio" no era precisamente lo que entendemos en la actualidad, sino el reflejo de una docena de esferas de azogue con montones de velas que, en aquellos tiempos, en la oscuridad de la noche, las puertas y ventanas dejaban ver la luz de las esferas pues aquello era un verdadero incendio.
Y como en esos tiempos las costumbres religiosas eran mucho más estrictas que en la actualidad, es decir, eran verdaderamente estrictas las costumbres de comportamiento durante la Semana Santa que, como "Gaudete", el Viernes de Dolores era un remanso a los penitentes, rezanderos y demás fieles que habían seguido religiosamente la Semana Santa y llegaban al remanso de paz que significaba ese Viernes en donde la tensión se relajaba un poco, se rezaba, pero se reunía, se conversaba y, a escondidas, se "echaban un chínguere" pues la Virgen "había llorado".
Para hacerse acreedor a esas "lágrimas" había que rezar un buen rosario en el Altar de Dolores que en cada casa se colocaba y como aquí, en Guanajuato las esferas de azogue no era solo para las cantinas, quienes tenían el capital, se compraban varias y justo en este día iluminaban ese altar con la ayuda de las esferas, de allí que por estos rumbos a los Altares de Dolores se les conozca (se les conocía, mejor dicho), como Incendios.
Y como una cosa conduce a la otra y como en nuestro país buscamos el pretexto para hacer una celebración, una festividad, una buena comedera y unas buenas "vueltas" por el jardín o por el centro, que mejor pretexto que La Fiesta de las Flores, como en Guanajuato se le conoce al Viernes de Dolores. Las imágenes que comparto las tomé el día de hoy, en la víspera de esta fiesta.
Esperemos estar pronto por ahí
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