lunes, 8 de enero de 2018

Ya con el libro escrito, comenzamos ahora con el proceso de encuadernación

  Esta vez el viaje que hago a México es el más planeado de todos los que he hecho. Llegaré a un rumbo que no conozco del todo, como quiera, el nombre de las calles me es familiar, hay cerca una estación del Metro, el Trolebús, el Metrobús, un centro comercial, llevo instrucciones de todo tipo, he mantenido contacto casi a diario para ultimar detalles y llevar todo lo que ocupo, no voy de paseo, aunque tendré alguna tarde disponible para caminar por el Centro Histórico y sorprenderme con lo que encuentre esta vez. La maleta la he arreglado con dos días de anticipación, estoy listo.

   No olvidé nada, llevo 1250 hojas impresas, todas ordenadas, las revisé dos veces, agrego algo de papel por si hubiera necesidad de hojas adicionales. Llevo ropa abrigadora, soy friolento y sé bien que en la ciudad de México las noches son en verdad frías. Salgo de casa, en menos de un minuto estoy ya abordo del taxi, llego con suficiente tiempo a la Central de Autobuses, quizá me duerma en el camino... lo dudo. 

   Descubro que el autobús asignado es de los de dos pisos, voy en la parte alta, el camino se observa mejor. Enfila por el nuevo libramiento, ese que evita cruzar Querétaro, el paisaje es nuevo para mi, llegamos a Tepotzotlán, es decir, ya estamos en la ciudad. Efectivamente, no pude dormir... bajo, me doy cuenta que la maleta esta sumamente pesada, más aun con mis problemas de espalda pero.., no hay de otra... enfilo al Metro, bajo la escalera con 40 kilos... entro al Metro, no pago, tengo tarjeta Inapam... tan solo una estación y de nuevo a cargar ese montón de kilos, ahora para arriba. Caminar nuevamente el "Túnel de la Ciencia", lo bueno es que es plano, solo arrastro la maleta. Al hombro llevo mi lap y más papeles, dos libros... todo cabe en un jarrito, dice el dicho, más aun cuando las maletas tienen cierres que las agrandan.

   Comienza la oferta de mercancías, de lo más variopinto que uno se imagine, estamos en la ciudad. Cuentan una historia desgarradora, piden dinero para comer, entran más vendedores, llego a mi destino, ahora hay que subir de nuevo... con los 40 kilos, veo el plano, me ubico, pregunto para cerciorarme, subo más escaleras, salgo a la calle, pregunto de nuevo, camino dos calles, doblo a la derecha, sigo de frente tres calles, doblo a la izquierda, llegué. Me identifico, abren el portón, cruzo una calle interna, toco el timbre, pasa, te estamos esperando -me dicen-.

   Ahora hay que subir tres pisos, sí, siempre con los cuarenta kilos, siento que el brazo se me desprende, hago un esfuerzo, llego, jalo aire, los más de dos mil metros de altura se hacen sentir... saludo, me indican mi habitación, dejo mis cosas, salimos a comer... amena charla, buena la comida, tiempo de ir al centro, recuerdo que estamos en la ciudad y todo es contra reloj... un embotellamiento, nada escandaloso, es de tipo "normal", estamos en el centro histórico, buscamos estacionamiento, luego de tres intentos hay uno con espacio, ahora a la calle República del Salvador, hay que comprar el material necesario, lo compro, bobeo un poco, todo me asombra, hacía un año que no iba a la ciudad. De vuelta a casa, la casa es a la vez taller.

   Comienza el proceso, las medidas empatan perfecto. Papeles, cartones, hay que comenzar a trazar, por suerte ya todo está cortado, nos daría la media noche si no hubiéramos pedido el cartón ya cortado. Recibo las primeras instrucciones, pongo atención, pasa una hora y tenemos ya el primer ejemplar armado... el sueño acariciado durante días y más días, durante meses y más meses, durante un año y otro más y varios más se está haciendo realidad. Tengo en mi mano el primer ejemplar ya encuadernado de mi libro Haciendas de Salamanca.

  Cenamos, charlamos, asentamos ideas... estoy rendido... caigo fulminado, mañana continúa el taller de encuadernación que estoy atendiendo. La oportunidad se me presentó justo en el momento indicado, tenía ya el libro escrito, comencé las pruebas un mes atrás y apareció el, en este caso la, encuadernadora que amablemente me dijo: "yo te enseño".  Me voy a dormir, mañana me espera larga jornada, la meta está trazada: encuadernar 20 libros.

   (Nota aclaratoria: En el Centro Histórico de la Ciudad de México el comercio está organizado por calles, depende la mercancía que busques es la calle a la que debes ir. En este caso, todo lo relacionado con papeles, cartones, encuadernaciones, está en la calle República del Salvador. Desde que entramos a la demarcación comencé a ver más y más grafiti, más que grafiti, arte urbano, de ahí que las fotos que esta vez comparto son esas paredes que tanto me llamaron la atención.)








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