Lo más seguro es que aquellos que estudiaron la carrera de Arquitectura sean quienes conozcan, al menos por su nombre, a Diego Rul, dado que la construcción civil más representativa de los primeros años del siglo XIX tiene precisamente el nombre del personaje: La casa Rul.
La casa de Diego Rul es
uno de los iconos de la ciudad de Guanajuato, pero, más allá de la referencia arquitectónica, de su persona poco conocemos. El personaje atrajo mi atención hace algunos años cuando, al revisar una de las
Gazetas de México, publicaciones equiparables al actual Diario Oficial; en la de octubre de 1793, anotaba que Diego Rul era el Alcalde Ordinario de la villa de Salamanca y colaboraba con 500 pesos anuales durante el tiempo que durara la guerra de España con Inglaterra.
Mi sorpresa fue grande, saber que uno de los destacados personajes de Guanajuato, el que había casado con la hija del Conde de La Valenciana,
había vivido en Salamanca, además, ocupando el cargo más importante que había me hizo pensar en el qué, cómo, cuándo… quedó entonces sembrada la inquietud de investigar sobre su vida, la tarea no fue nada fácil.
Fueron muchos los Archivos Históricos que consulté, en el de Salamanca, por desgracia, la documentación del siglo XVIII no existe, hace tiempo fue perdida. En el de Guanajuato hay abundante información dado que Diego Rul ocupó la regiduría en el Real de Minas de Santa Fe y sus muchos negocios mineros y mercantiles quedaron registrados. Al llegar al Archivo Histórico de la Ciudad de México la información que contaba se fue aclarando más y más pues allí, en la sección del “Nobiliario” concentra muchos datos de él y de su esposa… en general de ambas familias, tanto en México como en España. Para ese momento tenía toda la idea completa, había rastreado sus huellas, cosa difícil de seguir pues si algo caracterizó a Diego Rul es su constante movilidad, podría decir que (usando un término por demás coloquial) “andaba del tingo al tango” continuamente.
Veracruz, Ciudad de México, Salamanca, Guanajuato, San Juan de los Lagos, Valladolid, Xalapa fueron algunas de las poblaciones por las que el personaje se desplazaba continuamente, de todas ellas fue Salamanca en donde permaneció más tiempo: diez años.
En el primer
episodio que en Acámbaro se registra al comienzo de la Guerra de Independencia es justo cuando los insurgentes detienen a Diego Rul, de este modo se convierte en testigo de los tres primeros meses de guerra. Estuvo presente, en calidad de rehén en la Batalla del Monte de las Cruces, también es testigo de la primera gran derrota de Hidalgo y sus seguidores en Aculco, ahí es liberado y comienza su participación activa en el bando realista… sus días terminarán en campaña, justo al comenzar el primer día del Sitio de Cuautla.
Si bien la vida de Diego Rul termina en 1812, su huella sigue por varias décadas más, pues su viuda se ve forzada a tomar las riendas de la fortuna familiar, fortuna que con la visión de su marido acrecentó grandemente. Esto me llevó al interesantísimo Archivo Histórico del Colegio de las Vizcaínas en la Ciudad de México para consultar un enorme, monumental expediente que contiene todas las vicisitudes que María Ignacia Obregón, hija del Conde de La Valenciana y viuda del Conde de Casa Rul tiene que atravesar a fin de salvaguardar los bienes y asegurar el futuro de sus hijos. Con ello comprobé la veracidad que tiene una frase, por demás conocida: “detrás de todo hombre hay una gran mujer”.
El colofón de la historia que logro rescatar es un pasaje, por demás curioso que ocurre precisamente en Salamanca, poco antes de finalizar el siglo XIX cuando, cien años después, los descendientes del que fuera el mentor de Diego Rul en Salamanca y los descendentes del conde se enfrascan en un pleito (por dinero, claro es) que no tiene solución alguna.
El fin que persigo con esta publicación es el de documentar debidamente la mucha historia que hay en Salamanca y que no había sido cabalmente estudiada en fuentes primarias, incluir a todos los personajes que dejaron huella en su tiempo, que vivieron en nuestra población y que por diversos motivos cayeron en el olvido. Justo es rescatarlos para ser agregados en el abultado elenco de salmantinos distinguidos.