martes, 30 de junio de 2020

De las fundaciones del convento agustino en Celaya y Salamanca

 Si has visitado la parte central del Bajío, de seguro pasaste por Salamanca y te maravillaste con el interior del templo agustino de San Juan de Sahagún y si continuaste rumbo a Celaya, igual ocurrió con lo que esa orden construyó… Pues bien, es interesante saber lo que pasó años antes de que ambas fundaciones fueran aprobadas. En el texto, un clásico en la historiografía, nos podremos enterar de los detalles, hay datos que me llaman la atención, como el caso de los hábitos y del asunto oriental, lo cual, por cierto, habrá que aclarar que cuando Basalenque se refiere a lo chino, no quiere decir lo que hoy conocemos por China, sino a las Filipinas. Veamos:

    Hechóse la Convocatoria para celebrar el Capítulo Provincial tercero de la Provincia, para 26 de Abril de 1608, y congregados todos en el Convento de Yuririahpúndaro, donde se había de celebrar; el Viernes antes de la Dominica 3 post Pascua, que es el tiempo señalado por la Constitución, se halló que el Reverendísimo había enviado las Patentes para la Presidencia, á distintas personas. La primera la traía el P. M. Fr. Diego de la Fuente que había ido á Roma dos años antes, para presidir. Luego por no hallarse impedido para tener oficio; sacó otra Patente de Presidencia para el P. M. Fr. Francisco de Morante, y no derogaba á esotra, mas era más nueva Luego envió el Reverendísimo orden al P. Fr. Dionisio Robledo, que presidiese y ejecutase una Patente suya, en que mandaba que todos los Religiosos, que "había" pasado de España para China á costa de Su Majestad pasasen á la China, y los echasen de esta Provincia y no les diesen oficio; en particular echasen de ella al Padre Fr. Diego del Águila: que había pasado de España por Prior de los que iban á China, y por haberse quedado en esta Provincia, la embarcación fue muy diminuta, y en daño de la hacienda Real. Esta Patente de Presidencia, derogaba las demás que hubiese dado, y no se especuló, porque murió el P. Robledo, como vimos, doce ó catorce días antes del Capítulo; y como todas las demás Presidencias quedaban derogadas, ó por mejor decir, para advertir al Reverendísimo que estuviese memorioso de lo que ordenaba; se convinieron todos los Padres, en que no se manifestase alguna, sino que presidiese el Definidor mas antiguo, como lo ordena nuestra Constitución en caso que no se manifieste Patente del General. Esto mismo determinó en la Provincia de México el Trienio antes, la Audiencia Real, por soberanía en ocasión que se hallaron otras tres Presidencias; y fue motivo de que su Majestad envió á mandar no se ejecutase ninguna Patente de Presidencia, sino viniese pasada por el Consejo de Indias; él cuál mandato cesó ya, advirtiendo al Reverendísimo que estuviese atento al dar de las Presidencias, que no se hallasen muchas sin derogativa la una de la otra. 

  Nombróse pues por Presidente del Capítulo el P. Fr. Balthasar de los Reyes, Definidor mayor de aquel Trienio que acababa; y salió electo por Provincial con gusto de los más de la Provincia, el P. Fr. Diego del Águila, natural da la Ciudad de Sevilla, y que pasó niño á esta tierra y tomó el hábito en México, donde estudió y salió muy hábil; mas siempre se inclinó mas al Púlpito, en que fue muy señalado Predicador por su elocuencia. Esta razón le llevó á su tierra, donde le hicieron Superior del Convento de N. P. San Agustín de Sevilla, y habiéndolo ejercitado muy á gusto de todos, y dando satisfacción de su persona en aquella Ciudad en cuanto al Púlpito; en el Capítulo siguiente le hicieron Prior de Tenerife en las Canarias. Y habiendo acabado su oficio, en el Capítulo siguiente celebrado en Sevilla, donde salió por Provincial aquel gran Predicador del Rey Don Phelipe Segundo Fray Hernando de Castroverde, le escogió por su Compañero, y le importó harto su lado tres años para mejorarse en el Pulpito. Acabado el Trienio quedó sin oficio y con disgusto; y ofreciose venir Religiosos para China, y le ofrecieron pasar con el oficio de Prior: y así pasó otra vez á esta tierra; donde con favor que tuvo se quedó, porque como era tan gran Predicador, tenía mucha cabida con las personas graves del siglo, y le favorecían mucho. Quedado en México, le hicieron Prior de Oaxaca y de Zacatecas; y luego que se dividió la Provincia, se pasó á ésta y fue Prior de Tonallan y de Xacona, y en este Capítulo tercero fue electo Provincial; y como el Reverendísimo había enviado orden para que pasase á China, persistió siempre en que siguiese su vocación, y lo mismo su Majestad; de arte, que aunque era Padre de Provincia, le obligaron á pasar á China, donde tuvo muchos oficios, y murió de ochenta años.

  En este tercer Trienio negoció la Provincia una Cédula de su Majestad, para que la Provincia se pudiese extender en el Obispado en cuatro pueblos de españoles, fundando Conventos, conforme viese el Obispo que había necesidad. Presentósele al señor Obispo Don Balthasar de Covarrubias, de nuestra Religión Obispo benignísimo, y que hasta hoy llora el Obispado su mansedumbre y benignidad. El cual como tan aficionado de su Religión y que tanto la estimaba, no halló en su Obispado Villas de Españoles sino Celaya, Salamanca, Colima, y San Miguel, y así nos dio su licencia para que fundásemos en ellas; de las cuales admitimos luego á Celaya y Salamanca, porque Colima estaba lejos, y el temple no es muy sano, y había de ser destierro de Religiosos. La Villa de San Miguel no pareció á propósito por ser corta y pobre; y así admitiendo luego á Celaya; y Salamanca, dejamos esta fundación para el Trienio siguiente, por no embarazarse con dos fundaciones.

   En este Trienio vino lo que se le había pedido al Generalísimo, de que anduviésemos todos siempre de negro, como se vieron en las dos razones propuestas en el Capítulo y Trienio pasado; y así con esta concesión comenzamos á usar siempre del hábito negro alguno dijo que era anuncio triste de lo que había de comenzar á suceder en la Provincia, de disgustos; mas lo cierto es, que fue muy acertado el vestirnos de negro, como se vio en el lugar citado; los sucesos malos ó buenos, generalmente no se vienen ellos, si nosotros no los buscamos; y así sucedió en los disgustos, que comentaron este Trienio, como en breve referiré.

 El Reverendísimo, tenía en la memoria la quedada de algunos Padres, que habían venido para China á costa de su Majestad; y como por la muerte del P. Fr. Dionisio, no se había podido ejecutar sus mandatos, volvió el siguiente Trienio (que es éste en que estamos) á enviar nueva Patente, no sólo de aquel artículo, sino de otros, y por de todos al P. Fr. Pedro de Yera, con tanto rigor, que mandaba, que si aquellos mandatos no los obedeciese alguno, luego le privaba de cualquier oficio que tuviese, y fuese llamado á él el Antecesor; como el Provincial absoluto al presente; el Definidor pasado al actual; el Prior de cualquiera Casa á su antecesor. El Generalísimo tendría bastante razón para tanta pena, porque es justo que sus mandatos puntualmente sean obedecidos; mas siguiéronse muchos inconvenientes el último año de este Trienio, y el primero del siguiente; tanto, que como dijo Veda, hablando de las tormentas que había padecido la Iglesia de Dios de los Gentiles y Herejes, figurados en las olas del mar bravo, que traían aquella Nave de San Pedro figura de la Iglesia, en que iba N. Señor, y nota el Evangelio Math. 8 que él dormía, quien siempre vela: parece (dice Veda) según deja Dios, que las tormentas dan bamboleos á la Iglesia, que la dejó de gobernar por aquel tiempo; así pudiéramos decir, que estos dos años había dormido el favor de N. Señor en nuestra Provincia, hasta que luego despertó y mandó á los vientos no soplasen: así nos sucedió, que pasada esta borrasca, luego tuvo paz y tranquilidad la Provincia.

 La Patente del General traía muchos puntos, y tanto más era de inconveniente, pues todos caían debajo de una misma pena tan rigorosa, no teniendo muchos de ellos cuerpo ni substancia; nombraré aquí los tres más principales, sobre que se armó toda la contienda. El primero era, que todos los que se llamaban Chinos saliesen de la Provincia y no tuviesen oficio en ella, antes los hacia incapaces. Aquí nombraba al P. Águila por sor. Provincial. Lo segundo, que no fuesen Priores de Pueblos de Indios, sino los Ministros de aquella lengua, aprobados por examinadores diputados para esto. Lo tercero, que el Provincial no pudiese sacar de una casa para otra, ni menos para seglares, los bienes muebles ó raíces, sin licencia del Reverendísimo. Estos eran los mandatos más substanciales, y conocidamente más útiles á la Provincia.

  El P. Fr. Pedro de Yera, juez ejecutor de estos mandatos, presentólos en el Capítulo intermedio de este Trienio, que se celebró en Charo, y aunque hubo dificultad en admitirlos, sino que se quiso suplicar de ellos; al fin se admitieron por todos los nueve Padres del Definitorio pleno, y hubo descuido en que se escribiese en el Libro de la Provincia, como se hace con las Patentes del Reverendísimo, que se trasladan, autorizan, y se admiten; no se hizo así, sino que al pie del original, se admitió y mandaron coser en el Libro; y descosidos no había original, presentación, ni admisión. El juez ejecutor no advirtió el daño, que le podía venir; tenía otro original, que despachó con un Religioso por la Provincia para notificarlo á todos; el cuál original se despareció en un Convento que no le hallaron, y el juez ejecutor no obraba, sino en virtud de traslados auténticos. Sucedió que el Provincial se halló comprehendido en los tres artículos arriba propuestos, que no despedía los Chinos, que tenía Priores sin ser lenguas, que había sacado algunas cosas de los Conventos para otras personas; de lo cual se le hizo información y cargos, y cuando se los notificaron delante de testigos, los rompió y negó la autoridad del juez, y le quiso prender más esto no se hizo; y vuelto el juez á la Casa de Valladolid, convocó muchos Padres de la Provincia, ante quienes se leyó lo sucedido, y que le había negado la autoridad, y así le declaró por incurso en las penas del General, y llamó al oficio á su antecesor el P. Fray Diego dé Soto, al cual todos de buena gana le dieron la obediencia, y lo mismo en toda la Provincia, yéndose notificando.

  El P. Fray Diego del Águila viéndose depuesto, fuese á la Audiencia Real, quedándose de que violentamente le habían quitado el oficio; y la Audiencia Real mandó parecer al P. Fr. Pedro de Vera juez ejecutor, y al P. Fr. Diego de Soto, y que en la Audiencia Real diesen razón de lo hecho, y cómo habían procedido contra el Provincial; respondió el juez ejecutor, que él había obrado en virtud de unos mandatos del Reverendísimo que estaban en el Libro de Provincia; y traído, no se hallaron, y los otros estaban perdidos; dieron traslados de Escribanos Reales; de jueces Eclesiásticos: y aunque á los de la Audiencia, les constaba de la justificación del hecho, por ser cosa singular, trataron de favorecer al Provincial por este camino, de que si no presentaban originales, no habían de oír al juez ejecutor; y el Virrey tomó la mano de componerlos, avisando al Provincial que por lo hecho no procediese contra alguno, y al juez que se abstuviese de su oficio, mientras no pareciesen los originales. 

   Hízoles amigos, y que con amistad se volviesen á la Provincia. Y no obstante que en lo exterior no hubo apariencia de venganza, el corazón del Provincial estaba muy sentido contra aquellos que se habían mostrado más á la clara en contra suya; mas nunca lo dio á entender en obras exteriores. De este modo prosiguió el año último de su Provincialato, con hartos sinsabores porque como la razón potísima de volver á la Provincia había sido no porque no se había podido hacer lo hecho, sino porque no constaba por donde se había hecho, y todos los nueve PP. del Definitorio habían admitido los mandatos originales, hablaban mucho en la materia, de que en el fuero interior estaba tocio muy lastimado, y el Provincial tolerado, porque había quitado del Libro los originales, y que pues no los mostraba, se hallaba incurso. Llegaban las razones á sus oídos, y pasaba con trabajo estos sinsabores, hasta que llegó el tiempo de celebrar el cuarto Capítulo: el cual ordenó que se celebrase en la Casa de Tiripetio, para 23 de Abril del año de 1611. Con todo quiso N. Señor que estas inquietudes no tocasen á los mogos, sino que los estudios se siguieron muy bien, y el Noviciado y las Comunidades que su carta dicha para la Provincia, las contiendas eran solo en las cabezas.


Fuente:

Basalenque, Diego. Historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán, del Orden de N.P.S. Augustín. Año de 1673. Tip. Barbedillo, México, 1886 pp. 135-145.

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