martes, 31 de marzo de 2015

Lo que aconteció a un Obispo que quiso prohibir en la iglesia el uso que hacían del Chocolate. San Cristóbal de las Casa, Chiapas.

    Algunos autores dicen que hay que tener cuidado al leer a Tomas Gage, el fraile dominico inglés que llegó a Nueva España en un largo viaje, de 1625 a 1637, en el que visitó algunas de las principales ciudades como Veracruz, Puebla, México, Oaxaca, San Cristóbal, para luego adentrarse en Guatemala. De lo mucho que escribió hay pasajes que son en verdad entretenidos pero es justo allí en donde debemos tener alguna precaución pues, se dice, que Gage solía exagerar las cosas. Y ocurre que estando en lo que hoy conocemos como San Cristóbal de las Casas, hubo in incidente por demás curioso que, para que cada quién saque sus conclusiones, transcribo: 

   El obispado de Chiapa vale ocho mil ducados anuales lo menos, y bien los merece el buen prelado que va desde tan lejos como España a vivir en un país, cuyos habitantes son tan instruidos como don Melchor de Velasco, y donde los asnos se crían y mantienen a tan poca costa. La mayor parte de las rentas del Obispo consiste en ofrendas que todos los años recibe en las poblaciones mayores de los indios que visita una vez al año para celebrar las confirmaciones, no habiendo niño confirmado que no le dé una vela de cera blanca con una cinta, y a lo menos cuatro reales de plata. Yo he visto a algunos de los más ricos darle velas hasta de seis libras con dos varas de cinta y media peseta la vara, cubiertas de arriba de reales de ancho  porque los indios ponen su vanidad en esas ofrendas.

   En el tiempo que yo estaba en aquella ciudad, era obispo don Bernardo de Salazar, el cual me rogó  que lo acompañara en su visita, que duró un mes, por las villas y lugares de las inmediaciones de Chiapa, y me dio el encargo de tenerle la bandeja, donde españoles y naturales echaban sus ofrendas mientras él confirmaba, y como yo tenía gran cuidado con el otro capellán de contar escrupulosamente el producto, antes de llevar el dinero al aposento del obispo hallé que al cabo del mes había recibido mil seiscientos ducados solamente de ofrendas, sin contar sus derechos de visita de las cofradías, que en aquellas tierras son muy ricas, y producen sendos pesos a los obispos en sus respectivas diócesis

   Ese obispo, como todos los demás de las Indias era sobradamente apegado al interés, pero varón de buenas costumbres, y cuyo celo en reprimir los abusos que se cometían en la iglesia le costó la vida, aun antes de que yo saliese de Chiapa.

   "Las mujeres de esa ciudad se quejan constantemente de una flaqueza de estómago tan grande que no podría acabar de oír una misa rezada y mucho menos la misa mayor y el sermón, sin tomar una jícara de chocolate bien caliente y algunas tacillas de conserva o almíbar, para fortalecerse.

   Con ese fin acostumbraban sus criadas a llevarle el chocolate a la iglesia en mitad de la misa o del sermón, lo que nunca se verificaba sin causar confusión y sin interrumpir los sacerdotes o predicadores. El obispo pues, queriendo corregir tal abuso por los medios de la dulzura, las exhortó varias veces, y aun las rogó que se abstuvieran de semejante escándalo; pero como vio que de nada servían sus reconvenciones amistosa, y que al contrario seguían con el mismo desorden, menospreciando sus consejos y exhortaciones, mandó fijar una excomunión a la puerta de la iglesia contra todas las personas que osaran comer o beber en el templo de dios durante los divinos oficios.

   La ex comunión desagradó sobremanera a todas las mujeres con especialidad a las señoritas que dijeron a voz en cuello que si no las dejaban comer y beber en la iglesia, no podrían tampoco ellas seguir yendo. Las principales damas del pueblo que sabían la amistad que el obispo tenía con el prior y conmigo, nos suplicaron con las instancias más eficaces que hiciéramos cuanto estuviese en nuestra mano a fin de que su ilustrísima levantase la excomunión. En efecto tanto el prior como yo probamos de cuantos modos pudimos a vencer la severidad del prelado y a reducirlo a la indulgencia, alegando en favor de la costumbre del país la debilidad de las mujeres y de sus estómagos y manifestándole la aversión que le tendrían y el peligro que había de que tanto rigor causara sediciones y tumultos en la iglesia y en la ciudad, temores que se enfundaran en lo que habíamos oír decir a muchas personas

   Pero el buen pastor nos respondió que su vida no era de valor alguno para él, si había de conservarla a costa de la gloria de Dios y del lustre de su casa, y que cuando le habíamos dicho cuanto le habíamos dicho no le movería a desviarlo de la senda de sus obligaciones. Entonces las mujeres, que vieron que no mudaría de resolución, empezaron no solamente a meditarlo con tedio sino a burlarse de él a cara descubierta, haciendo mofa de su excomunión y tomando más chocolate de agua beben las peces en la mar.

   Ese exceso fue un día causa de que hubiese un terrible alboroto en la iglesia catedral, alboroto en que salieron a relucir muchas espadas a los canónigos y capellanes quienes quisieron llevar a completa ejecución el mandamiento del obispo quitándole a las criadas las jícaras en que servían el chocolate a las damas. Por último viendo que no podían ganar a su ilustrísima ni con empeño ni con el escándalo, determinaron abandonar la catedra, de modo que desde entonces no se veía un alma en ella, y todo el mundo iba a oír misa a las iglesias de los conventos, donde los frailes dejaban que cada cual hiciera lo que se antojase, y siguiera sus costumbres antiguas sin más que exhortar a sus files con la mayor dulzura lo que les valió muy sendos pesos y cumplidos regalos en detrimento de la catedral a donde nadie ponía los pies.

  "No duró sin embargo mucho tiempo la ventaja pacífica de esa preferencia porque el obispo se incomodó con los religiosos y mandó publicar otra excomunión contra los que no asistieran al oficio divino que se celebraba en la catedral, y las mujeres cesaron de concurrir a los conventos; mas para no ir a la catedral se quedaban en sus casas.

  En medio de esas disputas y el obispo y los frailes, los canónigos y el chocolate, las criadas y los acólitos, cayó el obispo enfermo de mucha gravedad y se retiró al convento de los religiosos de Santo Domingo, persuadido de que nadie lo cuidaría mejor que el prior, en quien tenía puesta toda su confianza. Enviaron a buscar médicos a varios puntos, y todos los que acudieron afirmaron que el obispo había sido envenenado y el pobre señor lo reconoció al morir, y rogó a dios que perdonara a los autores de su muerte, y que aceptara el sacrifico de su vida que voluntariamente ofrecía por su gloria y por el honor de su casa. Su enfermedad no duró más de ocho días, y en cuanto expiró todo el cuerpo, la cabeza y la cara se hincharon, y al tocar el cadáver por cualquier parte saltaba materia, señal de la putrefacción general de todo muerto. (3) 

Fuente:

1.- Gage, Tomas. Nueva relación que contiene los viajes de Tomas Gage en la Nueva España. Biblioteca Goathemala. Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala. Volumen XVIII. Capitulo XVI. Lo que aconteció a un Obispo que quiso prohibir en la iglesia el uso que hacían del Chocolate. Guatemala. 1946, pp.145-148

lunes, 30 de marzo de 2015

El convento de la Purísima Concepción en Otumba, Estado de México.

   Nos salimos un poco de la ruta del Camino Real de Tierra Adentro para irnos al oriente a una partecita del otro Camino que fue el primero y, seguramente, el de mayor importancia, pues era el que unía a la ciudad de México con Veracruz, sitio por donde cruzaba la mercancía llegada de Europa que sería, luego de su paso por la capital del virreinato, remitida a las ricas ciudades mineras del norte, es decir de la tierra-dentro. Estamos en Otumba.

   Hace un par de años me dirigía a Tepeapulco, con la intención de conocer el convento franciscano que hay allí, eso es en el estado de Hidalgo, para llegar allá hay que ir a la Central del Norte, una vez dentro, caminar a la izquierda hasta la última taquilla, ahí están los que salen a Teotihuacán que luego continúan a Tepapulco y otros destinos de Hidalgo, luego de pasar cerca de la zona arqueológica se pasa por Otumba, el nombre nos es familiar por la batalla que allí se libró antes de la Conquista, ahora que lo programamos, hacemos el mismo recorrido pero con bajada en Otumba.

   Hay otro dato que va asociado a Otumba, que es la residencia que hizo allí el padre Tembleque, el creador del acueducto, portento de ingeniería hidráulica en Nueva España, y, por si esto no fuera poco, aunamos que, también en el virreinato, Otumba se volvió un sito importantísimo, dado que era escala del virrey entrante que, luego del largo recorrido desde Veracruz rumbo a la ciudad de México y sus varios recibimientos en Jalapa, Puebla y Tlaxcala, fue en Otumba en donde recibía el bastón de mando en solemne y pomposa ceremonia.

   Habrá que aclarar que el bastón se entregó durante algún tiempo, creo poco más de un siglo, en San Cristóbal Ecatepec, pero luego esa logística novohispana decidió que era mejor entregar el bastón en Otuma para continuar a Guadalupe y en el santuario hacer la gran solemnidad que era el preámbulo a la apoteósica entrada del nuevo virrey a la ciudad de México. Así que con todos esos antecedentes llego al lugar esperando encontrar los más elaborados vestigios de la obra virreinal y, lo que hay allí es un convento que guarda su templo, su capilla abierta, el aljibe de aquel monumental acueducto del padre Tembleque y nada más.

   Con esto no quiero decir que la visita a Otumba no valga la pena, claro que sí, pero nada de virreyes y entradas fastuosas veremos, en cambio, el templo que allí hay, dado que el convento ya no existe, nos dice de que, si mal no recuerdo, construido en 1535, se coloca dentro de los más añejos de Nueva España, por lo tanto, los elementos del plateresco que notamos en su portada, son magníficos.

   Una pintura llamó mi atención grandemente, se trata de una Guadalupe custodiada por los cuatro fundadores de las principales órdenes religiosas llegadas a México, vale la pena admirarla con detenimiento, así mismo la columna que hay, solitaria en el atrio, (foto anterior) que es lo único que queda de un antiguo palacio ¿o templo?, considerando que no muy lejos de allí se levanta el más grande vestigio de todo el periodo precortesiano: Teotihuacán, podemos bien imaginar su procedencia o sus antecedentes. Y ni que decir de la pila bautismal con incrustración de talavera.

   Hay algo más que debemos observar con atención, su capilla abierta, la cual es distinta a todas las que hemos podido ver en este andar por México. Su forma es la misma, un arco hundido, en el que hay, o hubo un altar en el que se oficiaba, pero aquí el habitual portal de peregrinos se integra a la capilla abierta, creando un espacio totalmente distinto a todas las demás.

   Si organizas bien tu visita a Otumba, tendrás mucho que ver, en el centro, frente a la plaza, hay un museo, con una extraordinaria tienda al modo del siglo XIX, no lejos de allí hay otro convento, dicen que de dimensiones reducidas, no lo conocí, y, lo mejor, en las cercanías está un pueblo en el que, una vez estando allí, puedes llegar caminando hasta el majestuoso Acueducto de Tembleque, y ni que decir de la cantidad de pueblos que hay a la redonda, en cada uno de ellos hay algo que ver y si coincides con la fiesta patronal aquello será de lo más interesante.










(A esta pintura me refiero.)