viernes, 31 de agosto de 2018

Notas sobre la Consolidación de Vales Reales de 1804

   Ya una vez había compartido una breve nota en la que la doctora Van Wobeser da una explicación sobre la Consolidación de los Vales Reales; ahora retomamos el tema pero en voz (más bien letras) de otra doctora, Doris M. Ladd que en su libro sobre la nobleza mexicana desarrolla cabalmente y es de ahí que extraigo estas páginas que nos hacen entender mejor aun el tema de la Consolidación:

    España intentaba que la consolidación únicamente amortizara la deuda nacional. No la creó con el único fin de “espulgar a los colonizadores”. A fin de financiar las guerras extranjeras los borbones habían creado nueve juegos de bonos de gobierno llamados Vales Reales, cuyos intereses se acumulaban a razón de 0.25% al año. En nueva España, tanto los nobles como las corporaciones habían respondido generosamente a la petición de que s compraran dichos bonos y se había recolectado una gran cantidad de vales. Sin embargo, cuando los nobles intentaron aplicarlos para pagar sus impuestos, la corona se rehusó categóricamente y les exigió dinero en efectivo.

  El decreto de consolidación fue promulgado en España en 1798. Indicaba a la Iglesia española que vendiera la propiedad que poseía y diera los fondos como un préstamo a la corona. Esta prometía, en cambio, un interés anual de 3% asegurado por un gravamen sobre todas las entradas reales y la aplicación de los fondos para amortizar dichos vales reales. España había formulado cuatro hipótesis básicas: 1.- los fondos píos consistían en tierras; 2.- los ansiosos rancheros podían adquirir estas tierras; 3.- la actividad económica estaba financiada por la iniciativa privada laica; y 4.- únicamente un pequeño porcentaje de fondos píos consistía en censos y depósitos.

 Ninguna de las hipótesis españolas eran reales para Nueva España. Cuando se proclamó la consolidación, en diciembre de 1804, en efecto había apelado a cada hipoteca en México. Los fondos píos y las capellanías no consistían en tierras, sino en cantidades de capital invertido en ellas. Para convertir estos gravámenes en cantidades que la tesorería podía expropiar, la composición tenía que ser negociada en cada diócesis. Pero el peso del pago no recaía únicamente en los administradores eclesiásticos sino también en los propietarios; el defensor tenía que proveer a los testigos, las copias legalizadas de los títulos y una gran cantidad de duplicados de papeles legales. Abad y Queipo estimaba que costaría a los particulares un millón de pesos completar el papeleo necesario para cumplir con la ley.

  Los nobles fueron duramente afectados. Participaban en los complejos créditos de la iglesia de tres maneras: como benefactores-fundadores de fondos píos y capellanías, como firmantes y como deudores. Además, casi todos ellos tenían propiedades dispersas a lo largo y ancho del virreinato, lo que significaba que ellos y sus representantes tenían que aparecer varias veces en distintas cortes de provincia. Las fortunas y los futuros de los hombres más ricos y poderosos se veían repentinamente amenazados con el desastre. Lo que antes debían den forma de documento ahora lo debían en efectivo.

  Los números muestran la cantidad de propiedades que fueron afectadas por la consolidación. Domínguez –por el gremio de mineros- estimaba que eran 50 millones de pesos; la mitad bajo la forma de censos, la otra mitad en propiedades. En obispo de Michoacán declaraba que el total eran 44.5 millones de pesos, o dos tercios de todo el capital de la Nueva España. Únicamente en la ciudad de México, la iglesia administraba unos 7 millones de pesos en fondos píos. En Aguascalientes, las mayores propiedades estaban hipotecadas por estos fondos. Por lo menos dos tercios de toda la propiedad urbana en la ciudad de México estaba hipotecada a conventos y monasterios. Abad y Queipo estimaba que entre 10 mil y 12 mil haciendas y ranchos del virreinato pertenecían a particulares. De estos, la mitad podría conservar su tierra, pero tendrían que liquidar muchos de los privilegios y cortar sus fondos operables a fin de poder cumplir con sus obligaciones. La otra mitad, es decir, unos cinco o seis mil hacendados y rancheros tendrían que vender sus tierras.

  La cantidad exacta que lo que debían las particulares tan solo puede conjeturarse en tanto que estudios más concienzudos aporten mayores datos. Según parece, entre los nobles, el marqués de aguayo era el que estaba más seriamente comprometido, pues se le hicieron cargos por 460 mil pesos. De los comerciantes, el más afectado que Gabriel de Yermo, quien se vio forzado a renunciar como abastecedor de la ciudad de México porque le debía a la consolidación unos 180 mil pesos.


Fuente:

Ladd, Doris. La nobleza mexicana en la época de la Independencia, 1780-1826. FCE. México, 1984. pp. 142-145

jueves, 30 de agosto de 2018

miércoles, 29 de agosto de 2018

De las propiedades de los De la Cruz Saravia en Villagrán

   Quienes conozcan el libro de Ariane Baroni Boissinas, La formación de la estructura agraria en el Bajío colonial, CIESAS, México, 1990; les serán familiares los nombres Juan, Diego, Manuel y Francisco de la Cruz Saravia. Lo que ella descubre en los archivos históricos es la relación de propiedades que esta familia tenía en el último cuarto del siglo XVII. De lo que ella publica lo retoma John Tutino en su Creando un nuevo mundo: Los orígenes del capitalismo en el Bajío. FCE. México, 2016. También lo relaciona la señora Paula Ramírez Gasca, pero ella no da la fuente, sin embargo es más que claro que consultó la obra de Baroni.

   También don Isauro Rionda Arreguín abordó, aunque ligeramente y enfocando su estudio a los jesuitas, cuando hace mención del Colegio que la Sociedad (SJ) o padres de La Compañía establecido en Celaya, toca el tema de los De la Cruz Saravia, ya que ellos fueron los mecenas para fundar el mencionado colegio y les son otorgadas, entre otra, tres de las haciendas que la familia tenía en el actual municipio de Valle de Santiago. El referido libro se llama La Compañía de Jesús en la Provincia Guanajuatense 1590-17677. Universidad de Guanajuato, 1996.

  Ni recuerdo queda de la acaudalada familia, a pesar de que llegaron a ser los más acaudalados del Bajío en el siglo XVII, la única huella que sobrevive es una comunidad rural llamada justamente Saravia, antes se le conoció como El Molino de Saravia, allí, entre otros tantos personajes, comió el emperador Maximiliano el 25 de agosto de 1864, allí ocurrió, en tiempos de la expulsión de los jesuitas (1769) un curioso experimento de Jean Baptiste La Chape, equiparable a aquel célebre episodio de Benjamín Franklin y la llave amarrada al cordel de su cometa. Allí estuvieron acantonados los Liberales cuando dio inicio la Guerra de la Reforma, luego estarían Villistas, Carrancistas, Obregonistas, en tiempos de la Revolución.

   Con todo este montón de cosas te darás cuenta de la importancia histórica del lugar. Y hay algo más, que, aunado a aquello que recién vimos del herido de molino que pertenecía a la misma familia De la Cruz Saravia, vemos todos estos vestigios del manejo de agua que se desarrolló con maestría en del siglo XVII al XIX y primera mitad del XX, pues por esas meras tierras que fueron de la dicha familia, pasa el Canal de Coria, una especie de "joya de la corona" de la hidráulica mexicana.

   Este es el Canal de Coria, lo que vemos es la ventosa o alcantarilla que hace caer el caudal del canal a un túnel que pasa por debajo del río La Laja.

  ...y, al fondo, en el horizonte, dominando todo el Bajío, el soberbio Culiacán, "cono pefrecto", según lo definió Humboldt.



 Y otra joya que, al estar un poco escondida, no es del todo visible, menos aun, visitada, es el punte que la acaudalada familia en algún momento del XVIII construyó sobre el arroyo Hondo y que bien vale la pena estudiar pues, sigue entero, de pie y funcionando, a pesar de los varios siglos que carga entre sus pierdas.


Para leer más sobre la familia De la Cruz Saravia, entra aquí.
Para leer más sobre Le Chappé, aquí.
Para conocer la ex hacienda Molino de Saravia, entra aquí.


martes, 28 de agosto de 2018

Uno de los "heridos de molino" que sobreviven en el río La Laja, Villagrán, Guanajuato

   Para bien (o para mal) contamos en México con una cantidad tan grande de vestigios históricos que, normalmente, pasan desapercibidos y, cuando los notamos, están ya dañados y comienza el rosario de preguntas que incluyen quejas y lamentos de por qué no se hace nada. La respuesta es una, fácil, sencilla y difícil de aceptar: no hay recursos económicos suficientes para rescatar toda esa enorme riqueza material que heredamos, sea en las cosas prehispánicas (arqueología) que en las novohispanas.

   Este vestigio que apenas "descubrí", ha estado ahí desde hace unos 350 años, más o menos. Se trata de un herido de agua, término de las antiguas referencias que en el lenguaje casi medieval nos llegó a México dentro del enorme "paquete" cultural que se unió y mimetizó al conocimiento ancestral de los antiguos mexicanos. Ene este caso nos referimos al manejo del agua.

 "Herido de molino" (desvío del afluente de un río para mover maquinaria de un molino de granos). "... los españoles también medían de acuerdo con la actividad desempeñada, así un "herido de molino" era el agua necesaria para hacer funcionar la rueda hidráulica..." (1). Y si herido era un término para el manejo del agua, que nos parece curioso, veamos los otros que había, igual de curiosos:

  Así, pues, este vestigio que, como te comentaba, apenas "descubrí", a pesar de que por ahí he pasado en varias ocasiones, reafirma aquello de que tenemos las cosas frente a nosotros y no las vemos. 

   Se localiza sobre el río La Laja, en Villagrán, Guanajuato, casi en el límite con el municipio de Cortazar. Esta era una propiedad de la acaudalada familia De la Cruz Sarabia, que tuvieron enormes propiedades, podría decir que eran, en el siglo XVII, los propietarios de las tierras que conforman ambos municipios y justo este "herido" cae en lo que fue la hacienda preferida de uno de los Cruz Sarabia, don Manuel, se llamaba "Sotelillos".

   La zona donde se ubica es de contaminación extrema, como lo podemos apreciar en las imágenes, esto debido a la cantidad de tóxicos que el río va recibiendo en las descargas industriales de Comonfort, y Celaya. A esto aunamos que en la ribera sur hay varias ladrilleras.

  Independientemente del rescate de este vestigio hidráulico de gran valía, tenemos pendiente el rescate de la historia de la familia De la Cruz Sarabia, que fueron de suma importancia en toda la región central del estado de Guanajuato.




Fuente:

Florescano, Enrique. Coord. Mestizajes tecnológicos y cambios culturales en México. CIESAS. México, 2004. p.103

lunes, 27 de agosto de 2018

Proyecto para la capilla de la Inquisición en la ciudad de México

  En la serie que desarrollé sobre los templos, capillas, ermitas y oratorios que fueron construidos en tiempos virreinales en la ciudad de México y su periferia, hubo una que anoté como "sin datos", es la No. 551 de mi conteo y está en el enlace No. 46 de la serie (lo puedes ver aquí). Ayer que buscaba unos datos, dí con una de las publicaciones del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, publicado en 1945 en donde el maestro De la Maza hace mención de un documento que encontró en el que se proyectaba la construcción de la mencionada capilla.

  “Se quiso además fabricar la capilla particular del tribunal, por proposición de la cofradía de San Pedro Arbués, inquisidor mayor de Barcelona y "mártir" del Santo Oficio. El 3 de julio de 1659 los cofrades dirigieron a los inquisidores un memorial para que lo firmasen y enviasen al virrey duque de Alburquerque, en el que se decía que "los tribunales del Sancto Officio, tomó las Reales Chancillerías y Audiencias, han tenido siempre y tienen capillas a donde los Jueces y Ministros oien por comunidad misa antes de entrar en audiencias y los tribunales del Sancto Officio han tenido siempre y tienen mayores edificios de capillas porque en ellas deben también celebrar algunos autos particulares de fé y assi es general, o casi tal, tener capillas mui grandes con puertas a las calles. Y a determinado la Cofradía del Señor San Pedro Mártir dedicar capilla desente al santo a costa de la Cofradía; en el sitio en que era la sala del tribunal antiguo que corre desde la esquina principal a lo largo por la calle de la cárcel perpetua, quedando la puerta de dicha capilla en la principal que aí tienen las casa de esta Sancta Inquisición.”

  Puedes leer el artículo completo en este enlace.

Fuente:

De la Maza, Francisco. Proyecto para la capilla de la Inquisición. Anales. Vol. III, No. 12. IIE-UNAM. México, 1945. p. 20


domingo, 26 de agosto de 2018

La aparición de San Miguel Arcángel: San Miguel del Milagro, Tlaxcala.

  Hay una historia que nos cuenta sobre los tlaloques, esos seres que acompañaban a Tláloc, la deidad de la lluvia entre los antiguos mexicanos y la asociación de ideas con la frase "llover a cantarazos", otra más nos da la idea del arcángel San Miguel asociada con los cerros, si juntamos un concepto con en otro, entendemos que San Miguel, celebrado el 29 de septiembre, en plena temporada de lluvias, y Tláloc, que se pensaba moraba en los cerros forman un sincretismo que se manifiesta con claridad en una población de Tlaxcala, próxima a Cacaxtla en donde -se dice- ocurrió una milagrosa aparición: 

 En el lugar de San Bernabé, Colonia del Curato de Santa María Nativitas, haciendo en una procesión un indio… que se llamaba Diego Lázaro de San Francisco, se le apareció el Soberano Arcángel San Miguel... dice en su narración el Padre Florencia, S. J. Esta aparición ocurrió el año de 1631, dando origen a un santuario llamado de San Miguel del Milagro en el hoy Estado de Tlaxcala.

  El Lic. don Pedro Salmerón fue el primero en registrar la noticia del prodigio, así como el culto que suscitó y los primeros intentos de construir el santuario, en un relato de la aparición cuya copia existe en el Archivo General de la Nación, entre los papeles de don Lorenzo Boturini. Más tarde, el Padre Nieremberg comentó de nuevo el milagro y, finalmente, hacia 1692 se imprimió en Sevilla la "Narración de la Maravillosa aparición que hizo el Arcángel San Miguel", escrita por el Padre Florencia S. J. por orden del Illmo. señor Fenández de Santa Cruz, y que es el mejor de los tres relatos sobre la tradición y santuario de San Miguel del Milagro. Posteriormente han tratado el mismo asunto diversos autores, como lo hace don Genaro García en su biografía de don Juan de Patafox y. por último, en el número 51 de la revista "Hoy", en febrero de 1938, Eduardo Enrique Ríos publicó, sobre dicho tema, un artículo acompañarlo de varias fotografías del santuario.

  Todos los cronistas refieren, con mayor o menor amplitud, cómo el año de 1631 se apareció el Arcángel San Miguel al indio Diego Lázaro, revelándole que en un sitio próximo, en el fondo de una quebrada del cerro, se encontraba una fuente de agua santa o milagrosa que tenía virtud de sanar a los enfermos. Diego I.ázaro hizo tal revelación del conocimiento de las autoridades civiles y eclesiásticas y, tras de algunos tropiezos y contrariedades, el Illmo. señor don Gutierre Bernardo de Quirós, entonces obispo de Puebla, ordenó se iniciaran las averiguaciones correspondientes.

  La primera fue diligenciada por don Alonso Herrera, Canónigo de Puebla, el mismo año de la aparición. Después, el Illmo. señor don Juan de Palafox y Mendoza se interesó mucho por el prodigio ocurrido en su Diócesis y ordenó una segunda información el año de 1643, con mayor cuidado y detenimiento que la anterior y abundantes declaraciones y testigos de todas calidades. Una tercera información fue encargada por el Cabildo Sede Vacante, hacia 1675, presidida por el Juez Vicario del Obispado y dos Canónigos del mismo y llevada a efecto por el doctor don José Salazar Varona, quien era entonces Racionero de la Catedral de Puebla.

  Desde los primeros días que sucedieron al milagro, la fuente descubierta fue muy visitada y se empezó a rendir culto allí a San Miguel, mas no fue posible construir desde luego templo alguno, tanto porque lo quebrado del terreno aumentaba mucho el costo de cualquier construcción, como porque aun sin tales dificultades, los pobres recursos de los vecinos no alcanzaban para obras de tanta importancia. Por ello, en un principio, no pudo hacerse más que poner una imagen de San Miguel "en un hueco hecho a mano en la misma quebrada"; poco después se hizo en 10 alto de la barranca una pequeña ermita con techumbre de paja y más tarde esa ermita se reconstruyó con mayor solidez, poniéndole su techo de vigas y terrado, pero ya no en lo alto sino en el fondo de la propia barranca, en el mismo lugar del manantial.

  Por entonces tampoco el pozo del agua santa había sido arreglado y se –encontraba casi en su estado primitivo, sólo que cada vez aumentaba su diámetro por la tierra que constantemente le extraían y la cual, junto con la propia agua, era aplicada a los enfermos, Cuando la ermita se reconstruyó abajo del cerro, quedó la fuente dentro de ella "arrimada al altar del Santo -dice Salmerón-, cubierta con una como puerta levadiza, de suerte que el sacerdote que celebraba estaba sobre la fuente..."

  El IlImo. señor don Gntierre Bernardo de Quirós había muerto desde 1638 y, para substituirlo, fue designado don Juan de Palafox y Mendoza, quien, a pesar de que llegó a México en 1640, no pudo hacerse cargo de su Diócesis sino tres años más tarde cuando dejó sus puestos de Virrey y Arzobispo de México.

  En ese año de 1643 visitó el señor Palafox la ermita de San Miguel y allí dijo misa. Para esclarecer debidamente lo que la tradición del lugar refería, ordenó hacer otra información, como antes dije, y luego, tomando gran afición por la ermita y por la devoción que el milagro le inspiraba, dispuso la construcción de un templo y el arreglo del lugar, cual convenía a sitio tan favorecido y visitado.

  Parece que en el primer proyecto del templo el pozo quedaba dentro de la iglesia, como ya lo estaba en la segunda ermita, pero ese proyecto fue rechazado y se determinó, con mejor sentido, que el pozo quedara fuera y al frente del nuevo templo.

  Nada despreciables deben de haber sido los gastos que la nueva construcción ocasionó, pues para realizarla fueron menester obras extraordinarias como rebajar el cerro y terraplenar parte de la barranca; para todo ayudó Palafox ampliamente, ya con dinero de su peculio particular en muy buena parte, y luego con los donativos de algunos eclesiásticos y el producto de la colecta pública que se hizo con autorización del señor don Juan de Mañozca, Arzobispo de México, y del Virrey Conde de Salvatierra. Cuando el templo quedó concluido, el Illmo. señor Palafox lo consagró, celebrando la primera misa que allí se dijo.

  Desde un principio la afluencia de peregrinos hizo sentir la necesidad de una hospedería o sitio en que encontrasen abrigo los visitantes y especialmente los enfermos que en gran número acudían. En los primeros años, cuando la ermita estaba en el cerro, los devotos se guarecían en unas cuevas que hicieron en las paredes de la barranca; esas oquedades en el tepetate del cerro eran alojamiento demasiado primitivo e insuficiente y, por ello, cuando se construyó la iglesia, se hicieron también algunas casas de adobe.

  Según el relato del Padre Florencia, la construcción de la hospedería corresponde al celo y esfuerzo del Illmo. doctor don Manuel Fernández de Santa Cruz, quien se hizo cargo del Obispado de Puebla en 1687: sin embargo, Florencia reconoce que otras construcciones importantes se hicieron antes del gobierno del señor Santa Cruz y así cuenta que, durante el episcopado del señor don Diego Osorio de Escobar, se construyó "la escalera de piedra de cantería que baja al patio de la Iglesia", gracias a la munificencia del general don Diego Orejón, prominente vecino de la ciudad de Puebla.

  En realidad, bien puede afirmarse que la narración del Padre Florencia, S.J., trata un poco superficialmente la obra del señor Palafox en San Miguel del Milagro y, al mismo tiempo, tiende a resaltar lo que hizo el Obispo Santa Cruz, a quien el autor dedica encomiásticamente su libro; así, Florencia no dice que Palafox tuviera en San Miguel un lugar de retiro a donde iba con frecuencia en busca de aislamiento y paz espiritual; siendo así que la preferencia demostrada por Palafox al agreste y devoto sitio de la aparición fue y es bien conocida. Don Genaro García habló de ella diciendo: "Objeto especial de la piedad religiosa de Palafox fue una humilde ermita dedicada al Arcángel San Miguel en el pueblo de San Bernabé, de la jurisdicción de Santa María Nativitas". Aún se conserva la tradición viva y allí se encuentra una mediana pieza que, hasta hoy, es llamada "el cuarto del Venerable", donde guardan como reliquias diversos objetos que fueron del señor Obispo Palafox.

  El silencio que sobre esto guarda Florencia parece intencionado y sugiere la sospecha de que tal vez se debió al resentimiento que la Compañía de Jesús conservó, durante mucho tiempo, en contra del santo Obispo que tan enérgicamente luchó para reducir a orden y autoridad a los ensoberbecidos jesuitas de Puebla en el siglo XVII.

  Finalmente, y para completar este breve resumen histórico, es preciso mencionar la construcción del aljibe y su correspondiente pila. Muy penosa y molesta resultaba la carencia de agua para uso corriente que se padecía en la hospedería y en las casas que se hicieron a un lado de la iglesia, en el fondo de la cañada, pues no había allí más agua que la del pozo milagroso, la que, naturalmente, no estaba para ser utilizada en los diversos menesteres de la vida diaria. Para remediar este grave inconveniente se construyó un aljibe que recibía el agua de lluvia escurrida de las vertientes próximas; pero, estando este depósito muy arriba del cerro, se adicionó de "un conducto subterráneo con su llave" que terminaba en una pila de piedra labrada, que al decir de Florencia tuvo un costo de mil pesos, y que fue regalada por el señor don Miguel Raboso de la Piaza, de quien no he podido tener más datos que el haber sido Alguacil Mayor de Puebla y haber fallecido el año de 1680 en esa ciudad.

  En la actualidad el santuario de San Miguel del Milagro, que sigue siendo visitado por gran número de peregrinos, comprende distintas construcciones de varias épocas y de muy diverso valor artístico.

Fuente:

Rojas Garcidueñas, José. Anales. IIE-UNAM, México, 1939