Sé que aun se pueden conseguir tarjetas de felicitación, en papelerías, tiendas de regalos y supermercados, pero, a las que me refiero como ya desaparecidas son a las tarjetas de Navidad que antes, cosa de 30 o 40 años, se mandaban imprimir con la frase que uno elegía, en donde aparecía, también impreso, nuestro nombre. No era la tarjeta genérica que solo firmábamos, era una personalizada. Se seleccionaba de un enorme catálogo que iba de las muy sencillas, y más económicas, impresas en una sola tinta, hasta las más elaboradas y garigoleadas con dorados y brillos por todos lados.
Seguramente recordarás, si eres de mi generación, que desde noviembre debías hacer tu pedido de tarjetas, las imprimían de 25 en 25 y los domingos se tenían que ahorrar para tener lo suficiente para darse el lujo de mandarlas imprimir. La inversión crecía pues, aunque fueran enviadas al vecino de la casa de enfrente o al del lado, serían enviadas por correo.
Era muy agradable recibir al cartero cada tarde, cuando llegaba con un montón de sobres los días previos a la Navidad. Eran tarjetas de felicitación que los amigos enviaban. Las frases iban desde las más llanas y simples de Feliz Navidad y Próspero año nuevo, hasta románticas frases como la que vemos a continuación:
Vino luego una especie de modernidad en donde las imagenes representadas iban más allá de paisajes nevados, venados, el ángel conduciendo a José y María y se volvieron más casuales, más divertidas para la época... vendría luego unas atrevidas en donde dotadas Santa Closas aparecían mostrando sus redondeces...
Creo que fueron los años sesenta y setenta del pasado siglo XX cuando proliferó la costumbre de enviar tarjetas navideñas. Ya en los noventa ese tipo de envíos bajó drásticamente. La Navidad en su esencia original había cambiado, era ahora solo un periodo vacacional más que incluía un par de opíparas cenas.
Ya entrado el siglo XXI y la implementación del correo electrónico hubo quien hizo el intento de revivir la tradición ahora de forma virtual, pero no prosperó. Como experiencia personal recuerdo que hace dos años recibí una sola tarjeta, virtual, por cierto y fue la última. En papel debió haber sido hace algo así como... 20 años.
De estas que te muestro ahora, son la que sobrevivieron y que guardé, junto a un montón de cartas, que ahora que las releo me doy cuenta de que tan grande ha sido el cambio que hemos experimentado en las últimas dos décadas y como nos vamos enfilando a una vida más fría, más cuadrada, más rápida y, ni hablar, nos tocó vivir la época de la implementación de los sistemas virtuales de comunicación.
¿Cabrá decir ahora "que viva la modernidad"?
Así fué.
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