Hoy, así lo marca la ley en México, vence el plazo para que sea pagado el aguinaldo. En la actualidad entendemos por aguinaldo el pago adicional a nuestro trabajo, es la retribución enconómica que se recibe a final del año, equivalente al salario que tenemos estipulado en una quincena. Pero el aguinaldo fue originalmente otra cosa, algo relacionado, claro está, a la religión. Salario, bien lo sabemos, viene de la tradición romana de pagarle a la gente con sal, así como en México se usó el cacao como moneda, en Roma lo fue la sal. Y es a la tradición romana que nos debemos referir para entender que fue, originalmente el aguinaldo. Para ello debemos usar otra palabra que nos es muy común pero un tanto cuanto desconocido su origen: verbena.
Lo más común es que hoy día cada que oímos algo relacionado a una verbena popular entendemos perfectamente que se trata de una fiesta, también relacionada al asunto religioso. Verbena se define como “velada de regocijo popular que se celebra en la víspera de ciertas festividades” (Wikipedia dixit). La verbena es una flor que crece espontáneamente y en la antigua Roma florecía en el bosque sagrado de Strenia, diosa de la salud. Se dice que fue Tito Tacio en el siglo VII antes de Cristo quien inició esa tradición, la cual se aunó a la existente de intercambiar regalos el 1 de enero. Si la palabra Strenia se te hace conocida, estás en lo correcto, de allí viene estrenar y que mejor cosa que estrenar en esta vida que un nuevo año. Se llegó a implementar como regalo de "estreno" o aguinaldo una rama de verbena que se le ofrendaba al Rey.
El tiempo pasa y la sofisticación llega, no era suficiente, o, tal vez, "políticamente correcto" llevarle de aguinaldo al rey una rama de verbena, sino un regalo que cada vez era más lujoso, la moda se impuso y se asoció no solo a Strenia, sino a los Saturnales, las fiestas en honor a Saturno que se celebraban del 17 al 23 de diciembre. Dentro de lo festivo del pueblo romano, esos aguinaldos, esos ofrecimientos de regalos se hacían además en otras festividades, como la de Minerva, consecuentemente esos regalos tomaban el nombre de Minervales. Fue entonces que Tiberio, en el siglo I antes de Cristo declara que los aguinaldos o regalos solo se harán en la fiesta de Calendas, es decir, el 1 de enero.
Es con esa añeja tradición de ofrecer regalos o aguinaldos en los últimos días del año que llegan los europeos al Nuevo Mundo. Son los frailes agustinos quienes introducen la tradición del aguinaldo a la Nueva España, claro es que con la idea de enfatizar y facilitar la evangelización. Es así como se crean las Misas de Aguinaldo, las cuales se celebraban los nueve días anteriores a la Navidad. Con el fin de atraer a los nativos, luego de los rezos y la misa, venía una fiesta, cosa habitual entre los antiguos pueblos de México, de tener en toda celebración religiosa una fiesta. Es así como, al final de la celebración se le otorgaba a cada asistente un regalo, el cual consistía en frutas y, tal vez algunas golosinas. Las Posadas estaban cobrando carta de naturalización en México.
Las Posadas se fueron arraigando en la tradición Novohispana, era la fiesta popular, era el modo de inyectar la alegría necesaria y mantener la expectación del nacimiento de Jesús. Se le agregaría luego la parte artística, transformando al severo y rígido auto de fe, en una auténtica fiesta, las Pastorelas tomarían también carta de naturalización en México. Lo que vemos en la foto es un aguinaldo que en la primera posada, la del 16 de diciembre de 2011, se ofreció. La tradición se mantiene.
Si bien las Posadas ya no tienen la candidez que a muchos de mi generación nos tocó vivir con la vela, las luces de bengala, el oloroso ponche, los buñuelos, los cantos y la quebrada de piñata; algunos templos la siguen manteniendo viva, en medida de lo posible; otra de las tradiciones que ante nuestros ojos que prefieren ver el televisor, hemos ido perdiendo poco a poco...
Aquellos espléndidos aguinaldos con colaciones, barrilitos, dulces de anís y galletas de animalitos, además de naranjas, limas, cacahuates, cañas, mandarinas y tejocotes van desapareciendo para integrarnos a una idea global que ni nos da nada pero sí nos está quitando mucho, algo que se llama identidad.
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