El estado de Hidalgo se divide en 84 municipios, algunos de ellos pasan totalmente desapersividos en la geografía turística nacional, sin embargo, ahora que tuve la oportunidad de adentrarme apenas un poco a pueblos más allá de Tula y Tepeji, encontré sitios que son verdaderos remansos de paz, tranquilidad, y que conservan en su pausado ritmo, una buena riqueza arquitectónica y, claro es, histórica.
Este municipio se llama Cardonal, su cabecera lleva el mismo nombre. Me atrevería a decir que allí existió una, o varias, haciendas y que ahora eso es lo que conforma la parte centro de la población. Para llegar allí es muy fácil pues desde las terminales de microbuses que hay cercanas al mercado de Ixmiquilpan, salen estos servicios colectivos que nos llevan a Cardonal.
Como buen pueblo con tradiciones, aquí cada año se recibe -tengo entendido- al Señor de Mapethé, cuando hace su "bajada", la visita se extiende por algunos días y luego se hará la "subida" que es cuando el Cristo conocido como Señor de Mapethé regresa a su Santuario.
El pueblo es pequeño, sus servicios se limitan a lo básico, al caminar por allí vamos viendo una vida muy reposada y un paso lento del tiempo, lo cual, es extraordinario experimentar, especialmente ahora que vivimos tan agitados en nuestros centros urbanos.
Hubo una preocupación en Cardonal, la de proteger su cruz atrial, razón por la cual se le construyó esta especie de capilla para que los elementos no la destruyan.
Al entrar al templo principal, lo primero que encontramos es el muy tradicional Santo Entierro, pero, en este caso el Santo Cristo fue ya intervenido atinadamente por los restauradores del INAH. Da gusto ver que hay lugares en donde existe la preocupación por mantener estos patrimonios incalculables de arte religioso, la manufactura de este Cristo data del siglo XVIII.
El templo está excepcionalmente limpio y bien cuidado.
Allí se venera una -supongo- replica del Señor de Mapethé, lo vemos con la inigualable cuelga que suelen colocarle en el estado de Hidalgo a las imágenes religiosas. Y, por cierto, ¿a ti te tocó aun que te dieran tu cuelga el día de tu santo? a mí sí.
Vemos una parte, la cercana al altar mayor que conserva los pisos originales, con un buen trabajo en palo de mezquite.
Y aquí, como en tantos pueblos de México, hubo un padre que fue muy querido, muy respetado y que trajo buenas cosas al lugar, razón por la cual su desaparición fue sentida: el padre alemán Pablo Feldmann Sobbe (1930-1998)
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