domingo, 22 de octubre de 2017

Un catálogo de firmas del siglo XVIII (1724)

   Algo tan común y tan corriente que, para quienes nacimos en la década de los años cincuenta del sigo XX era el escribir, es algo que está pasando (poco a poco) a la historia. Por escribir me refiero al arte de practicar la caligrafía, de hacerlo "derechito" sin renglones y con una pluma de tipo "puntilla" o "fuente"; de hacerlo de forma manuscrita y evitando (al máximo) las correcciones y las consabidas faltas de ortografía.

   El paleografiar no se nos complica a nosotros, los de la mencionada generación, pues la novedad nos fue la implementación de la "letra de molde" que por ahí de 1967 comenzó a generalizarse en todas las escuelas primarias del país. Podemos concluir que a los de mi generación, y los de antes, el leer documentos antiguos no se nos complica del todo (claro que las abreviaturas y las palabras "de época" hay que saberlas), cosa que a las nuevas generaciones, de los ochenta en adelante, se les complica un poco por ser dos estilos totalmente diferentes.

   Es así que, esta vez lo que comparto, andando en el estudio de documentos de 1724, son las peculiares caligrafías que había entre la gente común, no aquellos bachilleres que fueron a escuelas a aprender el arte de escribir y disertar, sino la gente común que por fortuna aprendió la escritura. Y lo vemos a través de sus firmas.













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