Siendo este 2017 el quinto año del sexenio y estando en la segunda mitad del mes de Noviembre, la tradición marca que en Los Pinos, es decir, el actual presidente de la República, asignará al que será el candidato del Revolucionario Institucional para las próximas elecciones de 2018. Varios nombres se han barajado, que si Videgaray, que si De la Madrid, que si Chong, que si Meade, que si Narro. Los medios han hecho mención de que se revivió la tradición del Tapado, y comentan que fue en 1957 cuando se hizo el primer "destape" y se inicia la idea de este personaje misterioso. La cosa tiene mayor antigüedad y se puede datar en el último cuarto del siglo XVII con la Real Audiencia de la Nueva España... veamos:
El mes de mayo de 1683 fue de una gran agitación en México. La capital de la colonia, de ordinario tan tranquila y pacífica, había cambiado repentinamente de situación, y á la monótona quietud de otros días había sucedido una especie de movimiento febril, una animación extraordinaria y una conmoción verdadera en todas las clases de la sociedad. Era que los piratas habían desembarcado en la nueva Veracruz, y los piratas eran enemigos terribles para las colonias españolas. Casi á mediados del siglo XVII se turbó repentinamente la tranquila posesión que tenían los españoles en las islas del mar de las Antillas y en las costas de la tierra firme; el comercio se interrumpió, y las flotas que de la América salían para Europa, cargadas de tesoros ó ricas mercancías, necesitaban ir custodiadas por navíos de guerra, so pena de caer en manos de los piratas, y aun esta prevención fue inútil algunas veces, porque los piratas atacaron y vencieron á los almirantes españoles, como habían vencido á los gobernadores de las ciudades y de las fortalezas. […]
Por esto se conmovió la población de México cuando el viernes 21 de mayo de 1683, á las tres de la tarde, se publicó un bando en el que prevenía el Virrey que en el término de dos horas se presentaran á tomar las armas todos los hombres que tuvieran desde quince hasta, sesenta años de edad. El Virrey y la Audiencia desplegaron entonces tanta energía y actividad, que al día siguiente, es decir, el sábado 22, estaban ya formadas las compañías de infantería y caballería, y salían para Veracruz con gente armada los oidores D. Frutos Delgado y D. Martín de Solís.
Sin embargo, en medio de la terrible alarma que produjeron en la ciudad estas nuevas, corría una noticia entre el pueblo, que no dejaba de ser de grande interés, sobre todo para el Virrey y para la Audiencia. Esta noticia era que poco antes de la llegada de los piratas á Veracruz, había desembarcado allí Don Antonio de Benavides, Marqués de San Vicente, Mariscal de campo, castellano de Acapulco, etc., nombrado visitador del reino por Su Majestad. El Marqués de San Vicente se puso en marcha inmediatamente para México, y como en los pueblos de su tránsito eran conocidos sus títulos y su investidura de visitador, á porfía y en todas partes se le asistía y obsequiaba espléndidamente. La colonia, á pesar de su aparente sumisión y fidelidad, aborrecía á sus opresores, y siempre los criollos, como llamaban los españoles á los mexicanos, veían con una especie de placer la aparición de un visitador que venía á residenciar á los señores que en nombre del rey mandaban en la Nueva España. Los oidores y los virreyes recibían por su parte la noticia de la llegada de un visitador como el anuncio de una calamidad, y mal disimulaban en los festejos de su recepción la ira y el despecho que ardía en sus corazones.
Había ya batallones de españoles, de criollos, de negros y de mulatos; los soldados se habían filiado por castas como se acostumbraba en aquella época, y se habían nombrado capitanes. […] Casi al mismo tiempo que se supo en México la retirada de los piratas, se esparció la noticia de que por orden de la Audiencia había sido preso en Puebla el visitador D. Antonio de Benavides. ¿Qué causas habían movido á la Audiencia para dar este paso? todo el mundo lo ignoraba y á todos causaba esto un verdadero asombro. La prisión de un visitador era en aquellos tiempos un atentado grande, mi hecho tan escandaloso y de tan grave trascendencia, que se consideraba como ahora entre nosotros puede considerarse un golpe de Estado.
Tanto se había hablado de Benavides, tan misteriosa había sido su conducta, y tan impenetrables la misión que traía y la causa de su prisión, que la gente comenzó á llamarle el Tapado, y este sobrenombre se popularizó tanto y con tanta rapidez, que la noche del día 4 de junio multitud de curiosos se dirigían á las calles de Reloj, y entre todos ellos no se oía hablar de otra cosa que del Tapado, que debía de llegar en aquella misma noche. […] á pesar de la claridad de la luna, pudo ver otra cosa que un hombre embozado en una gran capa negra, que caminaba montado en una mula y en medio de un grupo de alguaciles á caballo. Ese hombre era el Tapado.
Don Antonio de Benavides fue encerrado en un calabozo, y el día 10 de junio le tomaron su primera declaración y se le consignó á la sala del crimen para que le juzgase. En vano se procuró obtener de él una contestación que diese alguna luz sobre sus antecedentes, sobre su misión, sobre el objeto que le traía á la Nueva España; los esfuerzos de los oidores se estrellaron contra la fría reserva de aquel extraño y misterioso personaje, á quien no arredraban ni los tormentos ni la muerte, y á quien no ablandaban promesas ni ofrecimientos. Con una serenidad increíble, con una sangre fría que espantaba á sus mismos jueces, Benavides contestaba á las preguntas, ya con una sátira, ya con una sonrisa de desprecio, ya con palabras duras que demostraban que aquel hombre tenía una energía salvaje y una voluntad indomable.
El viernes 11 de junio el Virrey bajó al calabozo de Benavides y se encerró con él. Los pajes de S. E. y los caballeros que le acompañaban quedaron en la puerta esperando el resultado de aquella conversación. La curiosidad de todos aquellos hombres era terrible, y hacíanse allí comentarios á cual más absurdos, y se cruzaban apuestas acerca del éxito que tendría la visita del Virrey al Tapado, y se acaloraban las disputas, y los ánimos se exaltaban fácilmente en la discusión, pero nada de cierto podía decirse. Aquella conversación debía haberle afectado profundamente, porque sin hablar una sola palabra á los que le esperaban, con el entrecejo tenazmente fruncido y con la frente húmeda de sudor, tomó el camino de sus habitaciones, atravesando la cárcel y los corredores de palacio sin contestar á los ceremoniosos saludos que le dirigían los que á su paso le encontraban.
En aquellos tiempos desgraciados la confesión se arrancaba á los acusados por medio del tormento, y como los oidores nada habían podido saber de Benavides, determinaron darle tormento. […] La noticia del suceso llegó á la Audiencia, y los oidores, temerosos de que otra vez fuese más afortunado en su tentativa, determinaron practicar cuanto antes las diligencias del tormento. […] Benavides sufría el tormento con una energía y presencia de ánimo que no se desmentía ni por un solo instante, y nada supieron los oidores de nuevo, y el dolor no arrancó al Tapado la confesión más insignificante. […] Y sin embargo, espantoso debió haber sido el sufrimiento de aquel hombre, porque si la fortaleza de su alma venció al dolor, su cuerpo no pudo resistir tan duro tratamiento: nada confesó; pero al día siguiente todo México sabía que iban á sacramentar al Tapado que estaba moribundo á consecuencia del martirio que le habían hecho sufrir los señores de la Sala del Crimen.
La historia del Tapado ofrece á cada momento incidentes que sólo sirven para aumentar más y más el misterio que envuelve siempre á este célebre personaje, y que nos inducen á formar mil conjeturas. […] Un año se pasó, y en México se olvidaron casi de Benavides, que restablecido de su peligrosa enfermedad seguía siendo juzgado por la Audiencia. Pero el lunes 10 de julio de 1684 se supo que el Tapado había sido condenado á muerte, y que había sido puesto ya en capilla, y como la ejecución de justicia era en aquellos tiempos un espectáculo público muy concurrido, todos comenzaron á disponerse para asistir á ésta que, según las leyes y la práctica, debía verificarse tres días después, es decir, el miércoles 14.
En efecto así aconteció; Benavides pasó en la capilla esos tres días de agonía, que son el más terrible de los castigos, y durante ellos hizo llamar á Castillo, "el secretario del Virrey, para hacerle una revelación: ¿qué le dijo? jamás se supo. Amaneció por fin el día 14; la Plaza de Armas y las calles cercanas se llenaron de curiosos, las gentes coronaron las azoteas, y el sol puro y brillante en medio de un cielo limpio y sereno, alumbró con sus ardientes rayos una muchedumbre ansiosa de contemplar el suplicio de un hombre que ningún mal le había hecho y á quien solo de nombre conocía. […] Así llegaron hasta la horca que estaba en el centro de la plaza. Benavides fué bajado de la muía, el verdugo pasó el dogal alrededor de su cuello, los sacerdotes redoblaron sus fervorosas oraciones. —¡Jesús te acompañe!—murmuró la multitud, y D. Antonio de Benavides, marqués de San Vicente, visitador, mariscal de campo y castellano de Acapulco, no era ya más que un cadáver que se mecía en la horca.
En estos momentos, cuando en la plaza resonaban los martillazos del verdugo que en clavaba en la horca la mano, el sol que había ido palideciendo se eclipsó totalmente, la muchedumbre, impresionada con el espectáculo, sintió un terror supersticioso al ver que el sol se obscurecía, y huyó despavorida en todas direcciones. Un momento después la gran plaza estaba desierta. El más impenetrable misterio vela toda esta historia. ¿Quién era el Tapado? ¿A qué vino a México? ¿Qué habló con el virrey? Nadie lo supo. Quizá algún día el casual encuentro de algún ignorado expediente, en México ó en España, arroje la luz sobre este, hasta hoy, sombrío episodio de nuestra historia colonial.
Vicente Riva Palacio.
Esta historia del Tapado la conozco de Riva Palacio, no recuerdo bien si fue en el Libro Rojo o en el México a través de los siglos en donde la vi hace algún tiempo, ahora veo que hay otra historia más sobre el personaje por parte de Núñez y Domínguez. Aclaro que esto que transcribí fue en forma resumida, si te interesa leer el texto completo, entra aquí.
Fuente:
Riva Palacio, Vicente. El libro rojo. Tomo I. A. Pola Editor. México, 1905. pp 410-427
buena informacion
ResponderEliminarQué interesante blog.
ResponderEliminarGracias por tu publicación de "El tapado".