Como suele ocurrir, las ideas se dividen con el caso de los Jesuitas, unos a favor y otros en contra. Estos segundos se basan en teorías de conspiración, que si el anticristo, que si los de Venecia, que si la masonería. Pero en ese tema no entro, lo que sí me interesa, como bien lo dijo el maestro Víctor Rico González, este tema tiene “importancia no sólo para la historia general de México sino también, y muy especialmente, para su Historia social y económica”.
En lo que hoy comparto son extractos que hago de una carta que envía el virrey don Antonio María de Bucareli al conde de Aranda, Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximenez de Urrea, en la que, a 5 años de la expulsión de los padres jesuitas, nos deja ver las dificultades que la Junta de Temporalidades enfrentaba en la administración de las propiedades que la Compañía tuvo en Nueva España. Como la carta es de un Virrey a la persona de las confianzas del rey Carlos III, es bastante larga, razón por la cual hago el extracto en el que verá, entre otras cosas, lo que pasaba entonces con las muchas haciendas confiscadas.
Excelentísimo Señor.
Muy Señor mío: Entre los embarazos políticos que detienen no poco los primeros pasos del gobierno y la multitud de graves asuntos que oprimen el de estos vastos dominios, procuré descubrir, luego que me encargué del mando, el estado de las temporalidades ocupadas a los jesuitas expatriados, en el firme concepto de que es uno de los objetos más dignos del benigno celo de nuestro Soberano, por lo que se interesa el servicio de Dios y causa pública, y en el de que un manejo de crecidas sumas repartido entre tantas manos, con cuya limpieza es menester contar en la mayor parte (pues no hay precauciones que alcancen), es indispensable que esté expuesto a todo aquello a que obliga a los hombres la necesidad o el deseo de riquezas.
No pude, ni era fácil, conseguir sino una idea confusa de haberse hecho las aplicaciones de colegios y templos, y proyectádose algunas grandes e importantes obras y destinos, y por medio de dos decretos que proveí para que se me informase sobre los puntos que indicaron, me instruí de que la oficina que rige y tiene en movimiento y arreglo las administraciones de un número crecido de fincas urbanas y rústicas, es la dirección que creó mi antecesor, donde se reciben y examinan las cuentas de los comisionados de los colegios y administradores de las fincas que les están inmediatamente subordinados; pero sin fianzas unos y otros, por la casi invencible dificultad de hallarse sujetos que con tal gravamen se encarguen de las administraciones, por la que hay en el Reino de hallar fiadores, aún para manejos menos arriesgados.
Arzobispado y Obispado de Puebla, excepto en éste, el Colegio del Espíritu Santo y de los de esta Capital, si no es el de la Casa Profesa entregado a los filipenses, permanecen cerrados todos, perdiéndose lastimosamente por la falta de ambiente y humedad salitrosa cavidad del terreno. Los de los otros obispados están aplicados por las juntas subalternas; pero falta que califique la superior de aplicaciones.
Los ornamentos, vasos sagrados y alhajas de las iglesias, se hallan todavía sin aplicación, porque aunque se ha hecho de los de algunas a los establecimientos ideados, ha sido indefinidamente, con la cláusula de lo que pareciere necesitar cada uno, y viéndose muy de lejos el efecto de sus destinos, recelo que cuando llegue, nada se encuentre de los ornamentos y demás que no se puede conservar guardándose. Con la misma indiferencia y peligro se halla la aplicación de las bibliotecas, que permanecen aún sin uso, y resta que se expurguen y separen los libros de laxa doctrina.
El abultado número de colegios y templos, congregaciones, obras pías y haciendas populosas que poseían los jesuitas, hizo sin duda creer que producirían grandes sumas, y sin detenerse en liquidarlas, por la larga demora y detención de las juntas que esta operación era preciso ocasionase, y no sufría el fervoroso celo de mi antecesor, dándose por supuesto que sobrarían caudales para todo, se tomó desde luego, el partido, en las primeras juntas, de aplicar las casas y templos a unos establecimientos verdaderamente magníficos e interesantes al beneficio público, como son en esta corte un Hospital General para toda clase de gentes, un Colegio para los indios del reino que quisieran dedicarse a las letras, y una casa de expósitos, a cuyos fines se determinaron el Colegio de San Andrés y casa de ejercicios, el de San Gregorio y la fábrica del antiguo oratorio de los filipenses, trasladados a la Casa Profesa.
El tiempo ha hecho tropezar en el desengaño, de que estas grandes obras que cupieron en el celo y deseo de los vocales de la junta, es preciso que queden en su seno como entes puramente imaginarios, porque un Hospital, que como General, se destina al socorro de una plebe inmensa, desnuda y miserable cual es la de México, un colegio que debe admitir un número considerable de jóvenes nacionales que vengan de diversos lugares del reino, y mantenerlos de sustento y vestuario desde el calzado hasta el bonete, porque el genio y pobreza de los indios destierra la esperanza de que sus padres los socorran y de que haya algunos pensionistas que sufraguen, y una casa de expósitos cual necesita esa misma mísera plebe, a cuyos hijos se dedica cada una de estas obras, pide una suma excesiva sobre la que se erogará en lo material de las fábricas, para que, así dotadas, logren un sólido y perfecto establecimiento.
No puede, como he dicho, saberse cuál sea hasta que no se formen los estados con arreglo a las declaraciones de los diocesanos, de lo conmutable e inconmutable; pero vistos en globo, o por mayor, los planes de los fondos y sus cargas dan bastante idea de que todos juntos son muy débiles para sostener los establecimientos proyectados, aún solo en esta corte, mucho más si se considera que las juntas subalternas han meditado los suyos en sus respectivas ciudades y lugares, y que es justo, como que se acerca más a la mente de los fundadores y a la real intención, y aún necesario para que no quede inútil tanto número de colegios, que se distribuya en beneficio público entre todos los pueblos dotándose los destinos de los mismos colegios.
Aseguro a Vuestra Excelencia que este punto de enajenaciones es el que extremadamente ha fatigado mi ánimo, ya que no ha podido mi desvelo encontrarle fácil salida. Es increíble el número de haciendas de particulares que hay concursados (según se me ha informado) especialmente en los juzgados eclesiásticos y seculares de esta Ciudad y la de Puebla, que han estado mucho tiempo depositadas por no presentarse compradores, creciendo de uno a otro día los perjuicios de los interesados, porque cuando llegan a venderse, con notable baja de sus avalúos, se absorben el precio los primeros acreedores por sus principales y réditos, quedando otros muchos descubiertos.
Esto, y el ver la poca impresión que han hecho los bandos publicados y varias propuestas para convidar postores a las haciendas ocupadas, me hacen temer que serán ineficaces todas mis diligencias. Estoy persuadido de que no faltará uno u otro para las de mayor estimación; pero dudo mucho que sea con alguna ventaja de las temporalidades. Si hubiere otros que se detengan menos en procurar las suyas, será porque quieran tomar a censo las fincas en el todo de su valor; pero como hay haciendas, y son muchas, cuya principal estimación consiste en la cría de ganados mayores y menores, y aun las que no son de esta clase, contienen muebles y semovientes de no poca importancia, ocurre la dificultad de asegurarla, y a ella se sigue la de que si los compradores quieren exhibir todo o parte del precio en contado, me hallaré en el gravísimo embarazo de no tener dónde situar estos caudales, y las temporalidades, en el infortunio de que por no producirles réditos se vayan consumiendo los principales en las pensiones alimenticias, porque las fincas de particulares en que pudieran imponerse, cargan, por lo regular, sobre sí, casi otro tanto de lo que valen, razón por la que los juzgados de capellanías y arcas de monjas tienen frecuentemente gruesas partidas de principales detenidos, sin producirles réditos, y se ven en la necesidad de darlos a los comerciantes con fiadores, exponiéndolos a los frecuentes daños de sus quiebras, y así, el único arbitrio que he pensado y propondré en la primera Junta Provincial para que se examine, es el de ofrecer al público que se darán a censo las haciendas por el rédito correspondiente a las dos tercias partes del valor de lo raíz, sin otro seguro que el de las mismas fincas, que la otra y el de los muebles y semovientes se les dejará por el mismo contrato, o por el que aquí se usa y se llama de depósito irregular; pero asegurándolo, o con otras fincas en que tengan caudal libre en sus raíces los compradores, o con buenos fiadores que hipotequen especialmente las fincas que tuvieren (examinados sus valores) y los demás bienes que gocen por hipoteca general, dejándoles abierto el camino de hacer con libertad otras proposiciones. No me lisonjeo de que este arbitrio corresponda a mis deseos; pero lo contemplo el más acomodado y a propósito para excitar número de postores y las ventajas en las ventas.
El Director, Don Fernando Mangino, había hecho a mi antecesor, y me ha repetido sus renuncias del cargo, por un efecto de los sentimientos que he reconocido le inspiran su honor, actividad y celo por todo lo que interesa al Real Servicio, pues cuando pudiera moverle el sueldo que goza, aunque corto, a retener el empleo, me ha hecho presente el desconsuelo con que permanece en él, porque hallándose sirviendo él de Contador General interino de Reales Tributos a cuya oficina necesita destinar las mañanas, no puede asistir a la de Dirección, ni velar, por consiguiente, sobre las operaciones de sus subalternos, y recela que sea consecuencia de esta falta la poca aplicación de algunos de ellos y el atraso de los trabajos de que están encargados. Conozco el peso de las razones de su excusa; pero no me acabo de resolver a relevarlo, porque lo hacen necesario su larga experiencia, el crédito de su eficacia y ser el único que se halla completamente instruido de todas las funciones de la Dirección General.
[…]
No se ha establecido la Junta Provincial de Enajenaciones, he instruido ya de todos los asuntos pendientes, voy a dar mis providencias para formar la, y que se continúen las sesiones de la Superior de Aplicaciones que cortó mi antecesor desde Julio del año inmediato, acaso por las diferencias que mediaron con los prelados eclesiásticos, y he resuelto nombrar por secretario de ambas juntas, sujeto de literatura, probidad y expedición,- y asignar los martes y viernes para que se celebren, e iré participando a Vuestra Excelencia lo que pueda adelantar mi deseo dirigido a llenar, si es posible, las piadosas intenciones del soberano.
Fuente:
Documentos sobre la expulsión de los jesuitas y ocupación de sus temporalidades en Nueva España (1772-1783) (formato PDF), introducción y versión paleográfica de Víctor Rico González, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, 1949, pp. 92-99
Super interesante, gracias!
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