jueves, 16 de julio de 2020

Jofre, presidio en el Camino Real de Tierra Adentro

   En la década de 1560 a 1570 se acrecentó la hostilidad chichimeca, al fracasar los intentos del gobierno virreinal por apaciguar a las tribus del norte; los mineros y ganaderos exigieron que entrara en acción resueltamente para acabar con la amenaza chichimeca. Así, se volvió
a emprender la guerra a gran escala, “a fuego y a sangre”, contra los nómadas (Powell, 1992: 86). Tras dos décadas de guerra, se implementó la política de establecer presidios, que incluía un sistema de escolta militar entre los puntos fortificados o con guarnición militar. La parte más peligrosa del camino se hallaba entonces entre San Miguel y Zacatecas.

   Los dos primeros presidios de un total de siete que se edificaron -hacia 1570- por orden del virrey Martín Enríquez de Almanza (1568-1580) son los de Portezuelo y Ojuelos, al norte de San Felipe, escenario de las mayores depredaciones de los guachichiles. Antes de terminar la gestión de Enríquez, entraron en operación otros dos fuertes. Uno se encontraba en el portezuelo de Jofre, estratégico punto ubicado unas pocas leguas al norte de Querétaro, para proteger los dos principales caminos que iban a Guanajuato y a Zacatecas. En el siglo XVII se estableció una hacienda con ese nombre.

   En el informe que en febrero de 1582 presentó al virrey Lorenzo Suárez de Mendoza, conde de la Coruña (1580-1583), un grupo de estancieros y residentes de la frontera chichimeca detallaron la crisis que padecían y las condiciones de la guerra en ese momento crítico, por lo que pidieron justicia. En el punto quinto hablan de la ubicación de los presidios que cuentan con escoltas para proteger los caminos que van a Zacatecas y Guanajuato. En el caso del ubicado en la estancia de Jofre, piden que se mude al Cazadero, pues entre ambos puntos corren mucho riesgo los carros y recuas.

  El virrey ordenó una investigación, tomando el testimonio de varios capitanes y otras personas experimentadas en la Guerra Chichimeca, quienes confirmaron la preocupación externada por los estancieros. El primero que prestó testimonio fue el capitán Alfonso López, quien se opuso a las opiniones de los ganaderos sobre el sistema de presidios y creyó que las guarniciones debían seguir como estaban. El capitán Bernardino de Santoyo, quien tenía a su cargo los presidios de Jofre, San Felipe y Ojuelos, el tramo más peligroso del Camino de la Plata, convino con López en que se debían dejar los presidios donde estaban (Powell, 1980: 105-115).

   Hace varios años recorrimos junto con Juan Ricardo Jiménez la región, ubicada al extremo norte de la actual Delegación Municipal de Santa Rosa Jáuregui, para determinar la posible ubicación de dicho presidio y platicar con las personas mayores de las comunidades aledañas para ver si recordaban la existencia de alguna edificación antigua. No hubo éxito, pero el reconocido investigador habló sobre la importancia de la fortificación por lo expuesto antes y, en caso de existir, sería la edificación virreinal más antigua fuera de los monumentos existentes en el casco histórico de la ciudad de Querétaro.

   Lo que sí pudimos ubicar en otro recorrido por la región limítrofe con el estado de Guanajuato, identificada por el autor de la Relación geográfica de Querétaro como la sierra que los españoles llamaron Margarita y los indios, en lengua otomí, Abaxasni, que quiere decir “sierra de zarsas” (Acuña, 1987: 240) fue un pequeño tramo del camino real entre la comunidad de La Monja y la localidad de La Españita. Entusiasmados por el hallazgo, caminamos sobre las piedras por donde circularon hace más de cuatro siglos las carretas que transportaban el mineral extraído de los ricos yacimientos de Guanajuato. La siguiente imagen es muy similar a lo que observamos Jiménez Gómez y quien esto escribe al andar por la antigua vía.

   Más al norte, sobre el río Jofre, se situó otro presidio en las minas de Palmar de Vega (hoy Pozos), durante la época en la cual se abrieron: 1575-1576 y 1582. Los dos fuertes se hallaban sobre el camino principal que se dirigía a Zacatecas después de salir de Querétaro y su establecimiento se debió a las continuas depredaciones cometidas en el sudoeste por los guachichiles y pames desde mediados de la década de 1570. Igual ocurrió con el presidio que se instaló entre abril de 1576 y octubre de 1578 en el valle de Maxcala (Amazcala), al noreste de Querétaro (Powell, 1992: 149-152).

   En el siglo XVI el camino real a Zacatecas no pasaba por Querétaro, pues desde San Juan del Río seguía por la hacienda de La Llave, continuaba a Santa María Atongo y Chichimequillas.
Posiblemente la creciente importancia de la actividad minera obligó a la Corona a trazar un camino más recto para hacer llegar los bastimentos y el mineral, lo que implicó ahorro en tiempo y recursos. El camino viejo se cita en varias mercedes, particularmente las relativas a ventas (Jiménez Gómez, 1996: 79).

Fuente:

Jiménez Jiménez, Lauro. Historia de la tenencia de la tierra y organización política en México. El Ejido de Santa Rosa Jáuregui, Querétaro. LXIII Legislatura de la H. Cámara de Diputados. México, 2018, pp. 96-100

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