domingo, 27 de diciembre de 2009

Panteón de San Fernando, joya del arte funerario en México

No podía perderme en esta visita a la Ciudad de México la oportunidad de recorrer con calma el Panteón de San Fernando, convertido desde hace algunos años en Museo, cosa que, indudablemente se lo merece ya que, es de los pocos recintos mortuorios en los que al leer las lápidas reconocemos, si no a todos, a una buena cantidad de los personajes allí enterrados.


Si recordamos la vez que andábamos por la Sierra Gorda, ahí aprendimos que fueron los Franciscanos – Fernandinos, quienes, encargados de la Propaganda Fide, es decir, de misionar por la Nueva España antes de establecerse en Querétaro, lo hicieron aquí, levantando primero el Templo de San Fernando, luego el Convento.


En aquella época era cuando la gente que tenía más dinero o un alto rango era sepultada lo más próximo al altar mayor, los que no lo tuvieran se iban a las orillas del templo, o de plano al atrio. Se pensaba que el día del juicio final, quienes estuvieran dentro de los templos accederían a la Gloria con mayor prontitud, era también la época en que el asistir a misa y cumplir con los preceptos hacía acreedores de días de salvación en el mismo lugar, la Gloria.


Cuentan que a los muertos no se les enterraba, en el siglo XVI o XVII, a la reglamentaria medida de 3 metros bajo tierra, sino casi al ras, provocando con ello fétidos olores, a los que la gente se había ya acostumbrado al asistir a las misas, y debido a las pestes que azotaron a la capital, se determinó primero que los entierros fueran más profundos, para evitar contagio, luego se ordenaría trasladar los panteones a la periferia de la ciudad, preferentemente en lugares altos y ventilados.


Terminada la guerra de Independencia, terminado el Primer Imperio, para la década de los 30 del siglo XIX, (1832), el Panteón de San Fernando se volvió el lugar elegido por su orden y limpieza por los pudientes de la ciudad, en consecuencia su costo se elevó, llegando a ser el más caro, seguramente no solo de la ciudad, sino de todo el país, los fernandinos lo siguieron atendiendo hasta que, promulgadas las Leyes de Reforma y la secularización de los panteones y la desamortización de los bienes del clero, el Panteón de San Fernando fue cerrado, además, se prohíben los camposantos dentro de la Ciudad, se transfieren a lo que en esa época quedaba fuera del casco urbano.


Es Benito Juárez quien determina esos puntos y es, precisamente él, el último en ser enterrado en ese lugar. Actualmente, dadas las buenas condiciones en que se encuentra el panteón, es uno de los mejores ejemplos que podemos observar en lo que es el arte funerario del siglo XIX, además de ser un repaso a la historia de la mitad de ese siglo, específicamente de la Reforma, muchos de los personajes allí enterrados están ligados a ese período histórico.


El acceso al lugar es bien fácil, estando en la Alameda, digamos que frente al Sheraton Centro Histórico, del otro lado verás el Templo de San Hipólito, si es día 28, verás infinidad de gente arremolinada a ese lugar, pues es allí donde se venera a san Judas Tadeo; esa es la calle de Puente de Alvarado, sigue dos cuadras rumbo poniente y llegarás al Panteón, la entrada es libre, si no te sabes muy bien el período de la Reforma y los decretos emanados en ese tiempo, allí tendrás oportunidad de enterarte de mucho, pues en parte de los pasillos en rededor de los nichos hay carteles informativos.


Dejamos del bla - bla y dediquémonos a conocerlo. El panteón no es muy grande, pero, sin lugar a dudas, es un lugar excepcionalmente bello. Esta que ves aquí, al parecer es la más buscada, luego de la de Benito Juárez, pues dicen que vaga, la muerta, aun en vestido de novia. Pero de esas leyendas no me agarro, así que si le buscas por allí te enterarás de los detalles.

Dolores Escalante, murió el 24 de junio 1950. “Llegaba ya al altar feliz esposa… allí la hirió la muerte. Aquí reposa.” Pues si, la novia murió en la víspera de la boda, lo interesante es observar en este acercamiento los elementos simbólicos propios de mediados-finales del siglo XIX, las antorchas, símbolo de la sabiduría y de la vida, pero de cabeza, el otro símbolo, por demás interesantísimo, el reloj de arena, con alas, símbolo del paso inexorable del tiempo. Cuando andes por los panteones decimonónicos fíjate bien en estos detalles, verás que son recurrentes.


En el panteón de San Fernando las tumbas de pronto parecen más bien monumentos conmemorativos, tal es el caso de la de Ignacio Zaragoza, cuyos restos ya no están aquí sino en Puebla.



Otro Ignacio más, en este caso Comonfort, en su tumba con el águila republicana coronándola. Comonfort fue asesinado más al norte de Celaya, Gto., en la población de Chamacuelo, por eso ahora conocemos el lugar con el nombre del personaje de la Reforma.


Decíamos que era el panteón más caro, aquí tienes la prueba, la tumba de don Juan de la Granja, quién fuera el personaje introductor del telégrafo en México. Tener una tuba con el monumento del finado y además la silla, no cualquiera…



Esta construcción griega, clásica, casi un Partenón, es la tumba donde descansaron durante mucho tiempo los restos de Juárez de un lado y su esposa, Margarita Maza, del otro. Curioso pensar que Benito Juárez, quién promovió la separación de la iglesia del estado mexicano, que sacara a los curas de sus Parroquias y a los frailes de sus conventos fuera a descansar precisamente a un cementerio católico, aunque cruces no tenga. Si para surrealismos, no hay nada como México!


Esta águila, que olvidó que debería estar devorando una serpiente, es una de las que adorna el barandal de la tumba de Benito y Margarita.


Al entrar al panteón por la calle de Puente de Alvarado (hay dos entradas, la otra es lateral), la primera tumba que encontramos es la de Miramón (¿o Mejía?, ya no me acuerdo), el caso es que cuando los deudos se enteraron de que Juárez sería enterrado allí sacaron el cuerpo y se lo llevaron a la Catedral de Puebla.


¿Será este uno de los últimos propietarios de la Hacienda de Jaral de Berrio?



Y recuerda, estamos en la Ciudad de México, donde cada lugar encierra una sorpresa, aquí la tenemos, ¿la tumba de Isadora Duncan? ¿Pero si ella murió en Francia, cómo fue que llegó aquí?




4 comentarios:

  1. ¿Que se harían los medallones de plata que tenía la tumba de Juárez en cada columna? Solo tengo noticia que una logia las iba a restaurar. Gracias! Rafael Soldara. soldara_luna@hotmail.com

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  2. La de dolores escalante es muy famosa por su epitafio y por la historia de amor tras de ella.

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  3. Bonito artículo y muy buen blog, gracias por su dedicación. Apoyamos todo lo relacionado con el arte funerario como aficionados y dedicados a este arte desde 1918.
    Más sobre arte funerario: http://www.memorialspain.com/index.php/blog

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  4. La tumba de tu duda es la de Miguel Miramón, cuyos restos fueron trasladados a la catedral de Puebla, como bien mencionas en la anécdota. En el área principal está la de Tomás Mejía.

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