miércoles, 21 de febrero de 2018

Museo Nacional de la Máscara, San Luis Potosí

   Algo que me ocurre al andar en fiestas patronales en las que los danzantes usan máscaras es que la actitud que tienen hacia la cámara es otra, es espontánea, modelan, se detienen... cosa que difícilmente ocurriría al andar sin máscara. La máscara conecta a la persona con el personaje, de eso no hay duda. 

   Muchas Danzas he visto, casi todas incluyen una máscara, eso le da más fuerza a la representación. Otra cosa que recuerdo asociada a una máscara es una escena de la película Apocalypto en la que en en fuerte acercamiento que hay hacia un personaje, luego de unos segundos hace un giro de 180 grados y en la nuca lleva una máscara... representaba la dualidad. Y al hablar de máscaras, máscaras mexicanas, se vuelve indispensable referirnos a Octavio Paz.

  Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro, máscara la sonrisa. Plantado en su arisca soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio, la ironía y la resignación. Tan celoso de su intimidad como de la ajena, ni siquiera se atreve a rozar con los ojos al vecino: una mirada puede desencadenar la cólera de esas almas cargadas de electricidad. Atraviesa la vida como desollado; todo puede herirle, palabras y sospecha de palabras. (Para leer completo a Paz y sus Máscaras mexicanas, entra aquí.)

   Comparto las imágenes que logré en el Museo Nacional de la Máscara en San Luis Potosí que se localiza en el espléndido Palacio Martí.






















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