viernes, 6 de marzo de 2009

Lo que podría ser una breve reseña de la introducción del Chocolate a Europa.


El Chocolate, uno de los productos autenticamente mexicanos que conquistaron al mundo. Valentina mantiene la tradición de consumir el más mexicano de los chocolates!

Palabra Náhuatl que viene de “xoco” (espuma) y “atl” (agua).

Fue, sin duda alguna, la gran aportación de la época a los usos gastronómicos. Ya era conocido y preparado por los aztecas, que no empleaban azúcar, por lo que era de sabor amargo y no resultaba del agrado de los conquistadores.

En España se introdujo hacia 1530. Se fueron mejorando los métodos de elaboración y generalizando su consumo. El secreto de su fabricación se mantuvo hasta 1728, en ese año Felipe V lo vendió a unos suizos. Es entonces que comienza la fama de los chocolates y chocolateros suizos. Luego se extendió por toda Europa, siendo sus principales difusores las órdenes religiosas.

En España se desencadenó una increíble polémica respecto a si el consumo de chocolate quebrantaba el ayuno eucarístico. Llegó a intervenir Roma y se escribieron varias obras a favor y en contra del tal quebranto. La más curiosa defensora y por tanto de la no alteración del ayuno se publicó en 1631 y fue el “Curioso tratado de la naturaleza y calidad del chocolate”, siendo su autor Antonio Colmenero de Ledesma.

Fray Bernardino de Sahagún, uno de los primeros Franciscanos que llegaron a la Nueva España , escribió una extraordinaria relación de lo que vio en su momento.

Mucho que ver con el chocolate, su elaboración y su introducción en España tuvo fray Bernardino de Sahagún. Este franciscano nació en Sahagún (León) en 1499. A los treinta años llegó a México, donde permaneció hasta que murió a la edad de noventa años.

Ha pasado a la posteridad por ser el autor de una obra fundamental para el conocimiento de los aztecas y de su cultura, “Historia General de las cosas de Nueva España” (1548)

Bernardino de Sahagún quiso escribir una historia del pueblo azteca, para ello se hizo con los servicios de diez ancianos, pagados por la Corona y comenzó a escribir lo que le narraban. El manuscrito está redactado en castellano y náhuatl, para que así fuese también leída por los indios. Son doce tomos maravillosamente escritos y decorados y hacen referencia a ritos, religión, costumbres, fiestas, botánica, medicina, etc.

Una de las páginas del extraordinario libro escrito por Fray Bernardino, la célebre Relación General de las cosas de la Nueva España.

Según iba escribiendo, enviaba el manuscrito a la Corte para que pasase la censura de su Orden y de Roma. Después de veinte años de envíos se le secuestró la obra con la peregrina explicación, entre otras, de que no se podía escribir una historia en una lengua no cristiana. Toda la obra se perdió hasta que a finales del siglo XVIII apareció en la Biblioteca Laurentiana de Florencia. Llegó allí porque una hija de Felipe II la llevó como regalo por parte de su padre al casarse con un Medici.

Pues bien, en una de las páginas dedicadas a las plantas aparece una detallada descripción del árbol del cacao y la forma de elaborar el chocolate y es una de las primeras referencias escritas que existen sobre el tema.

Esta nota la transcribo tal cual la encontré en el sitio denominado Boletín Oncológico que es una publicación periódica que se edita en el Hospital General de Teruel, España, en colaboración con la Asociación Española Contra el Cáncer. Está especialmente dirigida al personal sanitario y su objetivo es la formación en temas oncológicos e informar sobre la situación del cáncer en el Sector de Teruel (ISSN 1579-6094, título abreviado: Bol oncol).

Un sitio interesante que nos muestra una muy breve pero creativa historia del chocolate la encuentras aquí: http://www.valor.es/museo/museodelchocolate.asp

2 comentarios:

  1. Qué bueno que no se perdieron los escritos de Fray Bernardino. También que hubiese personajes capaces de valorar y dar un sentido a lo que se encontraban al llegar a tierras americanas.

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    1. Tere: Hay un dato muy curioso en torno al chocolate, el cual estuvo prohibido para la orden femenina Carmelita, pues lo consideraban como un placer, incluso hacían un voto para obligarse a evitarlo, además de la castidad y los otros que solían hacer.

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