viernes, 17 de abril de 2020

Decíamos ayer... retomando El Bable en esta cuarentena.

   Agradezco a las dos o tres personas que se han preocupado por mi y me han enviado mensajes de que si estoy bien... eso debido al silencio que puse aquí en El Bable. Sí estoy bien, yo igual que todos he sido afectado de una u otra manera por la situación actual y el inminente cambio de rutinas al que nos vimos forzados a aceptar. Por suerte yo estoy, desde hace tiempo, en un "dolce far niente", por no decir que soy desempleado o nini (en mi caso post-nini) pero que eso de "no hacer nada" en realidad no aplica a mi caso pues horas me faltan cada día para hacer todo lo que tengo pendiente de hacer. El que no reciba ingresos económicos... esa, esa es otra historia.

  Mi plan era levar anclas de donde vivo para irme a una especie de "encierro" (siempre me han gustado los encierros en solitario) y pensaba irme al comenzar marzo rumbo a una población en los Altos de Jalisco en donde tengo acceso a una casa toda equipada, en la que cómodamente me encierro y me dedico a dos cosas: leer y escribir. Esto lo he hecho en dos (¿o tres?) ocasiones previas, ahora sería la tercera (¿o cuarta?) y estaba preparando ya dos cajas, una con libros, la otra con cientos de hojas con apuntes y transcripciones de los archivos históricos que he consultado en los últimos diez meses... el producto de ese encierro sería el texto de dos libros, siempre con el tema que más me gusta y del que tengo más información: las haciendas de Salamanca.

En esa casa y en ese encierro tendía la libertad de sentarme sea a leer que a escribir a la hora que se me diera la gana o cuando me llegara el rayo luminoso de la inspiración, igual me amanecería que me anochecería escribiendo... estando solo a nadie molestaría con la luz, o con el trajín y el ruido que provoca meter y sacar hojas y más hojas de papel de carpetas y más carpetas contenedoras de esos papeles y, bien lo sabemos, en soledad la escritura se agiliza... igual que la lectura. Pero, bien lo sabemos, siempre hay un pero, para finales de febrero ya oía mañana, tarde y noche sobre el virus y como iba creciendo la zona geográfica afectada y las voces de alerta, luego alarma, se comenzaron a dar. 

   Bien sabemos que aquí no se nos confinó totalmente, se dejo al sano juicio, a la conciencia de cada quien a acatar la idea de confinamiento, yo hice reflexión a mitad de marzo y decidí no desplazarme y quedarme aquí voluntariamente en casa. Dicho en otras palabras eso del #quedatencasa me lo apliqué desde el 20 de marzo. Pensé que eso que había planeado hacer allá en los Altos lo haría aquí pero acatando un orden y horario pues aquí vivo con mi hermana y el espacio no es precisamente grande. Los primeros días seguí con mi tarea de transcripción, de ordenar cronológicamente los innumerables documentos que tengo para luego comenzar a escribir la historia que mantengo pendiente por redactar sobre ranchos, incluyendo un glosario de términos propio del campo, es decir, propio del tema haciendas, ranchos, fincas rurales. Fue justo en el tiempo que ya apareció en todos los medios el aviso de que comenzaba la Jornada Nacional de la Sana Distancia y fue justo cuando me vino un golpe de ansiedad que me borró toda concentración, y toda tranquilidad para hacer lo que tenía previsto: leer y escribir, escribir y leer...

   Y fue esa la razón por la cual no publiqué más aquí en el blog a pesar de que tengo más de 30 artículos casi completados en la charola de pendientes por subir, no lo hice porque no me parecía adecuado habar de tal o tal cosa en estos tiempos de tensión.

  Por suerte logré ya controlar esa ansiedad y ahora podré dar salida, si bien no al ritmo que me gustaría tener, lo haré en medida de las prioridades de cada día y de los sentimientos que me vayan aflorando ante las circunstancias por las que estamos atravesando todos y cada uno; de los temas habituales que comparto por aquí.

   Hecha la aclaración te comento que esa foto que ves es uno de los tantos (tantísimos) papeles que uso para anotar tal o cual cosa, en este caso fue un rastreo que iba haciendo a una amiga que en diciembre viajaba por es sudeste asiático y alguna conexión de vuelo o una referencia de alguna línea me mandó al código WUH (los de tres letras de IATA), era la primera vez que oía sobre esa ciudad: Wuhan. Casualidades de la vida. Por cierto y por suerte, ella, mi amiga, nunca pasó por ahí, yo tenía mal anotados los códigos de vuelo.

No aseguro que publicaré a diario, lo único que puedo asegurar es que estoy bien y que El Bable sigue...

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