Esos que venimos de la generación de los cincuenta-sesenta y que somos asiduos a leer no precisamente historias de amor, indudablemente que crecimos mamando del conocimiento de Don Eduardo del Rio, “Rius”, el michoacano que tuvo a bien educarnos a cientos de mexicanos en la época en la que la educación oficial no tenía esperpentos como los que actualmente tiene por líder sindical. Quienes tuvimos acceso a Los Supermachos pudimos aprender antes que los demás de muchos temas candentes que la prensa oficializada no comentaba, de ver el enfoque real a la guerra de Vietnam, de saber realmente que se buscaba en los movimientos del 68 y, lo más importante para mí, darme cuenta que la historia de México es fascinante y no es lo que en los libros de texto nos cuentan.
Editorial Posada surgió gracias a la popularidad que Rius adquirió. Sus monos pronto comenzaron a desplazar las ideas “afresadas” de todos los comics gringos que inundaban los puestos de revistas, se hizo notar como una alternativa rica junto a la bazofia que el Alarma! nos ofrecía. Ni que decir del Libro Vaquero o las novelas de amor en donde un beso era ya rayar en la casi pornografía. Primero fueron Los Supermachos y luego Los Agachados quienes nos trajeron una alternativa de distracción, de entretenimiento, pero, sobre todo de cultura. Dudo que haya un autentico setentero que no conozca a Rius.
Sus personajes uno a uno iban desfilando por la pasarela que, como feria de vanidades, pasaban ante los asiduos lectores, Calzontzin inspector que vivía en San Garabato, Mich. era el personaje en torno al cual giraban cada una de las historias, su compadre Nopaltzin, el briago que daba pie a un nuevo relato semanal. Don Plutarco Iturbide, el aristócrata; Arsenio el burócrata, con mangas de plástico y visera, como los llegamos a ver hace años. Doña Eme la católica recalcitrante que daba sermones continuamente; don Perpetuo del Rosal, el corrupto alcalde y su distinguida esposa, Doña Nínive. Todos los personajes retrataban las características más comunes de cada uno de los integrantes de nuestra sociedad. Rius fue en un momento censurado por el gobierno, hizo fuertes críticas a Echeverría y López Portillo, brincó de diario en diario pues dadas sus ideas era suspendido de la publicación. Fue a finales de los setenta que salieron de circulación sus míticas historietas.
Dada su popularidad y la manera amena de tratar temas políticos, sociales, históricos y de salud, Rius publica una serie de libros siempre con el mismo sello que sus monos daba. Llegaron a ser cien los libros que publicó, uno de ellos el más popular de todos, Cuba para principiantes logró ser traducido a doce idiomas. En la actualidad se pueden conseguir aun muchos de sus títulos, no así Los Supermachos y Los Agachados, que son objetos de colección.
Si a alguien le tuviera que dar las gracias por haberme conducido hacia la lectura, por haberme dado consejos de que leer, de que ver, de en que ponerle atención, es, indiscutiblemente a Eduardo del Río, Rius, a quien lo haría. Al maestro Rius mi agradecimiento total, su obra marcó mi vida, me dio pautas a seguir, iluminó caminos a transitar. Me hizo ver aquello que difícilmente en esa época se podía discutir en público. Gracias maestro Rius, de no haber sido por Usted, en El Bable puras tarugadas estaría publicando. Hoy a los seis meses de haber iniciado El Bable, me permito recordar la enorme influencia que recibí por parte de Eduardo del Rio, Rius.
Las imágenes que estás viendo aquí fueron tomadas de Los Agachados y Los Supermachos que aún conservo, espero no estar violando los derechos que el maestro Rius y Editorial Posada tienen sobre ellas. El maestro Rius tiene ya su propio sitio, allí puedes ver más de su vida y su obra:
http://www.rius.com.mx/
http://www.rius.com.mx/
Rius me recuerda poquito de Armando Fuentes Aguirre (Catón).
ResponderEliminarEldicky dijo;
ResponderEliminarNo cabe duda, Rius todo un icono de la cultura popular!!
muy muy bueno
ResponderEliminarmis respetos para RIUS
No tuve la suerte de leerlo, pero coincido contigo que este tipo de caricaturas que podía uno comprar en el puesto de periódicos, eran fabulosas y una manera de iniciarse en el gusto por la lectura.
ResponderEliminarQué pena que se haya perdido esta afición y que los niños modernos no tengan la oportunidad de desear el cuento semanal después de devorar en minutos aquel que se sumaría a la colección.
Si es que los hay, en nada se parecen a los que tuvimos.