En ese estado de confort (por decirlo de algún modo) en el que la Iglesia sometió a los habitantes de Nueva España, y a la Vieja España también, fue el modo ideal para mantener la ignorancia y evitar de este modo el que esas "mentiras piadosas" en las que se vivía... en el caso de las publicaciones, éstas eran en su mayoría -por no decir que todas- sobre asuntos religiosos, vidas de santos y nada más, el resto quedaba prohibido. Para ello había una sección especial en la Santa Inquisición que se dedicaba a supervisar todo lo relativo a publicaciones; ellos censuraban, aprobaban y permitían lo que se fuera a publicar y se pudiera leer.
El enemigo a vencer [decían] era el demonio y todas sus artimañas... así las publicaciones relativas al tema eran varias, amén de las fórmulas y consejos para evitar caer en su tentación, las fórmulas para el exorcismo eran otros de los temas aprobados para su publicación.
Y no era el demonio, ni tampoco las fórmulas eclesiásticas las que funcionaban para evitar la pérdida de los libros, sea por el fuego que por la polilla...
Falacias del demonio, y de los vicios que apartan del Camino Real del Cielo, en que se descubren muchos engaños del demonio, con que oculta los caminos verdaderos, y propone los falsos, y sus remedios generales y particulares. Así de largo eran los títulos de los libros en el siglo XVII, cosa que continuó en el XVIII y XIX. De hecho esta largueza no era usada, más bien se le refería al libro por las primeras palabras del título, en este caso, quedaba como Falacias del demonio. Si te interesa leerlo, entra aquí.
La caligrafía, ese arte maravilloso que aun me tocó atender en la primaria [década de los sesenta del siglo XX] era la forma de tomar la requerida habilidad para escribir con propiedad, en este enlace podrás ver una recopilación que he hecho de extraordinarias caligrafías virreinales.
Superiorum Permissus, una de las varias maneras que en la época (siglo XVII) indicaba que la obra contaba con el debido permiso de la Santa Inquisición para ser publicada. El Imprimatur era también de uso regular. Nihil Obstat seguramente lo habrás visto en algún libro de la época.
Una marca de fuego es una señal carbonizada en uno o varios cantos de un libro, resultado de colocar un hierro al rojo vivo con la forma de una figura, letra, sigla, sello, nombre, escudo o insignia con el fin de identificar la procedencia del libro o al dueño de este. Esta práctica, surgió durante el Virreinato de la Nueva España hacia la segunda mitad del S. XVI al interior de las bibliotecas conventuales. (Wikipedia.)
El Index librorum prohibitorum, en español Índice de libros prohibidos, es una lista de aquellas publicaciones que la Iglesia católica catalogó como libros perniciosos para la fe; además establecía, en su primera parte, las normas de la Iglesia con respecto a la censura de los libros. Fue promulgado por primera vez a petición del Concilio de Trento por el papa Pío IV el 24 de marzo de 1564 —impreso en Venecia por Paolo Manuzio—. El Index conoció más de cuarenta ediciones, a cargo de la Congregación del Índice, creada por el papa Pío V en 1571. La última edición fue la de 1948 hasta que el 8 de febrero de 1966 el papa Pablo VI lo suprimió. (Wikipedia.)
Los implacables inquisidores censuraban de este modo lo prohibido dentro de un libro... ¿Qué definición habrá sido? se localizaba entre CRU y CRY.
Las imágenes las logré en la parte reservada de la Biblioteca Armando Olivares de la Universidad de Guanajuato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario